Esp¨ªritu nacional (con lamparones)
De vez en cuando, entre una entrega y otra de la saga Torrente, el amante de la comedia -sin miedo a las m¨¢s ¨¢speras e incorrectas modulaciones del g¨¦nero- se topa con alg¨²n est¨ªmulo para recordar al s¨®rdido personaje creado por Santiago Segura. Este cr¨ªtico, por ejemplo, no pod¨ªa quitarse a Jos¨¦ Luis Torrente de la cabeza mientras ve¨ªa al sensacional Danny McBride en la piel de los respectivos protagonistas de la pel¨ªcula The foot fist way -un maestro del taekwondo ca¨ªdo en desagracia- y la serie Eastbound & down (aqu¨ª llamada De culo y cuesta abajo) -autodestructiva estrella del deporte hundida en la miseria-. Es posible que tanto McBride como su director Jody Hill no conozcan la obra de Segura. Tambi¨¦n es posible que el propio Segura no haya visto Observe and report, el segundo largometraje de Hill, y, sin embargo, el poderoso, aunque hilarantemente anti¨¦pico cl¨ªmax final de Torrente 4. Lethal crisis se parece mucho al de esa afortunada reducci¨®n del modelo Taxi driver a la po¨¦tica del no lugar de los centros comerciales. A veces, estos parentescos casuales son de lo m¨¢s esclarecedor. McBride, Hill y Segura juegan en la misma liga: la renovaci¨®n del modelo de comedia de multisalas pos-Saturday night live de la mano del humor pol¨ªticamente incorrecto, sustentada en esa tradici¨®n del c¨®mico como materia oscura que pod¨ªa haber inaugurado el Chaplin de la etapa Keystone, pero que acab¨® teniendo en W. C. Fields a su gran icono. En Torrente 4, Segura parece un Oliver Hardy del Lado Oscuro retratado en agresiva y supurante alta definici¨®n.
TORRENTE 4. LETHAL CRISIS
Direcci¨®n: Santiago Segura.
Int¨¦rpretes: Santiago Segura, Kiko Rivera, Enrique Vill¨¦n, Tony Leblanc, Francisco Gonz¨¢lez.
G¨¦nero: comedia. Espa?a, 2011.
Duraci¨®n: 93 minutos.
Coge el toro de la zafiedad por los cuernos y extiende al sol su simb¨®lica piel
Quienes acusan a Segura de prolongar lo peor de la comedia espa?ola equivocan el tiro: lo suyo est¨¢ m¨¢s cerca de lo que han logrado humoristas gr¨¢ficos como Kim y ?scar Nebreda o de lo que actualmente ejercita el extremo Pedro Vera. La t¨¦cnica consiste en coger el toro de la zafiedad por los cuernos para acabar extendiendo al sol su simb¨®lica piel, en cuyas cicatrices lo torrentiano aparece como m¨ªnimo com¨²n denominador del esp¨ªritu colectivo. En la pel¨ªcula, Segura canaliza el entreverado amor / odio de la masa por iconos basura, pone el dedo en no pocas llagas y, cosa importante, da a su p¨²blico lo que pide y (en este caso, mucho) m¨¢s: la secuencia de artes marciales con El Batu y John Cobra es buena unidad de medida. Solo por el carisma y la vis c¨®mica sin aditivos de Kiko Rivera o por el hallazgo que supone el registro interpretativo de Yon Gonz¨¢lez, esta secuela ya hubiese merecido la pena: que, adem¨¢s, remita a los aciertos del primer Torrente, que espectacularice sus formas, afine sus ritmos y ofrezca propinas tan memorables como los dos n¨²meros musicales de cierre o los cr¨¦ditos de David Guaita -camino de ser nuestro Maurice Binder- desarticula toda sospecha de inercia y automatismo. A Segura le seguir¨¢n reprochando no ser Lubitsch: por cierto, la versi¨®n high class de una actitud inequ¨ªvocamente torrentiana.
Babelia
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