Europa debe ser parte de la soluci¨®n
En medio de una crisis econ¨®mica internacional, el mundo asiste asombrado a un movimiento revolucionario en el norte de ?frica de una potencia extraordinaria.
Vemos un movimiento n¨ªtidamente democr¨¢tico, que lucha por disfrutar de lo que m¨¢s ans¨ªan todos los hombres y mujeres: la dignidad, los derechos humanos y las libertades individuales. Eso sucede en T¨²nez, en Egipto, en Libia, frente a reg¨ªmenes autoritarios, frente a dictadores como Ben Ali, Mubarak y Gadafi, el cual ha decidido el exterminio de todo aquel que se le oponga.
Los pueblos ¨¢rabes ya no soportan a los tiranos. Estos pueblos tampoco quieren que, desde el exterior, se les den lecciones, ni que haya injerencias pol¨ªticas. Sin embargo, como vecinos y socios, se nos convoca a que acompa?emos, bilateralmente y a trav¨¦s de la Uni¨®n Europea, los procesos de transformaci¨®n y ofrezcamos asistencia cuando sea precisa y nos la soliciten.
Los esquemas geopol¨ªticos de la ribera sur de la UE se han roto. Hace falta una nueva estrategia
La UE, desde 2004, ha desarrollado una Pol¨ªtica de Vecindad con el Este y el Sur de Europa. Una pol¨ªtica dirigida a favorecer el desarrollo de los pueblos y sociedades de nuestro entorno. La UE es el primer donante del mundo en cooperaci¨®n al desarrollo, aunque cualquier cantidad siempre parece escasa. La Uni¨®n dedicar¨¢ 11.200 millones de euros a los pa¨ªses de la Vecindad entre 2007 y 2013. La Pol¨ªtica de Vecindad meridional de la UE no puede imponer procesos de reforma, pero puede fomentarlos. Puede apoyar a la sociedad civil. Puede facilitar un est¨ªmulo pol¨ªtico y financiero a las reformas. La UE tiene ya algunas herramientas para favorecer el progreso del Magreb: cooperaci¨®n pol¨ªtica, di¨¢logo de derechos humanos, cooperaci¨®n social, econ¨®mica y cultural, y movilidad de trabajadores y de estudiantes.
Estos son los contenidos de los Acuerdos de Asociaci¨®n firmados por la UE con los pa¨ªses de la regi¨®n (con Libia no existe acuerdo). Tales instrumentos deben adaptarse para hacer frente a los retos que plantean los recientes acontecimientos en nuestra vecindad del sur. Cuantos m¨¢s lazos contractuales haya con los vecinos, m¨¢s palancas habr¨¢ para fomentar el cambio hacia la democracia y el Estado de derecho. En cada acuerdo de la UE con los pa¨ªses africanos hay una cl¨¢usula de derechos humanos. En cada acuerdo se han medido la cercan¨ªa o lejan¨ªa de un pa¨ªs a nuestros valores. La Pol¨ªtica de Vecindad, por tanto, ya distingue entre las circunstancias que corresponden a cada caso individual. Sin embargo, tambi¨¦n debemos ser m¨¢s flexibles en cuanto a los instrumentos a utilizar, establecer mayores diferencias, m¨¢s di¨¢logo pol¨ªtico y un apoyo m¨¢s en¨¦rgico a la sociedad civil independiente. Tambi¨¦n tenemos que pensar en c¨®mo dar el mejor apoyo al desarrollo econ¨®mico en nuestra vecindad meridional, por ejemplo, mediante una mayor apertura de nuestros mercados. La UE es un socio importante y atractivo. Lo primero que han pedido las autoridades de T¨²nez y Egipto despu¨¦s de la salida de Ben Ali y Mubarak ha sido que se culmine la negociaci¨®n de un Estatuto Avanzado con la UE.
Ahora que los pa¨ªses del Magreb experimentan procesos democr¨¢ticos protagonizados -como ha de ser- por sus ciudadanos, la Uni¨®n debe convertirse en su gran aliado para que estos procesos se consoliden. La Uni¨®n tendr¨ªa que desarrollar una nueva estrategia para la ribera sur del Mediterr¨¢neo, porque lo que sucede ha roto los esquemas geopol¨ªticos de la zona con los que nos mov¨ªamos. Esta es, sin duda, nuestra responsabilidad como europeos democr¨¢ticos.
Los Gobiernos de los 27 Estados miembros deben volcarse a favor de los movimientos de ruptura con los reg¨ªmenes autoritarios. Tienen que lanzar este mensaje con claridad y contundencia. La UE debe auxiliar, pol¨ªtica y econ¨®micamente, a las nuevas democracias del Mediterr¨¢neo.
Una parte de esta estrategia de solidaridad democr¨¢tica debe centrarse en la igualdad entre el hombre y la mujer. La mujer se ha hecho mucho m¨¢s visible en los pa¨ªses ¨¢rabes en estas semanas y tendr¨¢ que serlo m¨¢s a¨²n en el futuro. Europa, que tampoco en esto puede presumir demasiado, ha de ofrecer todo el apoyo a las mujeres que quieren una verdadera ausencia de discriminaci¨®n en las j¨®venes sociedades norteafricanas.
Libia debe estar incluida en esa estrategia. La situaci¨®n es absolutamente dram¨¢tica. La UE tiene que mantener una pol¨ªtica de respeto y generosidad con el derecho de asilo y refugio de quienes quieren escapar de la represi¨®n. Ha de manifestar n¨ªtidamente su oposici¨®n al r¨¦gimen libio, que de forma tan despiadada ha asesinado a miles de personas mediante la violencia militar y policial.
A nadie interesa tanto como a los europeos la estabilidad pol¨ªtica y el progreso hacia la democracia en el Magreb, en el Mediterr¨¢neo. Tenemos una gran capacidad de influencia -que no injerencia- en los acontecimientos. Hagamos esto de forma coherente, visible, coordinada, para consolidar las democracias emergentes y para evitar un ba?o de sangre en Libia o en otros lugares.
Ahora alcanza la Uni¨®n Europea su m¨¢xima responsabilidad. Cuando los pueblos del Magreb han tomado el protagonismo del cambio y nos necesitan. Porque Europa es parte de la soluci¨®n en el Magreb.
Diego L¨®pez Garrido es secretario de Estado para la Uni¨®n Europea de Espa?a. Werner Hoyer es secretario de Estado para la Uni¨®n Europea de Alemania.
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