Ezequiel P¨¦rez Plasencia, autor bajo el signo de Camus
Ezequiel P¨¦rez Plasencia, escritor, ganador del premio Juan Rulfo de Cuentos el a?o 2000, era ahora, despu¨¦s de muchas aventuras que le llevaron del periodismo a la desolaci¨®n y a la melancol¨ªa de las que le salvaban su familia y la literatura, un hombre feliz. De hecho, estaba celebrando ese estado con algunos amigos de los muchos que tuvo en Cartagena cuando le sobrevino un accidente fatal, un atragantamiento mientras com¨ªa, por cuya causa cay¨® en un coma profundo en el que estuvo hasta que falleci¨® anteayer por la tarde, a punto de cumplir 54 a?os.
Hab¨ªa nacido en Tenerife, trabaj¨® all¨ª en la prensa (La Gaceta de Canarias, El D¨ªa), pero hab¨ªa estudiado Qu¨ªmica y hab¨ªa abrazado la literatura alentado por la pasi¨®n que domin¨® su vida de narrador (y de ser humano): Albert Camus. Su amigo, el escritor tinerfe?o Eduardo Garc¨ªa Rojas, dec¨ªa ayer lo mismo que nos dijo Paquita, una de los tres hermanos de P¨¦rez Plasencia: la literatura (la lectura, la discusi¨®n sobre los libros, su propia escritura) llen¨® su vida incluso cuando cubr¨ªa las horas de cierre del ¨²ltimo peri¨®dico en el que trabaj¨®. De esta experiencia surgi¨® uno de sus libros m¨¢s redondos, El orden del d¨ªa.
En esta novela hay una frase de Stendhal que marca su manera de relacionarse con su propia escritura: "Mi filosof¨ªa es del d¨ªa en que escribo". Esa filosof¨ªa hac¨ªa surgir la novela como un diario, a veces desgarrado, siempre rabiosamente literario, amargo a veces, como ¨¦l mismo lo fue en algunos periodos de su vida, ilusionada y f¨¦rtil pero siempre al borde del desencanto.
Su faro era Camus; decidi¨® vivir en Cartagena acaso persiguiendo desde el Atl¨¢ntico ese Mediterr¨¢neo que marca la escritura de su maestro. Pero tambi¨¦n era rulfiano, u onettiano, y borgiano. Su pasi¨®n de lector le llev¨® a todas las literaturas, pero era en la sudamericana donde encontr¨® el otro lado de sus entusiasmos. El cuento con el que gan¨® el Rulfo desvela otro de sus amplios l¨ªmites literarios: Decena de un cronopio. Suyos son tambi¨¦n estos t¨ªtulos: Los caminadelado (que contiene la ra¨ªz de su filosof¨ªa vital de t¨ªmido irreprimible que al final de su vida se hizo m¨¢s sociable que nunca), La ilusi¨®n de los vencidos y El regreso de Calvert Casey...
Era un hombre austero y comprometido. Ahora acababa de terminar un libro y ya hab¨ªa comenzado otro. La suya, dec¨ªa, era la ilusi¨®n de los vencidos, pero jam¨¢s se dio por vencido. Era un luchador que hab¨ªa decidido dejar cualquier otra guerra que no contuviera en su seno la expresi¨®n, o la ambici¨®n, literaria; a veces era callado como Rulfo, distante como Onetti o jugueteaba como Cort¨¢zar o como Borges. Pero quer¨ªa parecerse a Camus en su b¨²squeda personal de la justicia y la independencia que ¨¦l acomet¨ªa con los materiales de la literatura.
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