No llores por ellas
Sol¨ªa ser a fin de mes, despu¨¦s de las Navidades o de otra ocasi¨®n ligada a lo que en mi familia llam¨¢bamos gastos extraordinarios. Sac¨¢bamos peri¨®dicos viejos y con ellos envolv¨ªamos "la plata"; viejos candelabros y bandejas recibidas en herencia. Cog¨ªamos el metro y nos acerc¨¢bamos al Monte de Piedad de La Caixa, en la V¨ªa Laietana de Barcelona. Con el fruto del empe?o en billetes de 100 pesetas, volv¨ªamos a casa. Ten¨ªamos unos meses para pagar y recuperar la plata. Y si no, pues qu¨¦ se le iba a hacer.
Es una historia nost¨¢lgica, envuelta en ese olor de naftalina t¨ªpico de los a?os cincuenta. Igual que toda esta a?oranza que les ha cogido a algunos frente a la l¨®gica, aunque tard¨ªa, reforma de las cajas de ahorros. Es verdad, ¨ªbamos al Monte, como tantas otras familias de pocos posibles o venidas a menos, porque en los bancos no nos hubieran prestado las 2.000 pesetas que necesit¨¢bamos. Los peque?os pr¨¦stamos y el empe?o eran cosa de las cajas de ahorros. Ya no lo son, ya no lo eran, desde hace d¨¦cadas. Los tiempos han cambiado; bancos y cajas viven del mismo negocio.
Lo que deber¨ªa preocuparnos son las cajas que necesitar¨¢n que el FROB las rescate
Las cajas y sus montes de piedad nacieron en el siglo XVIII, fruto del esp¨ªritu franciscano y de la beneficencia. La pionera en Espa?a fue Caja Madrid. Ahora ha sido la tercera, tras CatalunyaCaixa y La Caixa, que anuncia su intenci¨®n de salir a Bolsa. Pero fue a principios del siglo XX, cuando las entidades de ahorro comenzaron a diversificarse. Ilustres burgueses, prohombres adelantados a su tiempo, entendieron que si quer¨ªan impedir las revueltas obreras y frenar el auge del sindicalismo deb¨ªan dar cobertura social a los trabajadores. Fundaron cajas de ahorros para hacerles cartillas de jubilaci¨®n. As¨ª naci¨®, en 1904, la Caja de Pensiones para la Vejez de Catalunya y Baleares, que se convertir¨¢ en banco con el nombre de Caixabank.
Desde la reforma de Enrique Fuentes Quintana en 1977 las cajas realizaban cualquier negocio financiero. Pod¨ªan abrir oficinas por todo el territorio espa?ol, incluso comprar bancos; dar pr¨¦stamos, sindicar cr¨¦ditos, realizar emisiones, vender fondos... y, aunque algunos nost¨¢lgicos lo hayan olvidado, cobrar comisiones como un banco cualquiera.
Quedaban dos importantes peculiaridades: las cajas no pod¨ªan capitalizarse acudiendo al mercado y su estructura de gobierno era bien distinta. Mientras que los bancos son de sus accionistas y, en consecuencia, las juntas generales aprueban los resultados y la gesti¨®n, las cajas est¨¢n gobernadas por asambleas surgidas de entidades fundadoras, diputaciones, clientes, Ayuntamientos, sindicatos y otras organizaciones.
Tanto la OCDE, como la Comisi¨®n Europea y el Banco de Espa?a, hab¨ªan advertido de la fragilidad de las cajas; pero han sido la crisis econ¨®mica y el derrumbe del ladrillo los que han precipitado el cambio. Hubiera sido mejor, como tantas otras cosas, haber modificado antes la Ley de Cajas, dotando de instrumentos de capitalizaci¨®n y tambi¨¦n de m¨¢s transparencia a esas entidades. En los ¨²ltimos tiempos hab¨ªan ido perdiendo independencia. Ning¨²n Gobierno aut¨®nomo, diputaci¨®n o partido pol¨ªtico, ni Iglesia ni sindicatos, quer¨ªan renunciar a un instrumento que les permit¨ªa financiar proyectos, poco viables, pero que aportaban votos y beneficios colaterales. El aumento de la morosidad y unos balances repletos de activos inmobiliarios invendibles han dado al traste con la tradicional solvencia de las cajas. No son m¨¢s de cinco las que superan el ratio de core capital (recursos capaces de absorber p¨¦rdidas) del 8% que exige Europa.
Una de las primeras que ha anunciado su inter¨¦s en acogerse a la nueva legislaci¨®n es La Caixa, la tercera entidad financiera espa?ola (detr¨¢s del Banco de Santander y del BBVA). Por solvencia es, junto con las cajas vascas e Ibercaja, la que menos lo necesita; pero gracias a la reforma, podr¨¢ crecer, buscar capital y salir de compras.
Con la reconversi¨®n se perder¨¢, dicen los nost¨¢lgicos, la actividad social y cultural. Al carecer de accionistas, deb¨ªan dedicar un m¨ªnimo del 50% de sus beneficios a reforzar capital y otro porcentaje del resultado (no m¨¢s del 25%) a la Obra Social. Sin embargo, en los ¨²ltimos cinco a?os, con la ca¨ªda del beneficio, sus presupuestos sociales se han reducido considerablemente. Hace un siglo, organizaban homenajes a la vejez y levantaban hospitales para tuberculosos. Posteriormente, con la democracia y el Estado de bienestar, se dedicaron a organizar exposiciones de arte, edificar museos o contribuir a proyectos educativos y cient¨ªficos. Actividades encomiables, pero similares a las que realizan tambi¨¦n las fundaciones de los bancos.
No lloren por la Obra Social. Nada impide que las nuevas entidades puedan seguir contribuyendo a la mejora de la sociedad. Tampoco lloren por las cajas que desaparezcan; las mejores se convertir¨¢n en bancos, ser¨¢n m¨¢s solventes y sus clientes tendr¨¢n los dep¨®sitos en lugar seguro, primera y m¨¢s importante misi¨®n. Por el contrario, deber¨ªan preocuparnos esas otras cajas que, tras a?os de mala gesti¨®n, ser¨¢n incapaces de atraer inversores y necesitar¨¢n que el Fondo de Reestructuraci¨®n Ordenada Bancaria (FROB) les rescate. Se necesitar¨¢n entre 22.000 millones de euros, seg¨²n el Gobierno, y 80.000 millones, seg¨²n los expertos. M¨¢s d¨¦ficit p¨²blico. ?Vale la pena? Solo en los casos que de la nacionalizaci¨®n surjan entidades fuertes e independientes, capaces de sobrevivir en el siglo XXI.
Rosa Cullell es periodista.
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