El parpadeo eterno
A pesar de que la mayor parte del planeta ha salido t¨¦cnicamente de la gran recesi¨®n, los problemas econ¨®micos no cesan de acumularse. Al no existir mecanismos de gobernanza global en un mundo que tiene la globalizaci¨®n como principal marco de referencia, la contradicci¨®n es evidente y no se toman decisiones ni lo suficientemente r¨¢pidas ni eficaces para que esos desequilibrios que se superponen unos a otros puedan arreglarse.
A las dificultades ya existentes con un sistema financiero enfermo se a?aden ahora las vinculadas a la carest¨ªa de las materias primas y, sobre todo, del petr¨®leo, motivada esta ¨²ltima en buena parte -aunque no en toda su extensi¨®n- por la inestabilidad pol¨ªtica de los pa¨ªses ¨¢rabes del norte de ?frica. A mitad de la semana, la crisis libia hab¨ªa situado el precio del barril de petr¨®leo en 111 d¨®lares.
Los dirigentes del planeta han escogido la modalidad del G-20 (cuyos pa¨ªses, que en realidad son 25, generan el 85% de la producci¨®n mundial) como el foro m¨¢s adecuado para aliviar los desequilibrios que sobreviven a una salida de la recesi¨®n a distintas velocidades, y las desigualdades m¨¢s lacerantes. Pero esta formaci¨®n G, que incorpora a los pa¨ªses emergentes que simbolizan el cambio que se ha producido en la estructura geopol¨ªtica, va perdiendo fuelle conforme avanzan sus reuniones. Si uno relee los comunicados que salieron de las primeras cumbres del G-20 que tuvieron lugar en 2008 y 2009 -el periodo m¨¢s ¨¢lgido de la crisis- y los compara con lo practicado, la distancia es infinida. El foro no ha fijado todav¨ªa la luz hacia la que se dirige, sino que permanece en un parpadeo infinito.
Hace justo una semana tuvo lugar en Par¨ªs la ¨²ltima cumbre de ministros de Econom¨ªa y gobernadores de bancos centrales del G-20. La primera bajo la presidencia de Sarkozy, que durar¨¢ todo el a?o. Lo que sali¨® de ella es desconsolador: un acuerdo gen¨¦rico sobre una serie de indicadores para medir los desequilibrios macroecon¨®micos de los pa¨ªses. Los escogidos (deuda, d¨¦ficit p¨²blico, ahorro, inversi¨®n, balanza comercial y saldo de inversiones corrientes) no son neutrales, sino producto de un pacto de ¨²ltima hora entre los pa¨ªses desarrollados y los emergentes. Estos ¨²ltimos temen que cuantos m¨¢s indicadores se registren, m¨¢s controlada estar¨¢ su pol¨ªtica econ¨®mica en el futuro. Pero los indicadores no fueron seguidos de un marco general en el que actuar o de unos m¨¢rgenes de fluctuaci¨®n que determinen la naturaleza y la profundidad de los problemas. Los detalles t¨¦cnicos quedan para el mes de abril -otra vez la fuga hacia delante-, momento en el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) deber¨¢ presentar su primer an¨¢lisis en una nueva reuni¨®n de ministros del G-20 a celebrar en Washington. Asuntos como crear una cesta de monedas convertibles que dispute la hegemon¨ªa al d¨®lar o la pol¨ªtica de reserva de divisas quedan para otros tiempos.
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