La reina del sal¨®n
?Es la televisi¨®n un espejo? No porque nos refleje individualmente, pero s¨ª colectivamente: ?es el espejo de la sociedad que la mira y la mira, la critica y la adora? Aunque casi todos despotriquemos en alg¨²n momento contra ella, o contra algunos o muchos de sus programas, ?retrata en su conjunto el sentir de la ciudadan¨ªa, sus gustos, preferencias, ideas o modelos de existencia? ?O es al rev¨¦s? ?Somos los espectadores -en gran medida- reflejo de la televisi¨®n, imitadores rendidos a su influjo?
Parece claro que hay ah¨ª una retroalimentaci¨®n que no tiene principio ni fin, ni huevo ni gallina. Sin embargo, si nos ponemos a pensar un rato en ello, no podr¨¢ dejar de asombrarnos la importancia que tiene como educadora esa pantalla que es la reina (a¨²n no destronada) de nuestros salones. Gran parte de nuestra educaci¨®n sentimental, de nuestra educaci¨®n en valores viene sin duda de ella. Y del cine, claro, que hoy consumimos de forma mayoritaria en esa misma pantalla. Para empezar, lo que nos proporciona constantemente son historias, pero sobre todo personajes, modelos de comportamiento. Como Bel¨¦n Esteban, los concursantes de Gran Hermano y dem¨¢s ralea, pensar¨¢n ustedes, toda la industria del cotilleo, el grito y el despelleje elevado a modelo de comportamiento exitoso. Ciertamente. Pero seamos justos: ¨¦se no es el ¨²nico tipo humano que promocionan nuestras televisiones.
Pensemos, por ejemplo, en las numerosas series espa?olas que pueblan ¨²ltimamente las pantallas. M¨¢s all¨¢ de las cl¨¢sicas, centradas en el ¨¢mbito polic¨ªaco o en el m¨¦dico, triunfan hoy las ambientadas en ¨¦pocas hist¨®ricas pasadas. He visto algunos cap¨ªtulos o fragmentos de varias de ellas, y hay algo que no deja de ser llamativo: est¨¢n centradas en hero¨ªnas que nos resultan muy, pero que muy contempor¨¢neas. Mujeres inteligentes y audaces, independientes y decididas (y c¨®mo no, j¨®venes y hermosas) que desaf¨ªan los l¨ªmites sociales impuestos a su sexo: que dirigen su propio negocio (La Se?ora, principios del siglo XX), que escriben, tienen ideas pol¨ªticas, manejan armas y hasta asaltan caminos (Bandolera, siglo XIX), o son comadronas con conocimientos de medicina (El secreto del Puente Viejo, principios del XX), por citar unas pocas. Que lejos de toda autoridad religiosa o paterna, se gu¨ªan ¨²nicamente por su propia conciencia, no tienen un papel subordinado en el amor, ning¨²n reparo en cuanto al sexo, etc¨¦tera.
?Reflejo de aquella sociedad del XIX-XX, o de ¨¦sta otra de principios del XXI? Una mezcla de ambas, seguramente, pero con la vista puesta en un p¨²blico que demanda y agradece ese tipo de modelos femeninos, esos referentes en los que mirarse e inspirarse. As¨ª que la televisi¨®n es eso, ese batiburrillo de modelos de comportamiento nobles, zafios e inmundos, contradictorios y excelsos, turbios y admirables. Como la vida misma.
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