Fantasmas abrigados, personas solas
La anciana hace ganchillo laboriosamente en alg¨²n lugar de Estados Unidos en 1943. Un visitante se acerca a ella y le pregunta: "?C¨®mo est¨¢ Walt?". La abuela responde inmediatamente y sin dudarlo: "Prisionero de guerra en Alemania". El visitante queda perplejo e insiste, extra?ado: "?En Alemania? Cre¨ª que estaba en el Pac¨ªfico". "?Ah!", responde la vieja, "se refiere usted a aquel Walt. ?Por qu¨¦ no lo ha dicho? Cre¨ª que se refer¨ªa a Walt". Este Walt al que la mujer reconoce como "Walt a secas" o "Walt por excelencia" es un personaje radiof¨®nico de un serial de gran ¨¦xito entre la audiencia (Porcia se enfrenta a la vida), el periodista enamorado secretamente de la protagonista y que la ayuda en su lucha contra el crimen. Para estas "viejas damas solitarias" (que Anders ve como t¨¦tricas parcas tejedoras de espectros), como para tantos otros solitarios del mundo desde entonces, este ente de ficci¨®n y muchos de su clase forma parte de la familia, de las preocupaciones y de los sentimientos con mucha m¨¢s intensidad y permanencia que cualquiera de los vecinos de carne y hueso, incluyendo a ese pobre Walt que hace la guerra en el Pac¨ªfico. Anders utiliza esta an¨¦cdota para ilustrar el modo en que el mundo se ha ido poblando de fantasmas adictivos que, al mismo tiempo que ocupan el lugar de las personas, destierran nuestro propio ser personal a un lugar tan lejano como el paradero de "aquel Walt". "Para sus fantasmas confeccionan guantes en invierno; incluso si hay un baby fantasma se amontonan en las emisoras de radio paquetes llenos de pa?ales, chaquetas y gorritos de ganchillo". Y mientras los fantasmas est¨¢n cada vez m¨¢s abrigados y las personas cada vez m¨¢s solas, nos indignamos ante los sacrificios ofrecidos en otros tiempos a dioses cuya crueldad nos espanta, sin comprender que esas prendas apiladas para vestir a ni?os inexistentes, junto con los sentimientos prefabricados que las tejieron, son un sacrificio igualmente brutal y constituyen la misma ofensa contra la dignidad humana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.