El dopaje y la barra libre
No hace falta recurrir a la "impensable" (sic) aunque pensada y practicada extirpaci¨®n del pericardio en animales que nos sugiere en su art¨ªculo Extirpemos el pericardio a los atletas el profesor L¨®pez Calbet (EL PA?S, 5 de febrero de 2011) para concluir que quienes pudieran someterse a ella, frente a otros atletas que no tuvieran esa oportunidad, tendr¨ªan una ventaja fisiol¨®gica decisiva. Esas ventajas existen ya y pueden resultar igualmente determinantes e injustas por la desigualdad en su acceso e igualmente poco recomendables desde el punto de vista de la protecci¨®n de la salud: infiltraciones para recuperar articulaciones maltrechas, c¨¢maras hipob¨¢ricas, o suplementos como la creatina, son todos m¨¦todos permitidos con los que aumentamos nuestra capacidad y sobre las que no estamos siempre seguros de que no entra?en riesgos. Muchas pr¨¢cticas hoy consideradas dopantes, desarrolladas bajo supervisi¨®n m¨¦dica y no clandestinamente, no comprometen gravemente la salud del deportista y no frustran el esp¨ªritu deportivo, ni el prop¨®sito del deporte, si son universalmente accesibles y no eliminan completamente el esfuerzo "humano".
Esa es la tesis que hemos defendido recientemente (EL PA?S, 28 de enero de 2011) y no la "barra libre". Bajo tales condiciones, el dopaje no da?a a nadie, y menos a¨²n a terceros, como s¨ª da?a el que un conductor circule bajo los efectos del alcohol. Muchas de las sustancias y productos demonizados cuando se utilizan para mejorar el rendimiento deportivo, tienen usos m¨¦dicos indicados para paliar y tratar muchas patolog¨ªas. Si se considera que a partir de un cierto nivel de hematocrito peligra la salud del individuo, lo cual es indudable: ?qu¨¦ relevancia puede tener que se haya conseguido mediante una autotransfusi¨®n controlada o durmiendo con baja presi¨®n atmosf¨¦rica?
La lucha contra el dopaje, en su actual "carrera de la reina roja", no va bien cuando compromete de modo tan profundo ciertos derechos b¨¢sicos -entre otros, tener que demostrar la propia inocencia y poder ser castigado sin siquiera culpa- y la autonom¨ªa personal de los deportistas profesionales: la capacidad de consentir la asunci¨®n de ciertos riesgos. Ciertas disciplinas deportivas, practicadas al nivel m¨¢ximo, son menos peligrosas que muchos oficios o estilos de vida que aceptamos legal y moralmente. Si no queremos que lo sean en absoluto, prohib¨¢moslas definitivamente y dejemos de hacernos trampas (al solitario).
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