Conservadores y liberales
Primero, Duran Lleida, empe?ado en que todo el mundo tenga claro que manda mucho, aunque sea sin cartera; despu¨¦s, el presidente de la Generalitat, han confirmado que CiU aprobar¨¢ la supresi¨®n del impuesto de sucesiones antes de las elecciones municipales. Su posici¨®n parlamentaria le permitir¨¢, conforme al principio de geometr¨ªa variable, acabar con este impuesto con el apoyo del PP. La derecha para las cuestiones econ¨®micas, Esquerra Republicana para dar alguna satisfacci¨®n al voto soberanista y el PSC para cuestiones de estabilidad y de pactos institucionales. Los equilibrios parlamentarios de CiU son como un retrato robot de la posici¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica de la coalici¨®n de Gobierno.
La supresi¨®n del impuesto de sucesiones es incompatible con el discurso meritocr¨¢tico con que nuestros pol¨ªticos nos agobian
Desde luego, las promesas electorales son para cumplirlas. Pero este mismo Gobierno que ha decidido suprimir el impuesto de sucesiones, durante los dos meses y medio que lleva en el poder ha lanzado pr¨¢cticamente un solo mensaje: austeridad. Y para que quede claro lo que significa esta palabra ha anunciado recortes dr¨¢sticos en los Presupuestos de la Generalitat. No ha concretado las partidas, para evitar que algunos de sus electores se sintieran frustrados antes de llegar a las municipales. Pero ha impuesto, de momento, dr¨¢sticas limitaciones a los gastos de los departamentos. En este contexto, resulta chocante que se mantenga la promesa de suprimir un impuesto que el Gobierno tripartito ya hab¨ªa reducido a m¨ªnimos, y que ahora afecta exclusivamente a los sectores m¨¢s acomodados de la sociedad. El Gobierno catal¨¢n busca desesperadamente dinero para cumplir sus obligaciones este a?o y decide prescindir de una fuente de ingresos que hubiese proporcionado algunos cientos de millones de euros. Tiene que haber razones de mucho peso para dar este paso. Y las hay: son fundamentalmente ideol¨®gicas y culturales.
Los partidarios de suprimir este impuesto, a derecha y a izquierda -que tambi¨¦n abundan- acostumbran a ser tambi¨¦n grandes propagandistas de la sociedad meritocr¨¢tica. No hay discurso en que no apelen al esfuerzo, al valor de la voluntad, al trabajo bien hecho, a dedicar la vida a un gran objetivo. El reconocimiento se gana con inteligencia, con dedicaci¨®n y con compromiso personal. Y son estas actitudes las que merecen tanto la compensaci¨®n econ¨®mica como el aplauso social. Pues bien, si estos son los valores, si cada cual vale lo que hace y lo que consigue por s¨ª mismo, si realmente la sociedad meritocr¨¢tica es la de los que llegan lejos por su talento y esfuerzo, sin que nadie les regale nada, el impuesto de sucesiones deber¨ªa ser el m¨¢s caro de todos. Su supresi¨®n premia al que no ha hecho otro esfuerzo, otro m¨¦rito, que nacer en una familia m¨¢s o menos afortunada y es una negaci¨®n manifiesta del principio de igualdad de oportunidades que tanto proclaman los partidarios de la meritocracia. Unos llegan a competir con una peque?a mochila otros con unos cuantos tr¨¢ilers. Si un impuesto es realmente redistributivo este es el de sucesiones. Desde luego la supresi¨®n de este impuesto es incompatible con el discurso meritocr¨¢tico con que nuestros pol¨ªticos nos agobian todos los d¨ªas. Pero hace tiempo que raz¨®n y pol¨ªtica van desajustadas.
La supresi¨®n del impuesto de sucesiones tiene que ver con cuestiones ideol¨®gicas y culturales de calado: la propiedad y la familia. La intocabilidad de la propiedad -a m¨ª me entra un susto cada vez que alguien dice con voz campanuda: "Esto es m¨ªo"- como expresi¨®n del rechazo a aceptar que nada tendr¨ªamos si estuvi¨¦ramos solos en el mundo, que tambi¨¦n la propiedad es algo que necesita de los dem¨¢s. Y la familia, pobre familia, otra vez convertida en c¨¦lula fundamental de la sociedad, como se dec¨ªa antes.
A un gran notario de esta ciudad, que desgraciadamente ya no est¨¢ entre nosotros, le gustaba decir: "Mi mujer es muy importante, much¨ªsimo, pero no es de la familia". Se le podr¨ªa replicar diciendo: "Yo quiero mucho a mis padres, pero mi mujer es la m¨¢s importante porque la ha escogido libremente". Creo que, m¨¢s all¨¢ de su car¨¢cter anecd¨®tico, estas dos sentencias reflejan perfectamente dos concepciones del mundo. La conservadora o tradicional, la que encuentra su raz¨®n de ser en la continuidad, en la costumbre, en lo at¨¢vico como fundamento del sentido, y la liberal, la que se funda en el individuo, sus deseos y sus elecciones, que vive en la precariedad de un sentido que tiene como fr¨¢gil base al sujeto y su interrelaci¨®n creadora con el mundo. Probablemente, el notario en cuesti¨®n estar¨ªa a favor de la supresi¨®n del impuesto de sucesiones. Yo estoy radicalmente en contra.
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