Historia de la 'isla' inaccesible
Una finca ganadera, dentro de Segovia, es el ¨²nico enclave madrile?o
El ¨²nico enclave de Madrid, un territorio incluido en otro geogr¨¢ficamente, en este caso Segovia, es una finca a la que se accede a trav¨¦s de una pista forestal de tierra. Esta ma?ana de febrero est¨¢ completamente nevada, por lo que no hay forma de llegar hasta la entrada del lugar. Un paisano propone usar un tractor para cruzar con valent¨ªa el sendero, pero desecha la idea tras evaluar los riesgos. "Mejor cuando haga sol", dice, y se marcha surcando el mismo matorral por el que hab¨ªa aparecido minutos antes.
La Dehesa de la Cepeda es una especie de isla, un terreno privado que pertenece a Madrid, pero que est¨¢ rodeado completamente por Castilla y Le¨®n, como el Condado (burgal¨¦s) de Trevi?o incrustado en ?lava. La rareza, desconocida por muchos, despierta la curiosidad del visitante. La helada, sin embargo, impide llegar ni siquiera a pie. El terreno, donde se ubica una explotaci¨®n ganadera, pertenece a tres personas. Una de ellas se pone al tel¨¦fono: "No tengo ning¨²n inter¨¦s en ense?arlo". Y cuelga.
Se desconoce c¨®mo el terreno acab¨®, en 1833, por separarse de Madrid
En esa sierra se pueden encontrar trincheras y refugios de la Guerra Civil
El trayecto hasta Santa Mar¨ªa de la Alameda (a 65 kil¨®metros de la capital), el pueblo al que pertenece el enclave, deja en evidencia a los que aseguran que se puede dar la vuelta al mundo con un bonob¨²s. El origen de la villa se remonta a la ¨¦poca de la Reconquista, que fue cuando por el lugar se fueron esparciendo asentamientos de hombres libres y milicias concejiles, formadas por campesinos y artesanos que a?os atr¨¢s hab¨ªan cogido las armas para defender su territorio. Ferm¨ªn, un jornalero de 69 a?os, asegura que quien va para vivir ah¨ª tiene que amar la tierra. A un lado de la carretera, sube una paca de paja a lomos de una burra sin nombre. "Le digo bicha o burra, seg¨²n el d¨ªa, pero la quiero mucho porque es muy fiel", cuenta, mientras trata de amarrarla a una roca recubierta de escarcha. Las manos moradas de Ferm¨ªn acarician despu¨¦s su lomo.
El monte lleva nevado una semana. El m¨®vil marca menos dos grados a las 11 de la ma?ana. "Esta es la vida dura de estos lugares. O lo aceptas o te vas. Yo amo esta monta?a, como los que vinieron hace tantos siglos", incide Ferm¨ªn, y a continuaci¨®n desciende por un desfiladero. En la comarca hay m¨¢s de 60 explotaciones ganaderas, que suman unas 3.000 cabezas. Los ojos de una vaca salvaje acechan a trav¨¦s de un vallado de color verde.
El nacimiento del enclave, por contra, es m¨¢s difuso. Santa Mar¨ªa de la Alameda, que distribuye su poblaci¨®n en ocho aldeas a kil¨®metros de distancia entre s¨ª, perteneci¨® anteriormente a la jurisdicci¨®n de la ciudad de Segovia y no fue hasta 1833 cuando pas¨® a Madrid, a ra¨ªz de la divisi¨®n provincial. No est¨¢ documentado c¨®mo el terreno madrile?o acab¨® por separarse de la regi¨®n y se qued¨® aislado. Una de las teor¨ªas se remonta a la desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal. La finca pertenec¨ªa a la familia de S¨¢inz de Baranda, estirpe del que fuera alcalde de Madrid. Las parcelas colindantes fueron pasando a manos de labradores, pero estas siguieron en manos de terratenientes, que prefer¨ªan seguir vinculados a Madrid. No hay pruebas documentales que atestig¨¹en sin g¨¦nero de dudas c¨®mo la Dehesa de la Cepeda se deslig¨® de su territorio, lo que alimenta versiones contradictorias y difusas.
?Qu¨¦ opini¨®n tienen en El Espinar, el pueblo de Segovia invadido por una finca que no le pertenece? Cipriano Dorrego, agente forestal, recuerda que se puso a la venta en los a?os ochenta por un precio asequible para el Ayuntamiento, que pretend¨ªa destinarlo a pastos y caza. As¨ª, de golpe y porrazo, se reconquistar¨ªa la tierra. "No se hizo la compra porque supongo que no habr¨ªa dinero y se perdi¨® la oportunidad. La compraron los actuales due?os", explica Dorrego, con fama de ser el que mejor conoce cada palmo de la sierra por la que caminando se pueden encontrar restos de la Guerra Civil.
Por el monte se cavaron trincheras y refugios que a¨²n permanecen intactos. El pueblo se convirti¨® en un fort¨ªn de los militares republicanos. Por esa ¨¦poca, una casa de comidas inaugurada en 1923 por Juana serv¨ªa el almuerzo a los soldados. La contienda desatada a posteriori destruy¨® buena parte del pueblo, aunque los muros sagrados de la iglesia y la cantina se mantuvieron en pie. Y ah¨ª siguen, en pie, las dos parroquias. La cantina est¨¢ regentada por la cuarta generaci¨®n de la familia que abri¨® el negocio, que le ha cambiado el nombre a Santa Mar¨ªa. Entre semana, apenas cuenta como clientela con los caf¨¦s que a media ma?ana toman los empleados municipales, pero los fines de semana sirven cabrito asado y recetas con setas que tienen muy buena fama.
Por fin, horas despu¨¦s, devuelve la llamada otro de los propietarios de la finca misteriosa, que se muestra m¨¢s razonable. "Cont¨¢ctame en unos d¨ªas y subimos a verla", dice al otro lado de la l¨ªnea. Pasan los d¨ªas, pero nadie descuelga el tel¨¦fono cuando se vuelve a intentar. Sigue siendo la isla inaccesible.
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