La 'cuarta ola' democratizadora
El derrumbe del r¨¦gimen de Gadafi reafirma la percepci¨®n, inaugurada con las ca¨ªdas previas de las dictaduras tunecina y egipcia, de que estar¨ªamos asistiendo al ascenso de la cuarta ola democratizadora, difundida esta vez por efecto domin¨® entre los sistemas coloniales surgidos de la disoluci¨®n del antiguo Imperio Otomano.
El concepto de ola democratizadora fue acu?ado por el polit¨®logo Samuel Huntington, cuyas posiciones ultraconservadoras no le impidieron ejercer considerable influencia por el efectista impacto de sus met¨¢foras ret¨®ricas, de entre las que el famoso choque de civilizaciones es sin duda la m¨¢s pol¨¦mica. En cambio, su libro La tercera ola (Paid¨®s, 1994) fue bien recibido, pues en ¨¦l periodizaba en tres grandes ciclos el proceso hist¨®rico de institucionalizaci¨®n de la democracia representativa. Cada ciclo se compone de una ola prodemocr¨¢tica seguida de otra contraola antidemocr¨¢tica, y su cronolog¨ªa es la siguiente.
?Es la influencia otomana la que predomina en las luchas democr¨¢ticas de T¨²nez, Egipto y Libia?
?Qu¨¦ envidiable su efervescencia c¨ªvica pendiente de estrenar!
Primera ola de instauraci¨®n de las democracias liberales primitivas, entre 1828 y 1926, interrumpida por la primera contraola del fascismo de entreguerras, de 1922 a 1942. Segunda ola de democratizaciones impulsadas por el triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial, entre 1943 y 1962, a la que sigui¨® la segunda contraola de revoluciones tercermundistas y contrarrevoluciones golpistas de 1958 a 1975. Y tercera ola democratizadora propagada por las transiciones que se produjeron sucesivamente en el sur de Europa, en Am¨¦rica Latina y en el este de Europa entre 1974 y 1989, que se quebr¨® por la tercera contraola iniciada en la plaza de Tiananmen y proseguida por las guerras balc¨¢nicas, momento en el que Huntington publica su libro.
Pues bien, un tiempo despu¨¦s, cuando los anglosajones optaron por invadir Afganist¨¢n e Irak para recuperar su hegemon¨ªa imperial, tras el golpe simb¨®lico sufrido con los graves atentados de septiembre de 2001, decidieron legitimar su aventura mediante la ret¨®rica justificadora de la exportaci¨®n de la democracia. Y para ello contaron con el concurso de ide¨®logos como Huntington, que no dudaron en defender la democratizaci¨®n manu militari de Irak como el inicio de una posible cuarta ola democratizadora, esta vez a extender por el Medio Pr¨®ximo musulm¨¢n. Al fin y al cabo, la segunda ola democratizadora tambi¨¦n fue impuesta manu militari a Italia, Alemania y Jap¨®n, y a pesar de eso la operaci¨®n tuvo bastante ¨¦xito institucional. Por tanto, ?por qu¨¦ no habr¨ªa de salir bien una operaci¨®n an¨¢loga en Oriente Pr¨®ximo? No obstante, la invasi¨®n de Afganist¨¢n e Irak no fue el paseo militar esperado, y su resultado ha sido que las democracias all¨ª impuestas por la fuerza son de momento meras fachadas fallidas, que no consiguen ocultar una realidad hobbesiana-en absoluto democr¨¢tica. De modo que la idea de una cuarta ola pronto fue abandonada. Pero todo ha cambiado ahora, cuando primero T¨²nez, despu¨¦s Egipto y ahora Libia est¨¢n experimentando sendos procesos revolucionarios claramente prodemocr¨¢ticos, que est¨¢n significando la ca¨ªda de sus respectivos reg¨ªmenes dictatoriales. Por lo tanto, ahora parece que esta vez va en serio, pues por fin est¨¢ naciendo y cobrando impulso la cuarta ola democratizadora.
?Cu¨¢l es el principal motor del cambio que impulsa la propagaci¨®n transnacional de una oleada democratizadora? ?Por qu¨¦ se difunde con preferencia a ciertos pa¨ªses vecinos m¨¢s que a otros? Sin despreciar otros factores evidentes, como las transformaciones econ¨®micas y sociales, el efecto demostraci¨®n transmitido por los medios masivos o la exigencia democratizadora del entorno internacional, que tan eficaces fueron para impulsar la tercera ola, Huntington opt¨® por destacar la influencia prioritaria y para ¨¦l decisiva del factor religioso. Por eso llam¨® ola cat¨®lica a la que democratiz¨® a partir de 1975 primero la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, despu¨¦s el continente sudamericano y por fin Polonia. Y de ser acertada esta interpretaci¨®n idealista, deber¨ªamos pensar que ahora es el islam, tras el catolicismo, el que se estar¨ªa democratizando.
Ahora bien, ?no le estaremos dando una importancia excesiva a la religi¨®n? ?Seguro que acert¨® Huntington al hacer del factor religioso el m¨¢s decisivo de todos? ?Y si la religi¨®n no hace m¨¢s que manifestar ritualmente la influencia de otros factores, como son las divisorias culturales y geogr¨¢ficas heredadas de la historia? ?C¨®mo explicar que esta cuarta ola se propague sobre ciertas ¨¢reas musulmanas con preferencia sobre otras que se resisten a dejarse contagiar? ?Cu¨¢les son los factores epidemiol¨®gicos que favorecen la difusi¨®n del virus democratizador?
Hasta ahora, la rebeli¨®n ha prendido con rapidez en una zona muy delimitada (T¨²nez, Libia, Egipto) cuyas caracter¨ªsticas comunes son las siguientes: religi¨®n musulmana sun¨ª, cultura ¨¢rabe dominante, pertenencia al Imperio Otomano durante siglos y experiencia colonial reciente bajo dominio europeo. En cambio, en los pa¨ªses en que la rebeli¨®n no ha logrado cobrar el mismo vigor, aunque tambi¨¦n sean ¨¢rabes y musulmanes, faltan sin embargo el tercer y cuarto factor: la dominaci¨®n otomana y la experiencia colonial europea. ?No ser¨¢n, por tanto, estas dos ¨²ltimas caracter¨ªsticas las que canalicen en mayor medida la propagaci¨®n de la epidemia democratizadora? Y de entre ambas, ?no ser¨¢ la influencia otomana la que predomine sobre la europea?
De ser esto as¨ª, cabr¨ªa plantear la hip¨®tesis de que, una vez fracasado el modelo iran¨ª, el ¨¦xito actual del modelo turco es el m¨¢s determinante para explicar el contagio de esta cuarta ola, que por tanto no ser¨ªa tanto una ola isl¨¢mica o una ola ¨¢rabe como una ola otomana. Con ello me refiero al ¨¢rea cultural delimitada por las posesiones hist¨®ricas del Imperio Otomano, con capital en Estambul desde 1453 hasta 1923. Un espacio geogr¨¢fico institucional que por el este alcanz¨® el actual Irak sin penetrar en Ir¨¢n, mientras por el oeste magreb¨ª solo lleg¨® hasta T¨²nez, sin dominar Argelia ni menos Marruecos. Y de ser cierta esta interpretaci¨®n, Siria, L¨ªbano, Jordania, Palestina, Yemen, Om¨¢n e incluso Arabia Saud¨ª ser¨ªan m¨¢s susceptibles de contagio, pero no tanto el resto del ¨¢rea ar¨¢bigo-musulmana. De todas formas, lo que s¨ª explica bien esta hip¨®tesis de continuidad hist¨®rica del factor otomano es la creciente influencia pol¨ªtica que el actual r¨¦gimen turco (una democracia de tercera ola hoy plenamente homologable y consolidada, con liderazgo del islamismo moderado) ejerce sobre todos los pa¨ªses dominados en el pasado por la hegemon¨ªa cultural y pol¨ªtica de Estambul.
En cualquier caso, si es que llega a florecer y consolidarse, habr¨¢ que felicitarse de que por fin se produzca esta cuarta ola de democratizaci¨®n, ya sea isl¨¢mica, pan¨¢rabe u otomana. Con ello ascender¨¢ otro pelda?o la democratizaci¨®n de la democratizaci¨®n: un lujo hasta 1945 solo al alcance de la ¨¦lite WASP del planeta, del que las dem¨¢s poblaciones occidentales (las clases medias del globo terr¨¢queo) no empezamos a disfrutar m¨¢s que hace un tercio de siglo con la tercera ola. Ya es hora, pues, de que el resto de poblaciones, las clases bajas de la globalizaci¨®n, comiencen a participar tambi¨¦n de la democracia, para culminar por fin el ideal de la igualdad pol¨ªtica a escala global: hoy se incorporan las masas egipcias, y esperemos que tambi¨¦n puedan hacerlo pronto las chinas. Pero esta democratizaci¨®n global tambi¨¦n nos deja un punto de melancol¨ªa, pues cuando ahora los reci¨¦n llegados se entusiasman con la celebraci¨®n de su libertad, nosotros, los occidentales, cada vez m¨¢s defraudados, nos lamentamos por la ¨ªnfima calidad de nuestras democracias defectivas. Por eso, en contraste, ?qu¨¦ envidiable nos parece su efervescencia c¨ªvica pendiente de estrenar!
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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