La Europa de Carlos V y la nuestra
A la hora de evocar la vasta trayectoria vital del emperador Carlos V, que encontr¨® en el monasterio de Yuste reposo para su cuerpo fatigado y serenidad para su esp¨ªritu creador, elegir¨ªa aquella fase de su vida que se encuentra entre la Borgo?a inicial y la Hisp¨¢nica final. Por una raz¨®n: fue un momento de magn¨ªfica expresi¨®n de la cultura europea producida bajo su reinado y en ambientes protegidos por ¨¦l.
Carlos V fue el primer monarca que sacrific¨® en cierta manera los intereses nacionales en beneficio de la colectividad, de la pol¨ªtica internacional y luch¨® por reconciliar antagonismos. Pero fue m¨¢s que eso: creo que constituy¨® el ¨²ltimo momento de una Europa pol¨ªtica que debe servirnos de inspiraci¨®n a la que ahora pretendemos construir.
Un Mediterr¨¢neo pujante, moderno y en paz nos interesa a todos
Seamos imaginativos para seguir construyendo Europa
A?os en los que se desplegaron las ideas que Erasmo de Rotterdam hab¨ªa escrito en su Formaci¨®n del pr¨ªncipe cristiano para el joven Carlos, donde se subrayan los valores de la equidad social, la prudencia y, de forma muy contundente, el amor por la paz.
O aquellas otras de Juan Luis Vives donde afirmaba que las soluciones morales deben ser colectivas, ya que las individuales son insuficientes. Pero a su vez reconoc¨ªa que la equidad exige el reconocimiento de particularidades y personalidades propias.
Llamar a Erasmo holand¨¦s o a Vives espa?ol es una manera de hablar para entendernos hoy, pero no refleja la complejidad de identidades de aquella ¨¦poca, anterior a la consolidaci¨®n del Estado naci¨®n, y quiz¨¢ por ello, di¨¢fanamente europea, virginalmente europea, si se me permite.
M¨¢s que considerarse Rey de Espa?a o querer avanzar hacia la construcci¨®n del Estado-naci¨®n -que no admite l¨ªmite alguno a su soberan¨ªa y que pretende regir una sociedad culturalmente homog¨¦nea- se consideraba por encima de todo emperador. Los historiadores han dicho que su visi¨®n del imperio/cristiandad tiene mucho de medieval. Y, sin embargo, vi¨¦ndolo desde el prisma de alguien que, como yo, ha dedicado buena parte de su vida a la construcci¨®n europea, pienso que tambi¨¦n podr¨ªa interpretarse como posnacional.
Algunas de estas ideas resuenan hoy en muchos de nosotros.
Vivimos hoy, o quisi¨¦ramos vivir, una ¨¦poca que, reconociendo la validez del Estado-naci¨®n, fuera a su vez superadora del mismo.
Estos conceptos coinciden en el proyecto europeo. Una forma voluntaria de transferencia de soberan¨ªa que ha sellado la paz entre nosotros durante m¨¢s de 60 a?os. Una asociaci¨®n de pa¨ªses que deciden compartir soberan¨ªa libremente, no por las armas.
La Uni¨®n Europea es un pro
-ceso permanente de profundizaci¨®n de esta idea fundamental. Precisamente, el objetivo de los padres fundadores de la Uni¨®n Europea al iniciar este viaje colectivo. Un viaje cuyo destino final no estaba escrito. Porque eso es la Uni¨®n. Un viaje constante de profundizaci¨®n, ampliaci¨®n y reforma. Un proceso que debe adaptarse al paisaje cambiante del mundo en que cada momento nos toca vivir.
Pero siempre avanzando, hacia m¨¢s integraci¨®n, m¨¢s Europa.
Estamos viviendo un tiempo de enormes transferencias de poder en el mundo. Como consecuencia de ello, se produce una desoccidentalizaci¨®n del centro de gravedad global y la emergencia de pa¨ªses con cosmovisiones diferentes con los que no solo tendremos que cooperar, sino tambi¨¦n construir un futuro en com¨²n.
Y todo ello, a un ritmo fren¨¦tico y sin acabar de salir de una crisis econ¨®mica de profundidad extrema.
Hay quienes solo quieren o saben lamentarse por ello. No debiera ser esa nuestra actitud. Al contrario. Si el paisaje que nos rodea acelera su cambio, m¨¢s r¨¢pido debiera ser el nuestro. No hay tiempo que perder si queremos, y ?c¨®mo no lo vamos a querer!, seguir jugando el papel que nos corresponde en el mundo de hoy.
El Tratado de Lisboa lleg¨® ya con retraso y se dir¨ªa que fue ajeno a la crisis econ¨®mica que se anunciaba. Es imprescindible ganar el tiempo perdido y completar la integraci¨®n en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica econ¨®mica. Mucho se ha hecho y se est¨¢ haciendo en los ¨²ltimos Consejos Europeos; mas no podemos caer en la autocomplacencia.
Pero aun cuando hay cosas que a m¨ª personalmente no me atraen de c¨®mo se ha gestionado la crisis, s¨ª estoy seguro de que saldremos de ella con m¨¢s integraci¨®n. M¨¢s adaptados para enfrentarnos con los problemas de estos tiempos.
Las adaptaciones pueden no ser f¨¢ciles. Institucionalmente y en los Estados miembros. Pero son imprescindibles si no se quiere perder el paso. Lo sabemos bien los espa?oles.
Se trata, pues, de poner en marcha, con la mayor brevedad posible, las oportunidades y herramientas que nos brinda el Tratado de Lisboa.
Se trata de cambiar nuestra mentalidad, acostumbrados como est¨¢bamos a que los procesos de integraci¨®n vinieran de la mano de cambios institucionales.
Y se trata de continuar avanzando en la profundizaci¨®n de la ciudadan¨ªa europea.
Es aqu¨ª precisamente donde radica nuestra responsabilidad, la de los universitarios, investigadores, empresarios, organizaciones no gubernamentales, mundo de la cultura, medios de comunicaci¨®n.
En suma, crear una sociedad civil europea en la que, como en el caso de Erasmo o Juan Luis Vives en tiempos de Carlos V, denominarnos por nuestro lugar de nacimiento no sea m¨¢s que una manera de entender el ser europeo.
Actuar en el mundo es tambi¨¦n nuestra obligaci¨®n. Estos d¨ªas asistimos a un movimiento espont¨¢neo y vibrante de reivindicaciones leg¨ªtimas, pol¨ªticas y econ¨®micas en pa¨ªses a los que nos unen tantas cosas en el Mediterr¨¢neo.
No podemos desviar la mirada. No podemos ser ajenos a esos movimientos. Debemos acompa?ar a sus ciudadanos en el proceso de recuperaci¨®n de sus derechos leg¨ªtimos. Es mucho lo que est¨¢ en juego. Son nuestros vecinos. Hemos trabado con ellos una relaci¨®n euromediterr¨¢nea desde hace a?os. No cabe ahora otro camino que profundizarla.
La fecha de caducidad que inexorablemente acaba por llegar a los reg¨ªmenes que no respetan las aspiraciones de sus ciudadanos ha sonado de manera ensordecedora.
Un Mediterr¨¢neo pujante, moderno y en paz nos interesa a todos.
Hay un atinado pensamiento de Einstein que dice: "en los momentos de crisis solo la imaginaci¨®n es m¨¢s importante que el conocimiento". Seamos imaginativos para seguir construyendo este maravilloso proyecto que es Europa.
Este texto es la adaptaci¨®n del discurso pronunciado por Javier Solana el pasado viernes, 11 de febrero, en Yuste, al recibir el Premio Europeo Carlos V de manos del Pr¨ªncipe de Asturias.
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