Cuesti¨®n de orgullos
Debo aclarar de entrada que en absoluto me siento orgulloso de ser valenciano, como tampoco abrigar¨ªa ese sentimiento de haber nacido en Madrid, y que, en cualquier caso, de haber estado en mi mano hacerlo habr¨ªa preferido nacer en Par¨ªs. Por la misma raz¨®n que no me sentir¨ªa orgulloso, ni lo contrario, si fuera gay, agricultor o vigilante de playa. A fin de cuentas ?qu¨¦ es ser valenciano? Ser originario de esta franja del Mediterr¨¢neo. Y si se a?ade que es valenciano todo aquel que ha nacido, vive o trabaja en este territorio, entonces empezamos a liarla, porque no veo c¨®mo puede perder su identidad de origen alguien no nacido en estas tierras. Aunque viva o trabaje en ellas. Y en todo caso no entiendo qu¨¦ relaci¨®n puede tener esa circunstancia con el orgullo. Es posible que el lector recuerde todav¨ªa aquella recia afirmaci¨®n falangista seg¨²n la cual quien al grito de ?Viva Espa?a! no responde con un ?Viva!, si es espa?ol no es hombre, y si es hombre no es espa?ol. Qu¨¦ quieren que les diga. Siempre me pareci¨® un tanto pintoresco que alguien se sienta orgulloso de ser de Ja¨¦n, pongamos por caso, o de ?vila, o de Torrelavega. Y sospecho que detr¨¢s de ese orgullo se agazapa en ocasiones un leve y espont¨¢neo amago de xenofobia, en el sentido en que sugiere que se ha nacido en la mejor tierra del mundo y lo dem¨¢s son tonter¨ªas. Claro que habr¨ªa que a?adir que los valencianos ahora poco orgullosos de serlo no se identifican con los bravos y patri¨®ticos disparates falangistas.
Tampoco se trata de suscribir la estupidez de que uno es ciudadano del mundo, porque eso supone las m¨¢s de las veces adherirse a un cosmopolitismo de escaparate en el que muy a menudo asoman las alpargatas bajo los finos zapatos de hebilla, y de paso quiz¨¢s tambi¨¦n un vano intento de obviar un origen negligente o indeseado. Pero tampoco conviene confundir por las buenas a gobernantes con gobernados, como tampoco se dir¨ªa pertinente dudar de la valencianidad de Francisco Camps y de los suyos a causa de sus pol¨ªticas. Ser o no valenciano es algo que no se elige, y en cuanto al orgullo de serlo, si hay alguna manera de coger ese gato por el rabo, supongo que no depender¨¢ de la pol¨ªtica que elija el gobernante de turno, quien, pese a todo, no conviene olvidarlo, ha sido elegido por mayor¨ªa por los valencianos, orgullosos o no de su linaje, de lo contrario ocurre que no se entiende nada. Por eso resulta dif¨ªcil reivindicar el orgullo de ser valenciano s¨®lo cuando gobiernan los que pregonan una ideolog¨ªa cercana a la propia y renegar de lo mismo cuando lo hacen otros. No parece un razonamiento muy democr¨¢tico. Si, pese a todo, tantos cientos de miles de ciudadanos han votado a quienes han votado (y parece que van a seguir haci¨¦ndolo), por algo ser¨¢, y parece m¨¢s productivo analizar en profundidad ese algo que tildar de valencianos sin orgullo a los oponentes.
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