Extravagantes
Harta de conveniencias y oportunistas, en la atm¨®sfera hist¨¦rica del macartismo, la dramaturga Lillian Hellman contest¨® as¨ª a un requerimiento para que ratificase o no su condici¨®n de izquierdista: "No puedo recortar mi conciencia para adaptarla a las modas de este a?o". ?Un a?o! Ha dejado de existir esa medida del tiempo. Mientras el tiempo de las conciencias parece moverse como el reloj astron¨®mico de Praga, hacia adelante y hacia atr¨¢s, el de las modas se acelera mutante. La pol¨ªtica antrop¨®faga usa una ret¨®rica verb¨ªvora. Palabras que se comen las unas a las otras. En esta carrera, hemos llegado a un extremo c¨®mico de la elocuencia. No hay un verdadero debate entre pol¨ªticas distintas, sino entre ropajes. El partido de la Extravagancia contra el partido del Frikismo. Para la derecha, cada medida del Gobierno es "extravagante", fruto de la "ocurrencia". Para los portavoces gubernamentales, los conservadores est¨¢n dirigidos por un grupo de frikis de estilo anarcoide pero intenci¨®n ultra. Lo de friki viene del ingl¨¦s freak que tambi¨¦n significa extravagante. En consecuencia, estamos asistiendo a un debate enconado entre dos extravagancias, en un contexto peliagudo. No me extra?a que gran parte de las muertes s¨²bitas se produzcan ante el televisor y durante los informativos. El espectador indeciso se siente emparedado entre dos fuerzas centr¨ªpetas, la friki y la extravagante. Es comprensible que algunos supervivientes busquen cobijo en canales TDT tomados por chamanes y brujas, adem¨¢s de la banda habitual de cornetas y tambores del Apocalipsis. El problema de utilizar como fuego a discreci¨®n el calificativo extravagante es que lo extravaga todo. Lo m¨¢s l¨®gico ser¨ªa buscar otra l¨®gica. Por ejemplo, es l¨®gico que la derecha anuncie por fin su intenci¨®n de recortar todav¨ªa m¨¢s los impuestos. Tendr¨¢ que explicar tambi¨¦n c¨®mo va a mantener los servicios p¨²blicos. Porque el peor recorte es el de las conciencias.
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