Tres tramas en la sombra

Tres d¨¦cadas m¨¢s tarde, la intentona golpista del 23-F que desbarat¨® el Rey todav¨ªa se resiste a ser enterrada para la historia con la losa de una interpretaci¨®n definitiva. Aunque los hechos han quedado esclarecidos en su casi totalidad, las ¨²ltimas versiones publicadas divergen en funci¨®n del ¨¦nfasis con que se subraya la importancia del papel desempe?ado por cada una de las tramas que convergieron aquel d¨ªa. ?Fue fundamentalmente un tejerazo improvisado, un audaz golpe de mano llevado a cabo por elementos espont¨¢neos, o un pronunciamiento militar que se sirvi¨® de la acci¨®n detonante de los primeros? Y en la intenci¨®n de algunos de los protagonistas, ?no se trataba de una operaci¨®n pol¨ªtica estancada en la v¨ªa parlamentaria que qued¨® desvirtuada al tratar de imponerla por la presi¨®n de las armas?

La idea de 1980 fue que Su¨¢rez fuera removido con una moci¨®n de censura y sustituido por un militar mon¨¢rquico

Milans se erigi¨® en jefe de la conspiraci¨®n, congel¨® las operaciones en marcha y las supedit¨® a la soluci¨®n 'Armada'

Armada se mostr¨® bien dispuesto a "sacrificarse" y a presidir, llegado el caso, un Gobierno de concentraci¨®n

Alfonso Armada, "espa?ol, cat¨®lico, apost¨®lico, romano y mon¨¢rquico", dice que todav¨ªa no entiende por qu¨¦ le acus¨® el Rey

El factor sorpresa permiti¨® a Tejero ocupar el Congreso porque el Gobierno lo ignoraba todo. ?Tambi¨¦n el Cesid?

Armada: "Yo propon¨ªa una Espa?a con autonom¨ªa administrativa, como dec¨ªa el testamento de Franco, pero no 17 autonom¨ªas"

La dimisi¨®n de Su¨¢rez desactiv¨® la operaci¨®n, pero cre¨® las circunstancias objetivas que estimulan a los golpistas

Est¨¢ suficientemente acreditado que a finales de 1980 hab¨ªa una operaci¨®n pol¨ªtica en marcha inspirada en los negros presagios sobre el futuro inmediato de Espa?a que el presidente de la Generalitat de Catalu?a, Josep Tarradellas, ven¨ªa realizando desde su regreso del exilio. Esa operaci¨®n, avalada o auspiciada por el Rey, contaba tambi¨¦n con la conformidad de algunos dirigentes del PSOE, PCE, Alianza Popular (AP) y de la propia Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD) gobernante, que tem¨ªan que la grave situaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica del momento desembocara en un golpe de Estado y que la democracia volviera a ser, como tambi¨¦n dijo Adolfo Su¨¢rez en su discurso de dimisi¨®n, "un par¨¦ntesis en la historia de Espa?a". La idea era remover al presidente Su¨¢rez con una moci¨®n de censura que contara con el respaldo de la oposici¨®n y del sector de UCD liderado por Miguel Herrero de Mi?¨®n. Se trataba de formar un Gobierno de concentraci¨®n para llevar a cabo el "golpe de tim¨®n" propuesto por Tarradellas: superar la crisis econ¨®mica, combatir a ETA, corregir el rumbo del proceso auton¨®mico -"corremos el riesgo de que el Estado se vaya por el sumidero", hab¨ªa dicho el propio presidente de la Generalitat- y enfriar los ¨¢nimos golpistas latentes en los cuarteles de los que el Rey, como jefe de las Fuerzas Armadas, ten¨ªa constancia.

Ese Gobierno deb¨ªa estar presidido por un militar para apaciguar a los sectores m¨¢s encrespados del Ej¨¦rcito y transmitir a la sociedad un mensaje de firmeza. Y ese militar deb¨ªa ser mon¨¢rquico, ya que hab¨ªa que asegurarse de que, a la vuelta de dos o tres a?os, dejar¨ªa su puesto a indicaci¨®n del Rey. Durante alg¨²n tiempo, la duda estuvo en el nombre del pretendido mirlo blanco militar. El jefe de la Casa del Rey, Sabino Fern¨¢ndez Campo, fue considerado candidato potencial, pero al final se opt¨® por un perfil menos jur¨ªdico y m¨¢s militar. El elegido, Alfonso Armada, antiguo preceptor del Rey y hombre que beb¨ªa los vientos por el Monarca, hab¨ªa luchado con la Divisi¨®n Azul en el frente de Rusia y era amigo del capit¨¢n general de Valencia, Jaime Milans del Bosch, el otro alto militar de m¨¢s declarada pasi¨®n mon¨¢rquica. Milans no disimulaba su irritaci¨®n por el rumbo pol¨ªtico del pa¨ªs y hab¨ªa llegado a insinuar que convendr¨ªa "hacer algo", antes de que le llegara su pase a la reserva, en marzo de 1981.

El Rey necesitaba devolver a Madrid al general Armada, en un puesto visible y de rango superior al que ocupaba como gobernador militar de Lleida y jefe de una divisi¨®n de monta?a, lo que implicaba vencer la resistencia del Gobierno. El antiguo preceptor del Rey hab¨ªa tenido que dejar su cargo de secretario de la Casa del Rey porque Adolfo Su¨¢rez y el vicepresidente Manuel Guti¨¦rrez Mellado pensaban que ejerc¨ªa una influencia negativa sobre el Monarca. La pluma que 12 a?os atr¨¢s hab¨ªa redactado la carta con la que el entonces pr¨ªncipe Juan Carlos comunic¨® a Franco su disposici¨®n a saltarse a su padre en la l¨ªnea sucesoria no parec¨ªa darse cuenta de que el ni?o hab¨ªa crecido y era el Rey. Pero en el oto?o de 1980, preocupado, alarmado m¨¢s bien, por la situaci¨®n, el Monarca normaliz¨® los contactos con su antiguo preceptor, que no renunciaba a recuperar el favor real. Armada se comprometi¨® a tenerle al tanto de los movimientos en el Ej¨¦rcito y se mostr¨® bien dispuesto a "sacrificarse" y a presidir, llegado el caso, un Gobierno de concentraci¨®n.

Concebida como alternativa para una situaci¨®n de emergencia -algunos l¨ªderes exageraron la gravedad del momento de cara a poder justificar ante sus bases la eventual elecci¨®n de un militar como presidente-, la Operaci¨®n Armada entr¨® a partir de entonces en fase de efervescencia. Durante los meses previos al 23-F, el gobernador militar de Lleida se ocup¨® de tomar la temperatura a los pol¨ªticos: mantuvo m¨¢s de un centenar de encuentros con personas relevantes, al tiempo que la situaci¨®n de Su¨¢rez se hac¨ªa insostenible. Su¨¢rez conoc¨ªa las cr¨ªticas del Rey a su gesti¨®n, pero no dimiti¨® por eso, ni por el conocimiento de un golpe en ciernes.

El primer aldabonazo de que iba camino de convertirse en cad¨¢ver pol¨ªtico le lleg¨® a Su¨¢rez de sus propias filas con el nombramiento de Miguel Herrero de Mi?¨®n como portavoz parlamentario de UCD. Era la se?al de que la moci¨®n de censura contra ¨¦l estaba pr¨®xima y contar¨ªa con el respaldo de un sector de su partido. El segundo aldabonazo fue constatar el empe?o real en nombrar a Armada segundo jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito. Su¨¢rez comprendi¨® que la operaci¨®n Gobierno de concentraci¨®n con general al frente estaba lanzada y que la tenaza creada en torno a ¨¦l empezaba a cerrarse. Valeroso como era, todav¨ªa pens¨® en quemar un ¨²ltimo cartucho y reivindicarse ante el congreso de su partido en Palma de Mallorca, pero el aplazamiento del acto, obligado por una huelga de controladores a¨¦reos, le llev¨® a arrojar la toalla. El 29 de enero dimiti¨® con el prop¨®sito de arrumbar as¨ª la Operaci¨®n Armada y darle la alternativa sucesoria a su vicepresidente para Asuntos Econ¨®micos, Leopoldo Calvo Sotelo, que fue elegido candidato a la presidencia por UCD el 6 de febrero, en medio de una fort¨ªsima divisi¨®n interna.

Con el presidente en situaci¨®n de dimisionario, la decisi¨®n del ministro de Defensa y hombre de su confianza, Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, de aceptar la sugerencia de La Zarzuela para nombrar a Armada segundo jefe del Ej¨¦rcito le llen¨® de inquietud. "Rodr¨ªguez Sahag¨²n nos pregunt¨® a Javier Calder¨®n (secretario general del servicio de informaci¨®n Cesid en el 23-F) y a m¨ª por Alfonso Armada, y le dijimos que era un tipo estupendo y un buen jefe", se?ala hoy Florentino Ruiz Platero, coronel de Artiller¨ªa ya retirado. Calder¨®n y ¨¦l formaron parte del grupo de militares de confianza de Manuel Guti¨¦rrez Mellado, a los que Rodr¨ªguez Sahag¨²n consultaba los nombramientos y cambios de destinos en el Ej¨¦rcito.

A consecuencia de esos informes, Milans del Bosch fue destinado a la capitan¨ªa general de Valencia, y no a la de Madrid como pretend¨ªa, y el general Torres Rojas fue relevado de la jefatura de la divisi¨®n acorazada Brunete, acuartelada en Madrid y sus proximidades, y destinado a A Coru?a. Por lo mismo, en sentido contrario y de cara a asegurar Madrid, centro neur¨¢lgico del poder pol¨ªtico, el teniente coronel Emilio Alonso Manglano fue ascendido a jefe de Estado Mayor de la Brigada Paracaidista (Bripac).

La dimisi¨®n de Su¨¢rez desactiv¨® la Operaci¨®n Armada como proyecto parlamentario legal, pero acentu¨® las circunstancias objetivas de vac¨ªo de poder, descr¨¦dito y divisi¨®n pol¨ªtica que aprovecharon los golpistas: los del golpe blando, partidarios de presionar militarmente a los pol¨ªticos para imponerles un Gobierno de firmeza; y los del golpe duro, que pretend¨ªan volver a la dictadura. El 23-F cabalga sobre el equ¨ªvoco establecido entre la Operaci¨®n Armada y la Operaci¨®n De Gaulle. Ambas fueron nombradas indistintamente en art¨ªculos de los periodistas Emilio Romero y Luis Mar¨ªa Anson, pese a que la primera no dejaba de ser constitucional, por discutible que lo fuera pol¨ªticamente, y la segunda implicaba forzar el brazo de la democracia con la intolerable presi¨®n militar. Por mucho que se exagerara la gravedad de la situaci¨®n -y en esto los involucionistas encontraron un sorprendente eco en la frivolidad de algunos dem¨®cratas-, Espa?a no estaba perdiendo la guerra en Argelia y no ten¨ªa al general Jacques Massu que amenazaba con tomar Par¨ªs y el resto de las capitales si no se le entregaba el poder al general Charles de Gaulle. No exist¨ªa esa guerra, ni ese general ni ese ultim¨¢tum, pero alguien pens¨® que podr¨ªa fabricarse. Alfonso Armada conoc¨ªa muy bien el caso franc¨¦s porque inici¨® sus estudios en la Escuela de Guerra de Par¨ªs en 1959, al a?o siguiente de que, bajo la presi¨®n del ultim¨¢tum militar, De Gaulle fuera votado como presidente de la Rep¨²blica.

A finales de 1980, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero era un hombre sin destino profesional, profundamente resentido e irritado, que llevaba un proyecto de golpe de Estado bajo el brazo. Hab¨ªa estudiado t¨¦cnicamente la ocupaci¨®n del Palacio Nacional de Managua llevada a cabo por el l¨ªder de la guerrilla nicarag¨¹ense Ed¨¦n Pastora, Comandante Cero, dos a?os antes y pensaba que ¨¦l tambi¨¦n podr¨ªa realizar una acci¨®n similar. En las vacaciones navide?as organiz¨® cenas en Madrid con oficiales de la Guardia Civil destinados en el Pa¨ªs Vasco, y a una de esas cenas asisti¨® Vicente G¨®mez Iglesias, capit¨¢n de la Guardia Civil adscrito al Cesid que, a?os antes, hab¨ªa compartido destino con ¨¦l en la Comandancia de Guip¨²zcoa.

Durante la cena, tras dibujar un panorama catastr¨®fico, Tejero les inst¨® a hacer algo. "?Y qu¨¦ har¨ªa el Ej¨¦rcito?", pregunt¨® un capit¨¢n. "Con ellos no se puede contar, son unos calzonazos que har¨¢n lo que les diga el Rey", le respondi¨® Tejero. "Entonces no hay nada que hacer. ?Qu¨¦ puede hacer la Guardia Civil por su cuenta?". El interrogante qued¨® flotando en el aire, pero hubo quien at¨® cabos y pens¨® que el imprescindible apoyo militar pod¨ªa venir de la mano del capit¨¢n general de Valencia, Jaime Milans del Bosch, que ejerc¨ªa cierto liderazgo entre sus pares y no ocultaba su enfado. Por su ayudante, el teniente coronel Pedro Mas Oliver, que ten¨ªa casa en Madrid y se relacionaba con el ultraderechista Garc¨ªa Carr¨¦s, muy amigo de Tejero, Milans supo que el teniente coronel de la Guardia Civil hab¨ªa concebido un nuevo golpe de mano, el segundo, ya que dos a?os antes hab¨ªa sido arrestado por promover la Operaci¨®n Galaxia, un proyecto de asalto al palacio de la Moncloa. El capit¨¢n general de Valencia estaba tambi¨¦n al tanto de las tramas de coroneles y tenientes coroneles que trabajaban minuciosamente y en silencio en un golpe m¨¢s duro y, por supuesto, sab¨ªa que otros capitanes generales, franquistas rendidos como ¨¦l, quer¨ªan acabar con el estado de cosas en la Espa?a de la Transici¨®n.

Tras el encuentro del 10 de enero en Valencia, en el que Armada le habl¨® de atribuirle el cargo de jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor, Milans convoc¨® una reuni¨®n de grupos golpistas en el domicilio de su ayudante Mas Oliver en Madrid, en la calle del General Cabrera. En aquel encuentro, celebrado el d¨ªa 18 de enero y al que asistieron los generales Carlos Alvarado, Francisco Due?as, Luis Torres Rojas y Carlos Iniesta Cano, entre otros, Milans se erigi¨® en jefe de la conspiraci¨®n, congel¨® las operaciones en marcha y las supedit¨® a la soluci¨®n Armada que deb¨ªa permitir modificar la Constituci¨®n y encauzar el proceso auton¨®mico. Armada excus¨® su asistencia por la necesidad de atender otros compromisos ineludibles. Milans se lo reprochar¨ªa meses m¨¢s tarde, durante el juicio: "Alfonso, t¨² siempre te escapas, t¨² siempre guard¨¢ndote".

Sobre el papel, la retirada de Adolfo Su¨¢rez y de su vicepresidente para Asuntos de la Defensa, Manuel Guti¨¦rrez Mellado, la otra "bestia negra" de los conspiradores, deb¨ªa contribuir a calmar los ¨¢nimos involucionistas, pero los golpistas no se resignaron a dejar pasar la ocasi¨®n. Espoleado por la ultraderecha civil y por una serie de generales retirados, parte de los cuales asumi¨® posteriormente la defensa profesional de los procesados, Antonio Tejero decidi¨® lanzarse y abortar la investidura del sucesor de Su¨¢rez, Leopoldo Calvo Sotelo. ?Hubo alguien m¨¢s, fuera de su c¨ªrculo, que le dijo "ahora"?

La muerte por torturas en comisar¨ªa del activista de ETA Joseba Arregui, que falleci¨® el 13 de febrero de 1981, crisp¨® todav¨ªa m¨¢s las relaciones pol¨ªticas y encon¨® los exaltados ¨¢nimos de los ultras, que juzgaban intolerable que se pidiera cuentas a la polic¨ªa por un etarra. Uno de los oficiales de la Guardia Civil asistentes a la cena navide?a, el capit¨¢n Jes¨²s Mu?ecas, se ofreci¨® a Tejero: "Cuente conmigo si se decide a hacer algo". Ese oficial mandaba solo a una treintena de hombres, pero a Tejero le pareci¨® suficiente para echar a andar. El 20 de febrero, viernes, envi¨® a Milans el mensaje de que la operaci¨®n estaba lanzada y ya no se pod¨ªa parar. Era falso, puesto que en ese momento no contaba con la tropa necesaria para llevar a cabo la operaci¨®n. Ten¨ªa, eso s¨ª, una poderosa raz¨®n para improvisar sobre la marcha la ejecuci¨®n de su plan, y es que su proyecto de asalto a La Moncloa hab¨ªa sido abortado en noviembre de 1978 porque a uno de los guardias implicados le entr¨® el v¨¦rtigo de la responsabilidad y acab¨® yendo a la polic¨ªa.

Apremiado por Tejero -"a m¨ª no me empujan los tenientes coroneles", dijo-, parece que el capit¨¢n general de Valencia vacil¨® inicialmente antes de subirse al carro, el de combate, un gesto familiar en ¨¦l puesto que lo hab¨ªa invocado a menudo en las charlas de sobremesa. Pero su ayudante, Mas Oliver, y sobre todo su segundo en el mando, el coronel Diego Ib¨¢?ez Ingl¨¦s, que era su enlace con Armada y el cerebro organizador de la capitan¨ªa, terminaron de despejarle las dudas: "Mi capit¨¢n general, ahora no podemos dejar tirada a la Guardia Civil". Todo se decant¨® durante el fin de semana. El domingo por la ma?ana, Milans comunic¨® a Armada que iba haber una acci¨®n importante; convoc¨® al comandante Pardo Zancada a Valencia para encargarle de que activara a la Brunete; envi¨® al gobernador militar de A Coru?a, Luis Torres Rojas, el recado de que acudiera a Madrid a hacerse cargo de la jefatura de esa misma divisi¨®n -todav¨ªa el mismo lunes, 23-F, por la ma?ana, tardaron dos horas en localizarle porque estaba haciendo footing-, y ultim¨® el programa de despliegue de tropas en su regi¨®n.

Durante el juicio y con posterioridad, Milans, Ib¨¢?ez Ingl¨¦s y Mas Oliver sostuvieron que el general Armada transmiti¨® por tel¨¦fono su conformidad con la acci¨®n detonante (tejerazo) que deb¨ªa desencadenar la intervenci¨®n militar. Como Armada ha negado siempre esas llamadas del domingo 22-F, los antiguos mandos del Cesid Javier Calder¨®n y Florentino Ruiz Platero, autores del libro Algo m¨¢s que el 23-F, apuntan la posibilidad de que, por indicaci¨®n de Ib¨¢?ez Ingl¨¦s -planific¨® el golpe en Valencia, incluida la detenci¨®n de la antena del Cesid en esa capital-, alguien se hiciera pasar por Armada al otro lado del tel¨¦fono para convencer a Milans de que la Corona estaba de acuerdo. De esas conversaciones, reales o ficticias, sali¨® el anuncio de que Armada estar¨ªa el 23-F por la tarde en La Zarzuela asesorando al Rey y la idea, utilizada igualmente a modo de consigna con la que vencer resistencias, de que la operaci¨®n ten¨ªa una cabeza bic¨¦fala: Milans-Armada, los dos generales m¨¢s declaradamente mon¨¢rquicos.

El 23-F fue el infame tr¨¢nsito de la Operaci¨®n Armada a la Operaci¨®n De Gaulle, abortado por Tejero con su proyecto de junta militar y su irrupci¨®n vocinglera y violenta que, transmitida en vivo y directo por la radio, forz¨® a m¨¢s de uno a volverse atr¨¢s. Y es que en el plan dise?ado por los conspiradores de sal¨®n hac¨ªa falta un poco de presi¨®n, pero no tanta. Bastaba, seguramente, un amago de golpe, la escenificaci¨®n del malestar en el Ej¨¦rcito y las Fuerzas Armadas, y estaban de m¨¢s los disparos en el hemiciclo, el tono y lenguaje cuartelero, la humillaci¨®n y violencia contra un hombre mayor y tan digno como Guti¨¦rrez Mellado. Tambi¨¦n Milans se retrat¨® esa noche con su comportamiento. Mand¨® al comandante Pardo Zancada, de la Divisi¨®n Acorazada, que acudiera al Congreso con su unidad de polic¨ªa militar a respaldar la posici¨®n de Tejero, al tiempo que ordenaba a este ¨²ltimo que obedeciera a Armada y le permitiera postularse ante los diputados para que, con el miedo en el cuerpo, le votasen presidente del Gobierno.

Armada, maestro de las medias verdades, habil¨ªsimo a la hora de solaparse y fabricar coartadas, consigui¨® de Milans que reuniera y controlara a las tramas golpistas "por si surge un movimiento que el Rey necesite encauzar", y luego, cuando las piezas saltaron del tablero, excitadas con la oportunidad y animadas con tantos reclamos, no las denunci¨®, ni desactiv¨®. La tarde del 23-F trat¨® de ser convocado a La Zarzuela para avalar la consigna de que se actuaba a las ¨®rdenes del Rey. El antiguo tutor del pr¨ªncipe incumpli¨® el precepto mon¨¢rquico de "no hablar¨¢s en nombre del Rey en vano", incluso mientras el Monarca trataba de sujetar al Ej¨¦rcito y parar el golpe. "Eres tan mon¨¢rquico que para salvar al Rey eres capaz de cargarte la monarqu¨ªa", le hab¨ªa indicado Manuel Guti¨¦rrez Mellado en una de sus discusiones. Armada aterriz¨® con su proyecto de Gobierno de concentraci¨®n en una situaci¨®n de emergencia que ¨¦l no hab¨ªa organizado personalmente, pero se sirvi¨® de ella para tratar de hacer cumplir, esta vez con la presi¨®n de las armas, su sue?o de presidir el Gobierno. "Yo era bastante vanidoso antes de ir a la c¨¢rcel", ha admitido.

Est¨¢ fuera de toda duda que, como se?ala Javier Calder¨®n, "Alfonso Armada incurri¨®, al menos, en un pecado de omisi¨®n", ya que ¨¦l mismo ha reconocido que sab¨ªa que "algo importante" iba a pasar en Madrid y que el movimiento se iba a iniciar en A Coru?a (no pens¨® en Torres Rojas, interpret¨® que la iniciativa le corresponder¨ªa al capit¨¢n general de Galicia, Manuel Fern¨¢ndez Posse). En su defensa, el antiguo preceptor del Rey argumenta que si no inform¨® al Monarca, tampoco cuando supo que la acci¨®n era inminente, fue porque pens¨® que, como en ocasiones precedentes, el Monarca le remitir¨ªa a Guti¨¦rrez Mellado.

"Tengo 90 a?os y algunos achaques, pero estoy muy bien de cabeza, y le digo que el 13 de febrero de 1981 ya le advert¨ª a Guti¨¦rrez Mellado del peligro que hab¨ªa y ¨¦l me contest¨®: 'T¨² sue?as', y me inst¨® a dejar de alarmar al Rey con lo del malestar en el Ej¨¦rcito", manifest¨® Alfonso Armada, semanas atr¨¢s, a este peri¨®dico. "El d¨ªa que com¨ª con Enrique M¨²gica (encargado de las cuestiones de Defensa del PSOE) no hablamos del golpe, ni de pol¨ªtica. ?l me pregunt¨® por otras personas, que c¨®mo era Sabino Fern¨¢ndez Campo... Me atribu¨ªan la presidencia de un futuro Gobierno y yo ten¨ªa el prestigio y estaba dispuesto a sacrificarme", subraya. Alfonso Armada, que sigue defini¨¦ndose "espa?ol, cat¨®lico, apost¨®lico, romano y mon¨¢rquico", dice que todav¨ªa no entiende por qu¨¦ le acus¨® el Rey. Piensa que tambi¨¦n ahora Espa?a pasa por una situaci¨®n similar a la del 23-F. "Hemos llegado a un punto peligroso. Yo propon¨ªa otra cosa distinta: una Espa?a con autonom¨ªa administrativa, como dec¨ªa el testamento de Franco, pero no este galimat¨ªas de las 17 autonom¨ªas. El 23-F yo saqu¨¦ a los diputados sanos y salvos", enfatiza. A su manera, ?no contribuy¨® tambi¨¦n a colocarles bajo el ca?¨®n de las armas?

El factor sorpresa permiti¨® a Tejero ocupar el Congreso porque el Gobierno lo ignoraba todo. ?Tambi¨¦n el Cesid? Pese a los a?os transcurridos, ese sigue siendo un terreno movedizo desde que Tejero, en una de las cuatro versiones judiciales que dio sobre los hechos, acus¨® al entonces comandante Jos¨¦ Luis Cortina, del Cesid -absuelto en el juicio-, de haberle empujado a actuar y haber preparado la supuesta, nunca probada, reuni¨®n suya con Armada. ?Hay algo de verdad en ese testimonio que cerrar¨ªa el c¨ªrculo Tejero-Milans-Armada o forma parte en su totalidad de las versiones que los procesados y sus defensores urdieron durante el juicio para implicar lo m¨¢s posible al Rey, servirse as¨ª de la coartada exculpatoria de la "obediencia debida" y, de paso, contaminar a las instituciones?

Nadie que conozca a los personajes se imaginar¨ªa a Tejero y a Jos¨¦ Luis Cortina remando en la misma barca, aunque algunos oficiales reformistas confiaron ciegamente en Armada porque ve¨ªan en ¨¦l el escudo del Rey y no conceb¨ªan que pudiera traicionarle. Puede que tocaran la m¨²sica sin conocer la letra y ese d¨ªa se llevaran una sorpresa may¨²scula. El informe interno del Cesid elaborado por el teniente coronel Juan J¨¢udenes dej¨® constancia de la implicaci¨®n de Vicente G¨®mez Iglesias, condenado en la vista, y de que el cabo Rafael Monge gui¨® por Madrid con un coche a la columna del capit¨¢n Mu?ecas en su ruta hacia el Congreso y, seg¨²n declaraciones de uno de sus compa?eros, se jact¨® de haber sido advertido por uno de sus superiores con una semana de antelaci¨®n de la inminencia de una "acci¨®n importante". J¨¢udenes confirm¨®, sobre todo, la existencia de un clima interno de fuerte divisi¨®n y versiones contrapuestas.

Javier Calder¨®n, que dirigi¨® el Cesid entre 1996 y 2001, y Florentino Ruiz Platero aseguran que el servicio, como tal, no estuvo implicado en la intentona golpista y reducen el asunto a algunas actitudes personales, poco significativas. Claro que, seg¨²n algunos de los libros publicados, los que atribuyen la intentona golpista a una ingente tarea de inteligencia y manipulaci¨®n a cargo del Cesid, este hombre, Javier Calder¨®n, ser¨ªa poco menos que el cerebro del 23-F. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, parte del anecdotario que los condenados y sus abogados fabricaron durante el juicio sigue todav¨ªa circulando en boca de catedr¨¢ticos e investigadores.

Es como si, en lugar de actuar de trilla que separa el grano de la paja, depura y consolida la verdad, el paso del tiempo agitara los sedimentos de las evidencias ya establecidas y aventara de nuevo rumores y ficciones. "Curioso pa¨ªs, el nuestro, que gusta de dar verosimilitud a los rumores, sean del 23-F o del 11-M, y hace suya la frase 'cuando el r¨ªo suena, agua lleva', especialmente si el agua que corre es agua turbia", comenta con iron¨ªa y acidez Javier Calder¨®n. ?No cabe pedirles ya a Antonio Tejero y otros protagonistas que se sinceren en aras de la verdad hist¨®rica?