El Compasivo y las italianas
Hac¨ªa veinte meses que no iba a Italia, ahora he pasado seis d¨ªas repartidos entre Udine, Mil¨¢n y Venecia; y aunque la gente all¨ª sigue siendo en general grata y simp¨¢tica -sin el desabrimiento y la mala leche que nos gastamos en Espa?a, como si la amabilidad y la buena fe nos parecieran debilidades-, nunca hab¨ªa percibido, en mis visitas a ese pa¨ªs, un grado de desesperaci¨®n semejante. Cierto que uno trata con personas que, para empezar, leen libros, y que por lo tanto pertenecen a una minor¨ªa. Pero cuantas me han hablado -incluidos numerosos periodistas, algunos de medios berlusconianos- oscilaban entre el desistimiento ante la actual situaci¨®n pol¨ªtica ("Lo peor es que no se ve salida") y una exasperaci¨®n que afectaba a su razonamiento ("No es descartable una guerra civil a medio plazo"). Cuando uno les preguntaba c¨®mo era posible que sus conciudadanos no reaccionaran ante lo que ya es, a todas luces, una dictadura cada vez menos encubierta, no sab¨ªan responder, ellas mismas no acertaban a explic¨¢rselo.
"Si hab¨ªa una salvaci¨®n para Italia, habr¨ªa de venir de las mujeres, o de una parte de ellas"
En lo que s¨ª se pon¨ªan de acuerdo era en considerar que Berlusconi posee un talento empresarial y propagand¨ªstico extraordinario, y que ya no cabe menospreciarlo ni como adversario ni como amenaza real y seria. En que, a trav¨¦s de sus televisiones y peri¨®dicos, de sus sobornos y esc¨¢ndalos, ha conseguido "anestesiar" a buena parte de la poblaci¨®n. Ha logrado convertirse en un espect¨¢culo en s¨ª mismo, en una permanente fuente de entretenimiento de la que ya no quieren prescindir los italianos que se alimentan de reality shows y de sucesos sexuales. Tengo la impresi¨®n de que, cuantas m¨¢s pat¨¦ticas org¨ªas seniles se le descubran, cuantos m¨¢s episodios grotescos indignos hasta de las m¨¢s bufas pel¨ªculas de Sordi, Gassman o Tognazzi, m¨¢s beneficiado saldr¨¢ Berlusconi, porque los italianos no son puritanos y perdonan esas cosas -o las r¨ªen y jalean, incluso si hay menores involucradas-, y porque adem¨¢s distraen de lo verdaderamente grave. Un ch¨®fer de edad avanzada, que me llev¨® de Venecia a Mil¨¢n y vuelta (y que adem¨¢s result¨® ser lector de Wittgenstein y de Bertrand Russell), defendi¨® el comportamiento de su Primer Ministro con esta escueta frase: "Bueno, pero es que las j¨®venes levantan el esp¨ªritu". Tambi¨¦n he visto en televisi¨®n c¨®mo una se?ora de las que all¨ª llaman "per bene", bien vestida, cat¨®lica y aparentemente educada, sosten¨ªa con aplomo que no le cab¨ªa duda de que Berlusconi se limitaba a ayudar a muchachas con problemas porque era un hombre compasivo y bueno, sin que le llamara la atenci¨®n que todas esas muchachas, casualmente, sean agraciad¨ªsimas cuando no directamente explosivas. A¨²n he de ver a alguna "beneficiada" por el Compasivo que sea fea, desastrada o mayor de treinta y cinco a?os, porque estoy seguro de que habr¨¢ much¨ªsimas as¨ª que necesiten tanta ayuda o m¨¢s que las j¨®venes bien parecidas. Alguna de ¨¦stas, por ejemplo, cuenta con un novio m¨¢s o menos narcotraficante, gente por lo general adinerada.
La inteligente periodista Conchita di Gregorio, directora de L'Unit¨¤, me dec¨ªa que en estos momentos, si hab¨ªa una salvaci¨®n para Italia, habr¨ªa de venir de las mujeres, o de una parte de ellas: son las ¨²nicas no anestesiadas y que conservan intacta su capacidad de indignaci¨®n, y en estos d¨ªas as¨ª lo he comprobado, en una limitada experiencia, desde luego. Pero lo cierto es que no he sentido en casi ning¨²n var¨®n la vehemencia, la c¨®lera justa y la rebeld¨ªa que desprend¨ªan todas las mujeres con las que he hablado. Lo interesante es que ese asco y ese hartazgo de Berlusconi y de su aliado Bossi -tambi¨¦n de la inoperante y sospechosa izquierda paquid¨¦rmica, que no parece del todo inc¨®moda ante una situaci¨®n de cuasi dictadura ultraderechista- no se deb¨ªan s¨®lo a una cuesti¨®n vagamente feminista, esto es, al desprecio de los gobernantes hacia la mujer y al machismo primitivo y ufano de que hacen gala. No, las italianas no pierden de vista lo verdaderamente an¨®malo y peligroso: la confecci¨®n de las leyes a conveniencia del Compasivo, para que no deba ser enjuiciado ni condenado; los constantes ataques de ¨¦ste a la independencia judicial, con calumnias a los fiscales que lo investigan, bien amplificadas por su monopolio medi¨¢tico; su propensi¨®n a saltarse las decisiones del Parlamento que lo contrar¨ªan (pocas) y a hacer decretos; su indisimulada compra de votos en ese mismo Parlamento, cuyas actividades decide suspender durante unas semanas para no exponerse a un rev¨¦s previsto; su demagogia burda y fren¨¦tica; su impunidad; la connivencia de la Iglesia; su incre¨ªble desfachatez al presentarse como una v¨ªctima perseguida (el opresor que se finge oprimido); su censura; su tergiversaci¨®n sistem¨¢tica de la realidad; su racismo y su homofobia; su reivindicaci¨®n de la brutalidad -en lo que Bossi no le va a la zaga-, es decir, su desd¨¦n por algo que no es agradable -la hipocres¨ªa- pero que siempre es mejor que el cinismo. Como escrib¨ª hace a?os y tambi¨¦n opina Claudio Magris, la hipocres¨ªa, dentro de todo, implica una conciencia de lo que est¨¢ mal y debe disimularse; es algo civilizado y supone el reconocimiento de ciertos valores, aunque se los violente a hurtadillas. El cinismo, en cambio, ni siquiera admite esto, es la expresi¨®n de la brutalidad en estado puro. Lo que Berlusconi y Bossi vienen a decir es: "No hay nada malo en una dictadura de facto, ni en el machismo, ni en el racismo, ni en la acaparaci¨®n de poderes y el fin de su separaci¨®n, ni en la xenofobia, ni en el desprecio a las leyes y al Parlamento. Sean como nosotros, atr¨¦vanse, no hay nada malo en ello". Huelga recordar cu¨¢l es el mayor ejemplo hist¨®rico de reivindicaci¨®n de esa brutalidad y voluntario, "fuera m¨¢scaras". S¨ª, me lo han quitado de la punta de la lengua.
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