Contrato con los electores
Vamos de cabeza a las elecciones municipales y auton¨®micas del 22 de mayo, cuyo decreto de convocatoria deber¨¢ publicarse en el Bolet¨ªn Oficial del Estado a m¨¢s tardar el 29 de marzo. El plazo para insertar las candidaturas contendientes llega hasta el 18 de abril y la campa?a propiamente dicha se circunscribe a los 15 d¨ªas de v¨ªsperas, a contar desde el 9 de mayo. Antes se habr¨¢ despejado o no por la Sala del art¨ªculo 61 del Tribunal Supremo la solicitud de inscripci¨®n de Sortu, la nueva formaci¨®n de la izquierda abertzale, en el Registro de Partidos Pol¨ªticos del Ministerio del Interior. Pero todos estos plazos formales para nada afectan a la climatolog¨ªa electoral en cuyo ciclo estamos de lleno inmersos.
Todos debemos pedir cuentas y rendirlas, sin que nadie tenga que sentirse ofendido
As¨ª lo prueban las convenciones de candidatos de las diferentes fuerzas pol¨ªticas que se vienen sucediendo desde hace varios fines de semana. Para examinar este proceder conviene recordar la definici¨®n del art¨ªculo 5? de la Constituci¨®n a tenor de la cual "los partidos pol¨ªticos expresan el pluralismo pol¨ªtico, concurren a la formaci¨®n y manifestaci¨®n de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participaci¨®n pol¨ªtica". Enseguida el citado art¨ªculo a?ade que "su creaci¨®n y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constituci¨®n y a la ley" y precisa que "su estructura interna y funcionamiento deber¨¢n ser democr¨¢ticos". El d¨¦ficit democr¨¢tico de los partidos requerir¨ªa un examen detallado pero ser¨¢ imposible ponerle coto si el texto constitucional queda reducido a un desider¨¢tum cuyo incumplimiento carece de consecuencias.
En todo caso, est¨¢ comprobado que la proximidad de las elecciones produce efectos catalizadores capaces de desencadenar y acelerar reacciones que se paralizan o ralentizan cuando las urnas est¨¢n distantes. A partir de ah¨ª se configuran dos escuelas de pensamiento. La primera, a la vista de esas aceleraciones, sostiene que deber¨ªa haber elecciones con la mayor frecuencia posible, mejor con car¨¢cter semestral que anual. Sus adictos estiman que, bajo los est¨ªmulos de esa inminencia de los comicios, desaparecer¨ªa la tentaci¨®n de la siesta yacente, a la que tantas veces propenden los electos, una vez pasado el dif¨ªcil trago de la noche del escrutinio. La segunda, considera que las campa?as electorales fomentan el populismo y la demagogia y simplifican los mensajes de las fuerzas pol¨ªticas que compiten, de modo que se prefiere el chafarrin¨®n impresionista a la precisi¨®n del trazo bien cuidado.
Del todo por la patria se pasa al todo por el impacto, desde el convencimiento de que el bien m¨¢s escaso es el de la atenci¨®n del p¨²blico elector. De modo que quienes se encuadran en esta segunda escuela tienden a subrayar los peligros y las perversidades degradantes de la vida pol¨ªtica que generan las elecciones y se inclinan por espaciarlas. Argumentan tambi¨¦n, los encuadrados en esta segunda escuela, con la conveniencia de que el tiempo que transcurre entre dos convocatorias sucesivas permita evaluar el cumplimiento de tareas que se miden en a?os de esfuerzos serenos, ajenos a la epilepsia disruptiva generada por las campa?as electorales.
Por muchas que sean sus diferencias, ambas escuelas de pensamiento coinciden en que el momento electoral es el de la rendici¨®n de cuentas, la formulaci¨®n de ofertas y la presentaci¨®n de equipos. As¨ª sucedi¨® cuando en una convenci¨®n de candidatos a las elecciones municipales y auton¨®micas previas a la victoria de 1996, el presidente del PP, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, lanz¨® la propuesta del contrato con los electores. Qu¨¦ bien sonaban, me parece recordar que en la plaza de toros de Zaragoza, aquellas definiciones donde el PP se incompatibilizaba con la corrupci¨®n. Claro que, una vez expulsados que fuimos del para¨ªso, todos nos encontramos en estado de naturaleza ca¨ªda, es decir, que somos todos susceptibles de corrompernos sometidos como estamos a los agentes de la erosi¨®n. Por eso, todos debemos pedir cuentas y estar obligados a rendirlas, sin que nadie tenga que sentirse ofendido. Una sana desconfianza es vital para el sistema.
Otra cosa es que el ¨¦xito en las urnas exija que antes se haya sido capaz de interpretar de o¨ªdo y establecer la debida sinton¨ªa con el votante. Por eso, los programas y los candidatos revelan la idea que los partidos se hacen del elector. Cuando se arremete contra los corruptos ajenos y al mismo tiempo se les elimina de las listas propias es porque se considera que con ellos a bordo ser¨ªa imposible la victoria. Cuando se les confirma como candidatos es porque se sobrentiende que sus desfalcos no levantan objeciones dado el pacto de envilecimiento subyacente. Veremos.
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