El metacarpo de Calder¨®n
Empiezo esta cr¨®nica en el Centro de Documentaci¨®n y Museo de las Artes Esc¨¦nicas de Barcelona, entre colecciones antiguas de magia, peque?os teatritos, vestuarios, telones, escenograf¨ªas i carteles, que documentan la actividad teatral de esta ciudad durante los siglos XIX y XX. He venido a este lugar buscando una pieza ins¨®lita, un bibelot raro entre los raros: uno de los pocos restos humanos de un dramaturgo convertido en reliquia religiosa, que tiene por protagonista al famoso Calder¨®n de la Barca y uno de sus dedos. El hueso descarnado -concretamente, un metacarpo de la mano derecha- lleva aqu¨ª desde 1923, cuando fue donado por el cardenal Monescillo, procedente de su propia biblioteca. Aunque la reliquia ya hab¨ªa iniciado su peregrinaje mucho antes, tal como nos advierte el certificado que con ella se adjunta, expedido ante notario para dar fe de la exhumaci¨®n llevada a cabo en la iglesia del Salvador de Madrid en el a?o de 1840, cuando el templo comenz¨® a amenazar ruina.
Vale la pena una visita al Museo de las Artes Esc¨¦nicas de Barcelona
Por azares de la vida, este peque?o hueso podr¨ªa ser el ¨²ltimo resto conocido del comedi¨®grafo espa?ol. Pues, al mismo tiempo que los despojos del literato recib¨ªan nuevamente sepultura en la tambi¨¦n madrile?a iglesia de San Nicol¨¢s, el dedo iba a parar a una colecci¨®n privada como inusual regalo. Y mientras el cad¨¢ver de Calder¨®n iba dando tumbos de tumba en tumba -hasta desaparecer en 1936, durante los primeros compases de la Guerra Civil-, el dedo era enmarcado junto a una litograf¨ªa del autor y al peque?o certificado antes citado. La leyenda quiere que los restos fueran salvados del furor revolucionario en un muro de la iglesia de Nuestra Se?ora de los Dolores, donde se han buscado hasta hoy sin ¨¦xito alguno. Por tanto, el modesto hueso guardado aqu¨ª constituye el ¨²nico recuerdo material conocido que nos queda del ilustre escritor (acompa?ado de tres textos aut¨®grafos y nueve primeras ediciones de sus comedias, tambi¨¦n conservadas en este centro). Es un dedo que tiene su intr¨ªngulis, pues podr¨ªa ser perfectamente el dedo de escribir de tan notable autor; la herramienta con que fueron trazadas las letras de cada una de sus obras. Si les pica la curiosidad -a la espera de que todo el material sea mostrado alg¨²n d¨ªa al gran p¨²blico-, la reliquia puede verse en la p¨¢gina web de esta instituci¨®n: www.cdmae.cat, donde es posible consultar online la mayor parte de sus colecciones. Aunque nada tan emotivo como tener delante de las narices los vestuarios de la gran diva T¨®rtola Valencia, cargados de pedrer¨ªa; los carteles de sus espect¨¢culos o los autorretratos que pint¨®, en los que aparece ora de maja, ora de gitana o de bailarina oriental. La visita ya valdr¨ªa la pena solo por el gran ba¨²l cargado de etiquetas de hoteles de medio mundo, que dan fe del ¨¦xito de esta exuberante artista de la Belle ?poque. Pero hay m¨¢s, como un mu?eco original de Juli Pi -el titiritero de los Quatre Gats-, de finales del siglo XIX; o las piezas de grandes maestros de la marioneta catalana, como Did¨® y Harry Tozer. Los decorados de los hermanos Salvador, frente a los que se han representado la gran mayor¨ªa de los Pastorets de este pa¨ªs. Escenograf¨ªas de Apel¡¤les Mestres i Fabi¨¤ Puigcerver, linternas m¨¢gicas de Soler i Rovirosa, la colecci¨®n de casta?uelas de Jos¨¦ de Udaeta, pinturas de Rusi?ol, de Casas, de Guinovart o de Frederic Amat, las herramientas de magia de los hermanos Roca, o el vestuario de Victoria de los ?ngeles o de Enric Borr¨¤s. Incluso un busto gafe de Seraf¨ª Pitarra, que, en una ¨²ltima humorada de las suyas, cada vez que lo mueven se rompe algo. ?No me digan que no vale la pena echarle un vistazo!
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