Malhumor
Es triste asistir, aunque sea de lejos, a la discusi¨®n pol¨ªtica en el Parlamento andaluz, entre la trama G¨¹rtel y la red de los ERE, algo que sonar¨ªa enigm¨¢tico, el vocablo alem¨¢n y la letra-sigla, ERE y G¨¹rtel, si no supi¨¦ramos lamentablemente qu¨¦ significa esa jerga. La conversaci¨®n entre la gente de los partidos pol¨ªticos se ha convertido en una disputa sobre delincuencia, y, en sus debates can¨ªbales, a dentelladas, populares y socialistas se acusan mutuamente de ladrones. De ideas y programas pol¨ªticos hablan poco, como si en ese terreno sus diferencias fueran tan min¨²sculas que no merecieran exponerse en p¨²blico. Parece que PP y PSOE solo compiten de verdad a prop¨®sito de qui¨¦n se merece m¨¢s el descr¨¦dito y la c¨¢rcel.
Estas cosas se repiten peri¨®dicamente con la monoton¨ªa de la costumbre, pero siguen desmoralizando a los ciudadanos. Los desaniman en una ¨¦poca ya muy desanimada en s¨ª misma. ?En poder de qu¨¦ personajes estamos?, piensan los m¨¢s pesimistas. El consejero de Empleo andaluz, Manuel Recio, sintoniza con los votantes cuando se confiesa enga?ado, indignado y avergonzado por los sinverg¨¹enzas que se hayan aprovechado del dinero p¨²blico en el caso de los ERE. Para el PSOE, no tiene culpa el partido gobernante, el PSOE, sino unos cuantos desaprensivos que fatalmente pertenec¨ªan al partido. Nada sab¨ªan de los manejos fraudulentos los consejeros ni el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa.
El verdadero problema pol¨ªtico, sin embargo, no es si sab¨ªan o no sab¨ªan, si deb¨ªan o no deb¨ªan saber, si una mano no sab¨ªa lo que hac¨ªa la otra, si la cabeza no sab¨ªa lo que hac¨ªan las manos. El problema es otro. En treinta a?os de Gobierno, el PSOE se ha fundido con las instituciones auton¨®micas, instituciones creadas, modeladas, cortadas y cosidas a medida del partido en el Gobierno. El poder excesivo no admite trabas, es insaciable. Cuanto menos control sufre, m¨¢s le pesa cualquier control por m¨ªnimo que sea y menos control quiere. Y, si la Intervenci¨®n de Hacienda pone problemas al reparto de fondos p¨²blicos para empresas enfermas porque no se respetan los procedimientos que establece la ley, se inventa un modo de sortear el control de la Intervenci¨®n de Hacienda. Entonces aparecen los desaprensivos que tanto nos averg¨¹enzan.
Y cunde entre la poblaci¨®n la desconfianza en el partido gobernante, y en sus clientes, sus amigos, sus familiares, sus socios pol¨ªticos y econ¨®micos, categor¨ªas que a veces coinciden en un solo afortunado. Y el partido pierde el afecto ciudadano, incluido el de sus votantes de siempre, que se debaten entre la frialdad, la pereza afectiva y la desconfianza total. El distanciamiento es rec¨ªproco, porque los socialistas consultan las entra?as de las encuestas, y se indignan. Se encaran con los ciudadanos desafectos: ?C¨®mo pod¨¦is mirarnos as¨ª, vernos as¨ª? El malhumor es general: el PSOE se disgusta con los ciudadanos desconfiados; los ciudadanos se apartan del PSOE omnipotente durante a?os y a?os. El ¨²nico elemento feliz del drama es el PP.
En esta situaci¨®n, bajo el peso del entorno descorazonador, se re¨²nen en M¨¢laga 1.500 militantes socialistas en convenci¨®n municipal, iluminados y amplificados por 200.000 vatios de luz y sonido. Es un momento malo para la propaganda, porque los socialistas han empezado a pelearse entre s¨ª, como siempre pasa en los grupos humanos cuando se presentan ¨¦pocas de inseguridad y tribulaci¨®n. Responsables provinciales se rebelan ya contra los responsables regionales, que no saben con qui¨¦nes est¨¢n los responsables nacionales. Quiz¨¢ lo aclare el ministro Blanco, a quien se le ha puesto cara de cardenal-regente, y llega a M¨¢laga en lugar del perdido Zapatero. Si ha aprendido de la Iglesia Cat¨®lica, el PSOE negar¨¢ toda culpa como instituci¨®n, condenar¨¢ y apartar¨¢ a alg¨²n hijo descarriado, y seguir¨¢ fiel a s¨ª mismo por los siglos de los siglos.
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