Libreros
No hay nada que me ponga de mejor humor que una buena caminata por Madrid. As¨ª que aprovechando que el tren me deja en Atocha empiezo a andar hacia mi casa disfrutando del sol que milagrosamente atraviesa la famosa boina negruzca que nos est¨¢ intoxicando. Me dirijo hasta Cibeles por el paseo del Prado, de Cibeles a Sol, y como no voy muy cargada callejeo por los alrededores de la plaza par¨¢ndome en los escaparates de los comercios de toda la vida, en las librer¨ªas cuyo tes¨®n burla esta ¨¦poca de quita y pon en que no nos da tiempo de familiarizarnos con nada. Precisamente regreso de Ja¨¦n, m¨¢s concretamente de Linares, de asistir a la entrega del Premio al Librero Cultural de 2010 otorgado por la CEGAL (Confederaci¨®n Espa?ola de Gremios y Asociaciones de Libreros), que reconoce la difusi¨®n de la lectura dentro y fuera de las paredes de la librer¨ªa. La premiada se llama Entre-Libros, y tendr¨ªan que conocer a Javier Soler, el librero, tendr¨ªan que conocer sus iniciativas y creatividad para contagiar el gusto por la lectura a los peque?os y a los grandes, a los cercanos y a los lejanos, para darse cuenta de que cada librer¨ªa tiene una historia de insistencia y resistencia. Porque el librero es un creyente que vive en la frontera entre las palabras y los n¨²meros, entre los escritores y los lectores, entre la realidad pura y dura y la irrealidad de sue?os atrapados entre las tapas de un libro.
El librero es un creyente que vive en la frontera entre las palabras y los n¨²meros
Como escritora, cuando hablo con un librero tengo la sensaci¨®n de estar ante el or¨¢culo de la verdad. Primer pensamiento: ?le pregunto qu¨¦ tal va mi novela? Segundo pensamiento: mejor no arriesgarse. Si me dice que muy bien me quedar¨¢ la duda de que quiera alegrarme el d¨ªa. Si me dice que mal, me lo amargar¨¢, y si dice "el panorama est¨¢ muy flojo en general" me dejar¨¢ hecha polvo porque preferir¨ªa o¨ªr "el panorama est¨¢ muy flojo, menos tu novela que va como un tiro, gracias a ti nos estamos salvando de la crisis", palabras m¨¢gicas, tan m¨¢gicas como las de las p¨¢ginas que contra viento y marea se intenta que valgan su peso en entusiasmo y, a poder ser, tambi¨¦n en euros.
El cara a cara entre escritor y librero est¨¢ lleno de matices que solo los implicados comprenden. Por supuesto el librero siempre est¨¢ a favor del escritor, es su c¨®mplice natural, es quien pasa la imaginaci¨®n del escritor a la imaginaci¨®n del lector, pero el escritor no puede olvidar que cuando el librero le mira a los ojos esa mirada sabe muchas cosas. Sabe c¨®mo est¨¢ funcionando su libro, conoce las reacciones de los lectores de primera mano y las de otros autores que pasan por all¨ª, oye comentarios. Por eso, en esa mirada del librero, el escritor necesita leer cu¨¢nto est¨¢ dispuesto a apostar por ¨¦l, cu¨¢nto tiempo lo mantendr¨¢ en la mesa de novedades. ?Me colocar¨¢ en el escaparate? Al escritor le gustar¨ªa meterse en el cerebro del librero para comprender por qu¨¦ pone unos libros aqu¨ª y otros all¨¢ al fondo, le ser¨ªa muy ¨²til conocer sus caprichos, man¨ªas, obsesiones, fobias, filias. Le gustar¨ªa dirigirle telep¨¢ticamente y convencerle de que su libro se merece un buen mont¨®n, una torre, a la entrada, un altarcillo, algo.
Pero es complicado porque el librero no es solo un vendedor, del mismo modo que un libro no es solo mercanc¨ªa. Lo m¨¢s parecido a una librer¨ªa es una farmacia. La farmacia del esp¨ªritu, de la mente, del ¨¢nimo. E igual que al farmac¨¦utico le preguntamos por una pomada para el orzuelo, al librero le preguntamos por una historia contra la melancol¨ªa o, al contrario, que nos ponga un poco melanc¨®licos, un poco rom¨¢nticos, que nos haga viajar del verano al oto?o en dos o tres d¨ªas. Y cu¨¢ntas veces un libro es la mejor pastilla. El librero prescribe, orienta, le echa un vistazo a nuestra sensibilidad y nos pone en la mano el remedio. Como los bibliotecarios. El bibliotecario disfruta cuando ve aparecer al mismo sujeto por segunda o tercera vez. Otro m¨¢s cazado por la lectura.
La biblioteca es ese lugar donde todo el mundo cabe, donde todos los libros tienen sitio. Donde uno lee lo que ya han le¨ªdo otros, donde se pasa la mano por donde la han pasado otros y, a veces, se pregunta qu¨¦ habr¨¢n sentido ante estas mismas p¨¢ginas. Mira las fechas de los pr¨¦stamos. A veces se encuentra alg¨²n subrayado. ?Por qu¨¦ habr¨¢ se?alado esta palabra, qu¨¦ significar¨ªa para ¨¦l o para ella?
Y as¨ª, entre preguntas y el recuerdo de Linares, llegu¨¦ a casa. Qu¨¦ bien lo hab¨ªa pasado.
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