Contrastes del Lejano y Pr¨®ximo Oriente
Mientras escribo este art¨ªculo estoy volando hacia lo que los europeos, desde su punto de observaci¨®n centrado en el meridiano de Greenwich, tradicionalmente han llamado "Lejano Oriente". Los franceses, siempre inclinados a exagerar las cosas, llaman a esta regi¨®n del este de Asia "Extremo Oriente" (l¨®gicamente, supongo que una descripci¨®n justa de California podr¨ªa ser la de "Extremo Occidente").
Cuando, hace ya bastantes a?os, vol¨¦ por primera vez a Se¨²l, la capital de Corea del Sur, a otros delegados de la conferencia y a m¨ª no se nos permiti¨® abandonar el hotel debido a los disturbios estudiantiles que ten¨ªan lugar en la calle. Cuando fui a Tokio por vez primera tampoco nos dejaron salir, y esta vez los disturbios corr¨ªan a cargo de agricultores que se opon¨ªan a la ampliaci¨®n del aeropuerto de Narita, y que, por cierto, demostraron tener raz¨®n.
Esta d¨¦cada arranca con el mundo dando tumbos y muchas se?ales de que no todo va bien
Estados Unidos, francamente, no tiene ni idea de ad¨®nde va
Pero hoy d¨ªa todo parece discurrir pl¨¢cidamente en el "Lejano Oriente". Est¨¢, por supuesto, el r¨¦gimen lun¨¢tico de Corea del Norte, del que nadie es capaz de imaginar qu¨¦ hacer con ¨¦l. Pero China parece estar contenta con su men¨² pol¨ªtico de estabilidad, confianza y continuo crecimiento de su econom¨ªa y de su poder¨ªo militar. Jap¨®n ha cedido su puesto a China como n¨²mero dos en la econom¨ªa mundial sin reacci¨®n alguna de furor nacionalista y ahora trata de conciliar su impresionante base industrial con su tremenda demograf¨ªa. Singapur, Malasia, Corea del Sur, Hong Kong y Taiw¨¢n insisten en su imperturbable tarea de hacerse ricos o, mejor dicho, m¨¢s ricos. ?D¨®nde, si no, se venden m¨¢s Bentley en estos tiempos?
Pero mientras vuelo hacia ese arco de prosperidad, los peri¨®dicos que me acompa?an -The Financial Times, The Wall Street Journal, The Economist- me hablan de convulsi¨®n tras convulsi¨®n en "el Pr¨®ximo Oriente". El dique se rompi¨®, algo, en T¨²nez. Se derrumb¨® de modo estrepitoso en Egipto, el Estado medular del mundo ¨¢rabe, con reverberaciones que hacen estremecerse desde Argelia hasta Yemen y Bahr¨¦in. Y ahora llega el turno del segundo gran actor, Ir¨¢n. Los estudiantes est¨¢n en las calles, las redes electr¨®nicas de apoyo ocupan el ¨¦ter, los juristas, m¨¦dicos, ingenieros y mujeres cultas de Persia est¨¢n esperando entre bastidores. Indignados mul¨¢s y sus fan¨¢ticos seguidores llaman a la ejecuci¨®n de los que encabezan las protestas. Nada podr¨ªa ser m¨¢s est¨²pido, lo que no significa que no pueda suceder. Un centenar, tal vez incluso un millar de m¨¢rtires decapitados llevar¨ªan a esta extra?a teocracia de Ir¨¢n, propia del siglo XVI, a su final. Hoy d¨ªa uno no puede permitirse dar la orden de "cortadles la cabeza", como hizo el tirano rey Enrique VIII de Inglaterra con tanta frecuencia.
Nos encontramos, como Shakespeare podr¨ªa haber dicho (lo hizo), en un mundo descoyuntado. En Am¨¦rica Latina, si los Go
-biernos, los Parlamentos y las ¨¦lites cultas saben aprovecharlas, se ofrecen se?ales claras de una tentadora posibilidad de prosperidad, estabilidad y bienestar futuros. Incluso la que es con mucho la m¨¢s pobre de las regiones, el ?frica subsahariana, muestra algunas se?ales prometedoras. Australasia se revuelca en los beneficios de sus exportaciones de materias primas y productos alimenticios. Europa serpentea, como el bajo Danubio, entre la prosperidad escandinavo-b¨¢vara y las penalidades de sus componentes c¨¦lticos y meridionales (Grecia, Portugal, Irlanda, quiz¨¢ incluso Espa?a e Italia).
Estados Unidos, francamente, no tiene ni idea de ad¨®nde va. Es un gran poder militar que tiene los mayores d¨¦ficits presupuestarios de toda su historia y que ha situado a sus tropas en lugares inadecuados en el momento menos oportuno. Tiene un presidente brillante e inteligente que es vituperado cada vez que dice algo sensato y algo realista. El ascenso del llamado Tea Party no es un indicador prometedor, es un presagio de posibles futuras estupideces por parte de un Congreso que, cada vez en mayor medida, vive inmerso en su propio mundo, ignorando, con su comportamiento autista, que la ¨¦poca de Truman y Eisenhower ya ha pasado.
En resumen, en la segunda d¨¦cada del siglo XXI el mundo da tumbos y muestra demasiadas se?ales de que no todo va bien. Egipto puede muy bien caer en manos de los Hermanos Musulmanes. Ir¨¢n podr¨ªa enzarzarse en una sangrienta guerra civil. Argelia podr¨ªa tambalearse hacia... dondequiera que Argelia pueda ir. Por supuesto que todo ello podr¨ªa mejorar de repente. Todo el mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n podr¨ªa despertarse la semana pr¨®xima pareci¨¦ndose, digamos, a Dinamarca. Los habitantes de Teher¨¢n y El Cairo quiz¨¢ se suban a un autob¨²s rojo de dos pisos con un r¨®tulo donde ponga "Euston Station" o "Tottenham Court Road", donde paguen sus billetes y se quejen del tiempo, como hacen los londinenses... Cuando las ranas cr¨ªen pelo.
La verdad es que estas enormes contradicciones no admiten un apa?o r¨¢pido. La econom¨ªa china creci¨® a un asombroso 10% en el ¨²ltimo trimestre. La econom¨ªa egipcia, arrastrada por las convulsiones pol¨ªticas internas, se estanc¨® y cay¨®. Los manifestantes de El Cairo ya no persiguen a la camarilla de Mubarak; persiguen unos precios de los alimentos estables y baratos, mejores salarios y m¨¢s trabajos, nada de lo que un r¨¦gimen en bancarrota, por desgracia, puede darles. Los nuevos l¨ªderes de Egipto, por supuesto, podr¨ªan hacer imprimir muchos m¨¢s de sus coloridos billetes de banco. Pero lo mismo hicieron los reyes de la Espa?a imperial, y los pol¨ªticos de la alemana Rep¨²blica de Weimar.
Realmente no s¨¦ qu¨¦ pensar de todo esto, y quienquiera que se arrogue conocer de modo indiscutible el futuro del mundo es un charlat¨¢n; como dijo George Bernard Shaw, pon tu mano en la billetera, ya que est¨¢s a punto de ser estafado. Las naciones de esta Tierra se ven dirigidas en direcciones muy diferentes, como he tratado de sugerir m¨¢s arriba. Pero, ahora mismo, la brecha mayor, sin duda, se da entre el "Lejano Oriente" y el "Pr¨®ximo Oriente". Suponiendo (aunque quiz¨¢ yo vaya descaminado) que los Gobiernos de China, Rusia, Jap¨®n y Corea del Sur tengan el buen juicio de atemperar sus disputas sobre fronteras mar¨ªtimas y sobre intercambios de territorios en la Segunda Guerra Mundial, todos ellos habitan lo que, esencialmente, es una zona de prosperidad mutua.
Los pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo no tienen tanta suerte. Sin duda que un grupo de serios tecn¨®cratas del Banco Mundial o del Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas est¨¢n preparando un brillante informe con un t¨ªtulo como, por ejemplo, Reforma y recuperaci¨®n en el mundo ¨¢rabe, que subrayar¨¢ la importancia de la transparencia, de la democracia, del Estado de derecho y cosas por el estilo, o sea, el criterio de "pague su billete a Euston Station". Visto desde las placenteras orillas del lago de Ginebra, o incluso desde los despachos de los s¨®tanos del Departamento de Estado en Washington, todo parece posible.
Qu¨¦ bonito ser¨ªa pensar que el Pr¨®ximo Oriente pudiera, sin grandes convulsiones ni derramamientos de sangre, moverse hacia algo parecido al Lejano Oriente: pol¨ªticamente estable, abundantemente pr¨®spero, forcejeando sobre todo con su propia inclinaci¨®n interna hacia el modernismo. Ese d¨ªa podr¨ªa llegar, pero si yo fuera jugador (y lo soy), apostar¨ªa claramente en contra. La regi¨®n ¨¢rabe est¨¢ sumida en un periodo de turbulencias y Occidente puede que no escape a sus muchas y no planeadas consecuencias. No preguntes por qui¨¦n ta?en las campanas... pues podr¨ªan ta?er por ti.
Paul Kennedy ocupa la c¨¢tedra Dilworth de Historia y es director de Estudios de Seguridad Internacional en la Universidad de Yale. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola. ? Tribune Media Services, Inc. 2011
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