Jean Daniel, el intelectual en la redacci¨®n
LA LARGA conversaci¨®n que Jean Daniel mantiene con Martine de Rabaudy en Ese extra?o que se me parece, el texto autobiogr¨¢fico del director deNouvelObservateur reci¨¦n publicado en espa?ol, no s¨®lo permite acceder a los aspectos ¨ªntimos de una trayectoria que le ha llevado a presenciar algunos acontecimientos decisivos del siglo XX y a participar en los debates en torno a ellos. El territorio hacia el que se?alan estos recuerdos es, tambi¨¦n, el de una actividad, el de una devoradora obsesi¨®n que se apoder¨® de un pu?ado de hombres y mujeres, los intelectuales, cuyo ascendiente nunca se correspondi¨® ni con su n¨²mero, exiguo y minoritario, ni con la fuerza objetiva de los instrumentos que, como los libros, las publicaciones, los discursos, estaban en condiciones de emplear.
Ese extra?o que se me parece
Jean Daniel
Traducci¨®n de M. Cord¨®n y M. Embareck
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores.
Barcelona, 2011
240 p¨¢ginas. 27 euros
Ese extra?o que? da cuenta, a este respecto, de la convicci¨®n, de la subterr¨¢nea convicci¨®n que compartieron los intelectuales hacia los que Daniel sigue sintiendo admiraci¨®n y de los que se propuso formar parte; aquellos que, acertando o equivoc¨¢ndose, no traicionaron en ning¨²n caso la vocaci¨®n de independencia a la que consagraron su vida. Pod¨ªan diferir, y de hecho difer¨ªan hasta la ruptura personal, en sus pronunciamientos, en el partido que tomaban ante la guerra de Argelia o los avatares de la Rep¨²blica Francesa; estaban de acuerdo, sin embargo, en que su tarea consist¨ªa en describir honestamente los hechos mediante las palabras y en influir, tambi¨¦n honestamente, mediante las palabras en los hechos. Cuando de un tiempo a esta parte se proclama la desaparici¨®n de esa figura omnipresente en el siglo XX, la figura de los intelectuales, tal vez se est¨¦ cometiendo el error de contemplar una consecuencia hasta cierto punto irrelevante sin interrogarse por la causa, que podr¨ªa ser fundamental. Porque de los recuerdos y de las reflexiones de Daniel en Ese extra?o que? se extrae la desoladora sensaci¨®n de que tal vez lo que ha desaparecido no sean los intelectuales, sino aquella fe en la relaci¨®n honesta entre las palabras y los hechos que daba sentido a su trabajo y le confer¨ªa su valor.
Fue aquella fe la que, en efecto, llev¨® a Jean Daniel hasta la redacci¨®n de los peri¨®dicos, hasta el periodismo, "el ¨²nico g¨¦nero", seg¨²n dir¨ªa Fran?ois Mauriac, citado en estos recuerdos, "al que se puede aplicar con propiedad la expresi¨®n de literatura comprometida". Pero "literatura comprometida" con la raz¨®n, no con las razones de las partes, que es uno de los males que acabar¨ªa aquejando al periodismo lomismo que, en su d¨ªa, aquej¨® a los escritores al servicio de un partido considerado como el defensor de una verdad incontestable. Desde Nouvel Observateur, y anteriormente desde Caliban, L'express o LeMonde, JeanDaniel promovi¨® desde posiciones de izquierda lo que tanto sus amigos como sus adversarios consideraron un "periodismo intelectual". Esta f¨®rmula no designaba unamanera altiva de entender el periodismo, una opci¨®n deliberada por el distanciamiento o la exquisitez: de hecho, Nouvel Observateur se convirti¨® en un caso singular de supervivencia entre las revistas pol¨ªticas editadas en Francia y en una de las pocas publicaciones europeas que ha sido capaz de mantener durante medio siglo la condici¨®n de inexcusable referencia. Para Jean Daniel, para el "periodismo intelectual" que promovi¨® Daniel, se trataba entonces, y se seguir¨ªa tratando ahora, de respetar los hechos y de respetar las palabras, respetando, adem¨¢s, la relaci¨®n honesta entre unos y otras. Cumplida esta condici¨®n, las opiniones, las interpretaciones, incluso las intervenciones directas en el espacio p¨²blico y en el espacio pol¨ªtico, apoyando o combatiendo alternativas electorales o l¨ªneas de acci¨®n diplom¨¢tica, merecieron ymerecen paraDaniel el respeto obligado a las expresiones de pluralismo, no el descr¨¦dito que corresponde a las adscripciones interesadas y sectarias.
Ese extra?o que se me parece deja constancia del trato constante y casi nunca f¨¢cil entre Daniel y algunas personalidades prominentes de la pol¨ªtica francesa, desde Mend¨¨s France a Mitterrand, pasando por Giscard d'Estaing o Michel Rocard. Tambi¨¦n de sus encuentros con numerosos dirigentes del resto del mundo. Daniel coincide con los an¨¢lisis de sus interlocutores o disiente de ellos, suscribe o critica sus iniciativas y proyectos pol¨ªticos. Pero lo que no cabe en su forma de entender su vocaci¨®n es el intercambio de favores que, pasados los a?os, amenaza con hacer de la pol¨ªtica una variante de la egolatr¨ªa, si no de instintos m¨¢smezquinos, y del periodismo un simple aparato de propaganda al servicio de las fuentes. La promiscuidad entre pol¨ªtica y periodismo que se manifiesta, por ejemplo, en el tr¨¢fico de consignas o de argumentarios, no es s¨®lo una pr¨¢ctica ajena a la concepci¨®n de Daniel; es, adem¨¢s, una pr¨¢ctica que deber¨ªa ser denunciada por falsear la relaci¨®n entre el poder y los ciudadanos, y por empobrecer el debate pol¨ªtico hasta el extremo de convertirlo en lo que es hoy: un obsceno chapoteo en casos de corrupci¨®n que no dejan espacio para abordar los problemas sustanciales, sepultados bajo el esc¨¢ndalo de las aberraciones y las anomal¨ªas que se producen bajo los sistemas democr¨¢ticos. Instalado en una redacci¨®n, Daniel nunca las pas¨® por alto ni dej¨® de ser inflexible con ellas. Pero tal vez su preocupaci¨®n principal nunca fue esa, sino la de no desquiciar el espacio que les correspond¨ªa ni en la pol¨ªtica ni en el periodismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.