Vistas y v¨ªsperas

Agujas, valles y cuevas terciarias contribuyen a configurar el conglomerado geol¨®gico de Montserrat, el santuario espiritual y cultural emblem¨¢tico de Catalu?a. Al amparo de la Moreneta, una Virgen rom¨¢nica de finales del siglo XII, la comunidad benedictina que fundara el obispo Oliva practica el ora et labora a la moderna, es decir, gestionando un emporio tur¨ªstico sin parang¨®n en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Adem¨¢s de una biblioteca portentosa con m¨¢s de 300.000 vol¨²menes, un museo con momias egipcias y destacados artistas catalanes, una escolan¨ªa de ni?os cantores considerada la m¨¢s antigua de Occidente, una editorial (Pamsa) en lengua catalana, un tren cremallera de acceso a la abad¨ªa y dos funiculares que comunican las cimas neur¨¢lgicas de este formidable macizo rocoso, los monjes montserratinos dirigen una hospeder¨ªa de ac¨®litos, unos apartamentos tur¨ªsticos para familias religiosas y un hotel que comparten por igual escapados de la ciudad en fines de semana y grupos del Imserso a todas horas.

El Abat Cisneros, que as¨ª se llama el establecimiento en recuerdo del sobrino del cardenal Cisneros, necesita un repaso que los monjes no se atreven a acometer por temor a frivolizar con la supuesta religiosidad del lugar. Y, sin embargo, si de algo peca el hotel es de poco austero, ya que tanto el dise?o del edificio como el de sus interiores sigue la pauta de los hoteles playeros de los a?os sesenta. Impecable, eso s¨ª, la limpieza de sus instalaciones y la amabilidad personal del servicio, a cargo de Carles Cabot, que lo aprendi¨® todo durante su anterior etapa profesional en Paradores de Turismo.

El lugar acoge, pero no sobrecoge. Abriga, pero no abraza. Ofrece unas vistas magn¨ªficas de la monta?a y el valle del Llobregat, aunque impone en un primer plano la monumental bas¨ªlica de Montserrat, ejemplo de arquitectura franquista a cargo de Francesc Folguera.

Sin duda, lo mejor de la estancia es desayunar en el comedor instalado donde las antiguas caballerizas, resguardado por una b¨®veda de ladrillos e iluminado por una bater¨ªa de aberturas laterales a guisa de lucernas. El men¨² es razonable, sin que quepa esperar platos caseros ni propuestas muy elaboradas. Pero es un buen preludio para una excursi¨®n recomendable por los alrededores que se puede emprender con gu¨ªas titulados del museo. A las siete menos cuarto de la tarde esperan las v¨ªsperas cantadas en gregoriano por los monjes. Y un consejo final: el aparcamiento para veh¨ªculos est¨¢ lejos del hotel, por lo que conviene subir en el tren de cremallera. El trayecto desde la estaci¨®n de Monistrol Villa dura 13 minutos inolvidables.