'Condenado a muerte sin vacilaci¨®n'
Espa?oles de la Divisi¨®n Azul fusilaron en Rusia a un compatriota que se la hab¨ªa jugado parra luchar contra los alemanes
Si no fuera por su final tr¨¢gico, la historia de Salvador Lorente G¨®mez de Ag¨¹ero, natural de Rielves, en Toledo, hijo de Domiciano y de Felisa, y casado con Balbina Mart¨ªnez Gonz¨¢lez, podr¨ªa pasar a las antolog¨ªas del humor.
Negro, por supuesto. Porque a Lorente le juzgaron en enero de 1942 en los alrededores de Leningrado por adhesi¨®n a la rebeli¨®n militar en Madrid en 1936.
Lo de Lorente empez¨® en la estaci¨®n de Delicias de Madrid, donde trabajaba. All¨ª se sum¨® a las milicias que quer¨ªan derrotar al golpe de los militares. Luch¨® en el frente de Extremadura y en la defensa de la capital. Y se dedic¨® a pasar pel¨ªculas a los combatientes para ense?arles el funcionamiento de las armas con las que deb¨ªan luchar. Luego pas¨® por unidades de tanques en Albacete. Y acab¨® fug¨¢ndose a Or¨¢n en alguno de los pocos barcos que consiguieron escapar del cerco de la marina franquista y de la cobarde huida de la flota republicana, que se dej¨® a 20.000 personas abandonadas en el puerto de Alicante. Luego, Lorente pudo pasar a Francia y de all¨ª embarc¨® en Le Havre con destino a la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
El general Esteban-Infantes, jefe de la divisi¨®n, descart¨® conmutar la pena contra Salvador Lorente
A sus 39 a?os, este hombre tuvo el coraje de apuntarse a una unidad de guerrilleros que fueron lanzados desde un avi¨®n Douglas en paraca¨ªdas a la retaguardia alemana para efectuar operaciones de sabotaje contra trenes y dep¨®sitos de abastecimiento.
Hasta ese momento, en una fecha que no se especifica, se puede decir que Salvador Lorente hab¨ªa estado de suerte. Pero pis¨® una mina, y tuvo que arrastrarse hasta una carretera para pedir auxilio y no desangrarse.
Un coche ocupado por oficiales alemanes lo recogi¨® y lo llev¨® al hospital.
Volvi¨® a parecer que la suerte le sonre¨ªa a Salvador. Los alemanes no aplicaron con ¨¦l la instrucci¨®n del ej¨¦rcito nazi de liquidar de inmediato a los guerrilleros. Le amputaron la pierna y sigui¨® vivo.
Pero a alg¨²n oficial alem¨¢n se le ocurri¨® la idea de enviarle a la divisi¨®n 250, conocida en Espa?a como Divisi¨®n Azul. Si Salvador era espa?ol, que se encargaran los espa?oles de ¨¦l. Y a alguno de los mandos espa?oles se le ocurri¨® que ese hombre ten¨ªa que ser juzgado por un tribunal militar porque se rebel¨® en 1936 contra el alzamiento nacional.Osea, que Salvador no ten¨ªa que ir al banquillo por ser un parachutista (sic) que ha ido a hacer sabotajes a la retaguardia alemana, sino por haber combatido el golpe de Estado de 1936. En Rusia, en el hospital militar de Mestelewo, en las cercan¨ªas de Leningrado.
Antes de eso, Salvador dio una versi¨®n de los hechos que era dif¨ªcil que colara. Seg¨²n ¨¦l, todo su periplo desde que entr¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa estado dirigido por el deseo de encontrarse con los compatriotas de la Divisi¨®n Azul para volver a Espa?a con ellos.
Para dar m¨¢s credibilidad a su declaraci¨®n, Salvador cont¨® todo lo que sab¨ªa sobre el armamento, losm¨¦todos de entrenamiento y las intenciones de los rusos: atacar a los alemanes cuando la nieve estuviera dura.
Adem¨¢s, un listado de sus compa?eros espa?oles de aventura. Uno se llama Aurelio, y esmalencarado y deMadrid; otro, Jos¨¦ Sandoval, que es ni grueso ni delgado; Villena es de Albacete, y no tiene se?as particulares.
Todos rondan los 28 a?os y casi todos tienen el pelo negro. El jefe se llama Bull¨®n, seg¨²n Salvador. Y as¨ª lo transcribe el soldado que le toma la declaraci¨®n, aunque se trata de Francisco Gull¨®n, un guerrilleromadrile?o de historial legendario.
El instructor de la causa es el teniente Jos¨¦ Navarro P¨¦rez. Entre los vocales figura el capit¨¢n Aramburu Topete. A Salvador le dicen que escoja abogado, pero no conoce a ninguno entre los que halla en el asedio de Leningrado, as¨ª que le cae de oficio el teniente Manuel Cabello Otero.
El juicio se va a celebrar el d¨ªa 9 de enero de 1943, enMestelewo. Un tr¨¢mite que ocupa amucha gente. Una decena de oficiales y jefes y un mont¨®n de soldados escribientes y guardias de seguridad. El fiscal no entiende de arrepentimientos en el caso de Lorente, y el defensor solo puede argumentar que Lorente vio renacer su amor a la patria y por eso quer¨ªa enlazar con los divisionarios espa?oles.
Pero la versi¨®n no cuela. El tribunal decide que es culpable de adhesi¨®n a la rebeli¨®n en grado de consumaci¨®n. Y pide la pena de muerte.
El general jefe, Emilio Esteban-Infantes, que lleva apenas unos d¨ªas al mando de la divisi¨®n, lo tiene claro: no procede conmutar la pena, sino aplicarla de una manera imperiosa y sin vacilaci¨®n alguna 148;, porque 147;el reo es un espa?ol, pero es un combatiente de las filas enemigas.
Sin vacilaci¨®n ninguna, a Salvador Lorente le fusilan el 11 de enero en Mestelewo, mientras los ca?ones sovi¨¦ticos retumban y aplastan a las tropas espa?olas en Krasni Bor, a pocos kil¨®metros de distancia. Qui¨¦n se lo iba a decir a un hombre que se la hab¨ªa jugado por luchar contra los alemanes en su retaguardia.
Del fusilamiento de Salvador Lorente no va a tener noticia ni su familia ni sus compa?eros.
Solo se conservar¨¢ su historia en el archivo de la Divisi¨®n Espa?ola de Voluntarios, en ?vila.
El grupo de guerrilleros con el que comenz¨® su aventura en la retaguardia alemana est¨¢ muy mermado por los combates, el fr¨ªo y el hambre. A su frente, mientras su compa?ero es juzgado, sigue Francisco Gull¨®n, un capit¨¢n del Ej¨¦rcito Popular republicano que tiene apenas 22 a?os y se ha forjado ya una leyenda con sus golpes en el mar de Azov y en Rusia Central.
A Gull¨®n le ha reclutado directamente el jefe del Estado Mayor delMovimiento Guerrillero, el camarada Nikitin. Y su objetivo no es una casualidad: se ha formado un grupo demedio centenar de espa?oles y sovi¨¦ticos que van a inquietar, justamente, a la Divisi¨®n Azul.
Lo que no puede contar Lorente es el enorme ¨¦xito de la unidad a la que ha pertenecido.
Hasta que vuelvan a las l¨ªneas sovi¨¦ticas a mediados de marzo, Gull¨®n y los suyos van a volar 14 trenes, varios puentes, tramos de v¨ªa y muchas l¨ªneas telegr¨¢ficas.
Adem¨¢s van a causarmuchas bajas en combates directos a los alemanes.
El coste es alto. Del medio centenar de parachutistas lanzados tras las l¨ªneas en octubre solo van a salir vivos tres: Joaqu¨ªn G¨®mez, Cristino P¨¦rez Lobo y Francisco Gull¨®n. El ¨²nico ileso, G¨®mez.
A Gull¨®n le van a dar la medalla de la Orden de Lenin y le van a organizar unos funerales dignos de h¨¦roe de laUni¨®n Sovi¨¦tica cuandomuera por una afecci¨®n pulmonar en noviembre de 1944, cuando ya sepa que la guerra est¨¢ ganada para la Uni¨®n Sovi¨¦tica. De eso, Lorente no llegar¨¢ a enterarse.
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