Una oleada de huelgas paraliza la naci¨®n
Los paros en las empresas del canal de Suez desatan la alarma internacional - La protesta para exigir un 15% de aumento salarial se extiende al sector textil
Los manifestantes que desde hace 17 d¨ªas gritan contra Hosni Mubarak han despertado a millones de trabajadores egipcios, cuyos salarios irrisorios les hunden cada a?o m¨¢s en la miseria. La declaraci¨®n de huelga de los 600 obreros de una empresa de mantenimiento del canal de Suez desat¨® todas las alarmas el martes. El mundo no puede permitirse el cierre de esta importante v¨ªa mar¨ªtima y el r¨¦gimen egipcio lo sabe, de ah¨ª que de inmediato anunci¨® que el tr¨¢nsito del canal no hab¨ªa sufrido alteraci¨®n alguna. Pero tras esa huelga se han declarado muchas m¨¢s ahogando una econom¨ªa que ya ha perdido uno de sus mayores recursos: el turismo.
"Esto es un problema puramente econ¨®mico. Queremos un aumento de sueldo igual que el 15% aplicado a los funcionarios", declaraba un trabajador a las puertas de una empresa, protegidas por tanques. Los carros de combate tambi¨¦n cortan la avenida principal de acceso al canal y tanto los camiones, como los coches o las bicicletas tienen que dar un rodeo. El temor a un sabotaje de esta v¨ªa por la que a diario cruzan del Mediterr¨¢neo al mar Rojo, y viceversa, entre 45 y 50 barcos, es evidente. El canal aport¨® a las exhaustas arcas egipcias 4.700 millones de d¨®lares en 2009, lo que equivale al 2,5% del PIB egipcio. Adem¨¢s, desde el punto de vista internacional tiene un gran valor estrat¨¦gico, no solo porque facilita la comunicaci¨®n entre Europa y Asia -el 8% del comercio mundial usa esta v¨ªa-, sino tambi¨¦n porque por el canal transcurre un oleoducto que transporta a diario 1,1 millones de barriles de petr¨®leo, lo que equivale al 1,3% de la producci¨®n mundial.
"Quiero un pa¨ªs que emplee a sus gentes, no que las detenga", dice un manifestante
El Gobierno, acosado por los manifestantes, trat¨® de ganarse a los millones de funcionarios con una subida de salarios y pensiones. La medida no ha servido m¨¢s que para enconar la revuelta. En Suez, cientos de personas se agolpaban ante el Ayuntamiento de la ciudad, que, para tratar de calmar los encendidos ¨¢nimos de la poblaci¨®n, anunci¨® el mi¨¦rcoles que se admit¨ªan nuevas solicitudes de empleo. El pasado 28 de enero, los manifestantes quemaron la comisaria, varios comercios, un concesionario de coches y dos restaurantes del barrio de El Arbain, en el centro de Suez.
"Se acab¨® la casa de la represi¨®n. Ahora es del pueblo, antes estaba llena de asesinos", comentaba Al¨¢, un lechero de 32 a?os, una de las muchas personas que recorr¨ªa y hac¨ªa fotos de los restos quemados de la comisar¨ªa. A su lado, Ibrahim Ramadan gritaba: "Yo quiero trabajo. Quiero un pa¨ªs que emplee a sus gentes y no las detenga para sacarle dinero como hasta ahora hac¨ªa la polic¨ªa".
La llama de la protesta social prendi¨® tambi¨¦n en el sector textil, uno de los pilares de la exportaci¨®n egipcia y uno de los que m¨¢s explota a sus operarios. El personal de la mayor empresa p¨²blica textil del pa¨ªs, Misr (24.000 empleados), en Mahal¨¢ al Kubra, en el delta del Nilo, inici¨® ayer una huelga indefinida.
El aumento del precio de los productos b¨¢sicos ha castigado enormemente a la mayor¨ªa de los 80 millones de egipcios, de los que el 40% vive con menos de un euro al d¨ªa. Pese a que la econom¨ªa ha crecido a una media del 5% anual en la ¨²ltima d¨¦cada, solo una minor¨ªa se ha beneficiado, el resto ha visto c¨®mo se deterioraba su nivel de vida. "Es indignante que tengamos que correr de un trabajo a otro para poder vivir", se?ala la enfermera Nesma, que tiene tres empleos: uno p¨²blico y dos privados.
La uni¨®n entre la incapacidad de llegar a fin de mes y la impunidad con que actuaba la polic¨ªa, en especial la secreta, cuyos sueldos tambi¨¦n paup¨¦rrimos se nutr¨ªan con la rampante corrupci¨®n, form¨® el c¨®ctel explosivo que le estall¨® a Mubarak bajo los pies. Su predecesor, Anuar el Sadat, tuvo que hacer frente a un levantamiento semejante, denominado la revuelta del pan, en 1977, pero no cont¨® ni con el agotamiento de los 30 a?os de la dictadura de Mubarak ni con la concienciaci¨®n de las redes sociales.
En Alejandr¨ªa, donde la polic¨ªa mat¨® en junio pasado al bloguero Jaled Said -lo que desat¨® todo un movimiento de solidaridad, germen de la actual protesta-, decenas de miles de funcionarios de la ense?anza y de la sanidad se declararon tambi¨¦n en huelga. La protesta social ha prendido en un pa¨ªs cuyo 70% de la poblaci¨®n tiene menos de 30 a?os y accede a un mercado de trabajo colapsado.
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