Una cu?a al final de Barcelona
El nuevo icono de la ciudad destaca por su asombrosa levedad
El primer rascacielos al otro lado de la Diagonal, en la acera opuesta a la que ocupan la Torre Agbar, de Jean Nouvel, o la Me, de Dominique Perrault, se levanta frente al mar y marca el final de Barcelona y el principio del municipio vecino de Sant Adri¨¢ del Bes¨®s.
Su arquitecto, Enrique Massip, explica que con la Torre Diagonal Zero Zero de Telef¨®nica busc¨® romper la l¨ªnea dura que los responsables del urbanismo de la zona hab¨ªan dibujado para la segunda fila de edificios frente a la costa. Quiso hacer una "torre contextual que respondiera a la naturaleza variada de los edificios del barrio". Por eso desgaj¨® en varios cuerpos lo que al principio iba a ser un hotel. El despliegue gan¨® el concurso, pero hoy su planta trapezoidal acerca el inmueble al m¨ªtico Flat Iron que Daniel Burhnam levant¨® en Nueva York. El parentesco con el primer rascacielos de Manhattan no es un capricho. Aqu¨ª tambi¨¦n es la forma del solar -dibujado por el cruce de calles- la que ha perfilado la planta de este prisma trapezoidal agudo. Sin embargo, es la levedad de un sistema constructivo realizado por Massip y Julio Mart¨ªnez Calz¨®n lo que hace pensar m¨¢s en el futuro que en el pasado ante esta torre de 110 metros de altura y 25 plantas. El de Telef¨®nica es un Flat Iron para el siglo XXI.
Su planta trapezoidal acerca el inmueble al m¨ªtico Flat Iron de Nueva York
En el tiempo pasado entre que Massip gan¨® el concurso y se puso la primera piedra, el promotor hotelero original se retir¨® del proyecto. Y Telef¨®nica adquiri¨® el inmueble reduciendo su superficie y cambi¨® su uso: ser¨¢n las oficinas de la compa?¨ªa y una gran tienda urbana. De esta manera, el icono se acerca a la calle: "La marca urbana se convierte en un edificio permeable, semip¨²blico", contin¨²a el arquitecto. "Los antiguos quiebros que buscaban dialogar con las edificaciones del barrio est¨¢n ahora dentro, rompiendo los forjados de losa de hormig¨®n para dejar libres atrios internos que se adaptan a los usos de las oficinas. As¨ª, el edificio parece sencillo y leve, pero simplemente dulcifica la complejidad, la limpia al hacerla visible: engullendo su antigua forma externa se ha adaptado a los nuevos usos.
Hoy el rascacielos es un volumen envuelto en un muro cortina serigrafiado -para mantener el control solar- que se lee sereno y parece ligero. Esa levedad lo hace participar del idioma de su ¨¦poca. Y convierte su estructura en un enigma y en una decoraci¨®n. Se trata de un n¨²cleo central reforzado por un sistema de perfiles telesc¨®picos de aluminio en el per¨ªmetro. Una estructura exterior de bamb¨²s met¨¢licos abraza el muro cortina. El entramado de ca?as var¨ªa seg¨²n las necesidades de cada planta del edificio: es m¨¢s denso en la parte baja y, como los ¨¢rboles, se aligera en las alturas.
"La forma externa y la visi¨®n lejana responden a la ciudad. La visi¨®n cercana y las formas internas, a las funciones del edificio", explica el arquitecto Enrique Massip. El mensaje es el mismo que el del edificio que gan¨® el concurso. Pero el inmueble es otro, flexible -con plantas di¨¢fanas-, elegante y, seguramente, demasiado expuesto al sol.
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