Enter
Eso mismo que en este momento est¨¢s pensando o deseando, lo piensan y desean a la vez millones de personas. Las neuronas generan pensamientos y deseos comunes, pero ignoran la identidad del ser concreto para el que trabajan. No saben si debajo de su funci¨®n hay una v¨ªctima o un verdugo, si est¨¢ Sean Penn o Scarlett Johansson. Tus neuronas no te reconocen, aunque te creas un gallo con polainas. Fleming, Einstein o madame Curie ten¨ªan sue?os muy parecidos a los de un conserje o una cajera de supermercado, lo mismo que los maor¨ªes de la selva australiana y los m¨¢s altos ejecutivos de Manhattan vislumbran tambi¨¦n id¨¦nticas im¨¢genes on¨ªricas. Pero hoy los pensamientos y deseos pueden extraerse del cerebro de cada individuo y ser enviados al espacio con solo apretar una tecla del ordenador. Tal vez el inconsciente colectivo de Jung o las ideas sint¨¦ticas a priori que, seg¨²n Plat¨®n, flotan en las esferas como arquetipos no eran otra cosa que el Internet. Esos pensamientos y sue?os comunes forman nubes compactas en suspensi¨®n que pueden ser descargadas de nuevo como una lluvia sobre otros cerebros apretando otra tecla. Quien sepa manipularla tendr¨¢ todo el poder de este mundo. Ganar¨¢ elecciones, llenar¨¢ plazas y estadios, obligar¨¢ a vestir, comer, bailar, gritar, aplaudir a todo el reba?o de la misma forma. El techo de cualquier chabola de la Africa m¨¢s pobre est¨¢ coronado con una parab¨®lica, como una boca abierta a las estrellas, que se traga entero un lejano para¨ªso lleno de pasteles, fiestas, sexos, ingenios, locuras, placeres producidos en este planeta. All¨ª las descargas digitales han terminado con la magia de los ¨ªdolos y con la estructura social de las tribus. Han unificado los sue?os del joven de Sierra Leona con los de un jubilado de Hamburgo. Si a un adolescente musulm¨¢n a la hora de so?ar se le diera a escoger entre el libro del Cor¨¢n y el ¨²ltimo modelo de iPhone, conectado con la humanidad, su elecci¨®n podr¨ªa descifrar el futuro de esa convulsi¨®n del pueblo ¨¢rabe que avanza ahora a ciegas todav¨ªa. Pensamos, deseamos y so?amos lo mismo. Pronto lo sobremos todo de todos. Al final de la historia quedar¨¢ una sola verdad con una sola tecla bajo el impulso de un solo dedo. Esa verdad nos har¨¢ libres. Enter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.