?Podemos prescindir de la energ¨ªa nuclear?
La energ¨ªa es imprescindible para el funcionamiento de la sociedad y la econom¨ªa y uno de los factores cr¨ªticos de la sostenibilidad y la competitividad. Hay demasiadas apuestas sobre este recurso como para desconsiderar todas y cada una de las opciones que tengamos a nuestro alcance para un uso eficiente y seguro del mismo, desde su generaci¨®n o aprovisionamiento hasta el uso final en hogares, veh¨ªculos, ciudades y otros territorios, Administraciones p¨²blicas y establecimientos productivos. El valor de estas apuestas y, por lo tanto, el coste de perderlas, es tanto mayor cuanto m¨¢s concentradas est¨¦n en fuentes energ¨¦ticas sensibles. La diversificaci¨®n energ¨¦tica limita los costes y maximiza los beneficios.
El caso japon¨¦s obliga a situar las cuestiones de seguridad de las centrales por encima de todo lo dem¨¢s
En principio, esto es lo que se busca en nuestro pa¨ªs con la definici¨®n de un mix energ¨¦tico que combine, seg¨²n lo permitan las tecnolog¨ªas existentes y las diferentes consideraciones estrat¨¦gicas, las diversas fuentes al alcance de la mano, complementado con pol¨ªticas de ahorro y uso eficiente de la energ¨ªa. En este mix han venido adquiriendo un papel muy relevante las energ¨ªas renovables, no sin intensos debates acerca de lo indicado de los incentivos que han recibido, pero que han permitido a la industria espa?ola posicionarse muy favorablemente de cara a un futuro de mayor exigencia medioambiental que no ha hecho sino empezar. Claramente, en cualquier caso, se han ampliado las opciones energ¨¦ticas.
Al mismo tiempo, la energ¨ªa nuclear, en Espa?a y en muchos otros pa¨ªses, ha sido puesta en cuarentena durante d¨¦cadas. Ello no ha impedido a la industria realizar un impresionante despliegue tecnol¨®gico del que han participado tambi¨¦n las empresas espa?olas, conjurando el riesgo de una p¨¦rdida severa de know-how en tecnolog¨ªa, ingenier¨ªa y servicios gracias al mantenimiento de la operaci¨®n dom¨¦stica y a la actividad internacional, estimulada, esta actividad, por pa¨ªses tanto emergentes como avanzados escasamente dotados de fuentes energ¨¦ticas propias.
?En qu¨¦ medida, los terribles acontecimientos de Jap¨®n deben modificar el debate sobre la participaci¨®n de la energ¨ªa nuclear en el conjunto de opciones energ¨¦ticas a nuestro alcance? Sin duda alguna, el debate debe hacerse lo m¨¢s realista posible y admitir los nuevos elementos sin dejar de considerar los restantes. El elemento nuevo es, en realidad, el viejo elemento de la seguridad de las plantas nucleares. El caso japon¨¦s obliga a destacar las consideraciones de seguridad por enci
-ma de todas las dem¨¢s, lo que implica tambi¨¦n las decisiones adecuadas respecto al emplazamiento de las instalaciones nucleares.
El actual contexto energ¨¦tico, por s¨ª solo, con el permanente recordatorio de que el precio del petr¨®leo espera siempre su oportunidad para romper barreras o con el replanteamiento de las subvenciones a las renovables, exige, en nuestra opini¨®n, una reconsideraci¨®n de los elementos del mix energ¨¦tico. Por si esto no bastase, el escenario econ¨®mico aporta numerosos argumentospara dicha reconsideraci¨®n. Desde la necesidad de asegurar la competitividad de las actividades productivas, mediante la energ¨ªa m¨¢s barata y eficiente posible, hasta la de reducir el d¨¦ficit cr¨®nico por cuenta corriente, para mejorar la financiaci¨®n de nuestra econom¨ªa.
No podremos decir que tenemos bien definido el mix energ¨¦tico, mientras no hayamos sopesado serenamente todas las opciones posibles en el nuevo contexto global y dom¨¦stico. Se impone, pues, un ejercicio de realismo que determine si las razones que motivaron las decisiones energ¨¦ticas del pasado siguen siendo hoy v¨¢lidas. O si siguen siendo vigentes las posiciones que en su momento apoyaron dichas razones. Posiciones que van desde la opini¨®n experta hasta la opini¨®n p¨²blica, unas y otras m¨¢s o menos organizadas y cambiantes.
Como coment¨¢bamos, adem¨¢s del cambio de escenario, el progreso que ha hecho la tecnolog¨ªa nuclear ha sido formidable, en materia de seguridad especialmente. Por lo que las centrales existentes est¨¢n en perfectas condiciones de cumplir sus m¨¢ximos de vida ¨²til en condiciones mejoradas de seguridad, ya que regularmente incorporan los avances producidos.
Hoy, nuestro parque nuclear no muestra s¨ªntomas de agotamiento t¨¦cnico, y buena prueba de ello es que en 2010 registr¨® una utilizaci¨®n media del 92%, nivel que compara muy favorablemente con otros referentes internacionales. El aumento de la producci¨®n nuclear en un 17% en ese a?o ha contribuido, junto con el buen a?o hidr¨¢ulico y la aportaci¨®n de las energ¨ªas renovables, a que m¨¢s del 55% de la producci¨®n el¨¦ctrica del a?o pasado procediese de fuentes sin emisi¨®n de CO2. Y del total de la energ¨ªa el¨¦ctrica sin efecto invernadero (hidr¨¢ulica, e¨®lica y solar), la energ¨ªa nuclear represent¨® m¨¢s de un 35%. Las centrales nucleares existentes son, por tanto, un elemento fundamental de la apuesta de nuestro pa¨ªs por cumplir en alg¨²n momento con los compromisos medioambientales de emisiones de CO2.
En la actualidad, la generaci¨®n el¨¦ctrica de origen nuclear evita la emisi¨®n de una cantidad de CO2 equivalente a las emisiones que realiza la mitad del parque automovil¨ªstico espa?ol, lo que supone un ahorro anual de 1.000 millones de euros en derechos de emisi¨®n, de los que 57 millones corresponden a Garo?a.
Tambi¨¦n en el ¨¢mbito medioambiental, la extensi¨®n de la vida de las centrales nucleares no solo no provoca ning¨²n problema al que no tengamos ya que enfrentarnos (gesti¨®n de los residuos y el coste el desmantelamiento de las centrales), sino que abarata su coste medioambiental relativo y mejora su rendimiento, al repartir el esfuerzo de gesti¨®n entre una mayor producci¨®n.
La energ¨ªa nuclear, y la central de Garo?a en lo que le corresponde, contribuyen de manera relevante a abaratar el precio del mercado el¨¦ctrico, con el consiguiente efecto de contenci¨®n en la subida de las tarifas el¨¦ctricas. Conviene recordar que las centrales nucleares, por la imposibilidad t¨¦cnica de conectar y desconectar su funcionamiento, ofertan su energ¨ªa a precio cero, es decir, son instalaciones aceptantes de cualquier precio de corte entre oferta y demanda. Todav¨ªa reciente la ¨²ltima subida de la tarifa el¨¦ctrica, no hace falta recordar la ventaja econ¨®mica y el valor para la competitividad de nuestro tejido industrial de cualquier instalaci¨®n con un coste de producci¨®n inferior a la media del sistema. En un escenario nada improbable de encarecimiento sostenido de los combustibles f¨®siles, las instalaciones nucleares representan al menos una cobertura parcial de dicho riesgo. Teniendo en cuenta que el sistema el¨¦ctrico arrastra con el d¨¦ficit de tarifa un grave desequilibrio entre lo que se nos factura a los usuarios y el coste de prestaci¨®n del servicio, cualquier medida que, sin efectos secundarios relevantes, suponga un menor coste de producci¨®n debe ser tenida en consideraci¨®n.
En este contexto, debe plantearse tambi¨¦n la continuidad de las centrales nucleares espa?olas, incluida la central de Garo?a, y mucho m¨¢s all¨¢ de la conveniencia, un tanto espuria, del intercambio de cartas en la negociaci¨®n social sobre las pensiones en la que ha emergido inesperadamente esta cuesti¨®n. Aunque quienes ven tambi¨¦n en este ¨¢mbito la implicaci¨®n para el empleo, de todas formas, tienen raz¨®n. Por su localizaci¨®n, muchas centrales nucleares espa?olas desempe?an un papel articulador de las econom¨ªas de sus zonas de influencia y m¨¢s all¨¢. En algunos casos son la mayor empresa de sus comarcas, provincias o regiones, incluso, y poseen importantes derivadas industriales, tecnol¨®gicas y de servicios.
Esto es as¨ª tambi¨¦n en el caso de Garo?a, cuyo cierre anticipado llevar¨ªa a la p¨¦rdida de 343 empleos directos de alta cualificaci¨®n y productividad (475.000 euros por empleado) y de otros 1.189 empleos indirectos repartidos por muy diversos sectores de actividad y localizaciones circundantes a la central. Las consecuencias de la disminuci¨®n del valor a?adido en la zona y en el resto de Espa?a (unos 229 millones de euros al a?o) se traducir¨ªan tambi¨¦n, entre otros efectos, en una p¨¦rdida de recaudaci¨®n fiscal de 80 millones de euros al a?o. En las actuales condiciones presupuestarias, que se mantendr¨¢n durante los pr¨®ximos a?os, no es aconsejable renunciar a semejantes ingresos para nuestras Administraciones tributarias, incluida la Seguridad Social. Al mismo tiempo, estas condiciones presupuestarias cercenadas por la crisis econ¨®mica han hecho pr¨¢cticamente inviable el plan alternativo para compensar los efectos socioecon¨®micos adversos que el cierre de la central tendr¨ªa sobre la zona de influencia, el denominado "Plan Garo?a".
Arturo Rojas y Jos¨¦ A. Herce son socios de Analistas Financieros Internacionales (Afi).
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