Vendaval de libertad
La dictadura yemen¨ª se descompone mientras se extienden las protestas en la petrificada Siria
Todo sugiere que en Yemen, zarandeado por las revueltas populares que sacuden desde enero los pa¨ªses ¨¢rabes, se ha traspasado una barrera decisiva despu¨¦s de la matanza por francotiradores, el viernes, de 52 manifestantes que exig¨ªan en San¨¢, la capital, la dimisi¨®n del presidente Ali Abdal¨¢ Saleh. La destituci¨®n del Gobierno, el estado de emergencia y la proclama solemne del Ej¨¦rcito reafirmando ayer su apoyo al dictador ¨¢rabe -32 a?os en el poder- acent¨²an los rasgos de descomposici¨®n de un r¨¦gimen del que en las ¨²ltimas horas han desertado altos jefes militares, ministros, embajadores relevantes y parlamentarios, pasados todos al bando opositor.
No han sido suficientes, en un pa¨ªs paup¨¦rrimo de 23 millones, roto y corrompido desde la c¨²spide, las promesas recientes de Saleh de renunciar a la reelecci¨®n, prestarse a un Gobierno de unidad nacional y hacer una nueva Constituci¨®n. El viento de libertad llega cada vez m¨¢s lejos hacia Oriente. Y tanto en el tribal y dividido Yemen, en la crucial vecindad del Golfo, como en la monarqu¨ªa absolutista petrolera de Bahr¨¦in y, en los ¨²ltimos d¨ªas, en la petrificada Siria -donde el Ej¨¦rcito ha sido enviado a acallar violentamente las protestas- quienes se echan a la calle arriesgando sus vidas quieren fundamentalmente que los d¨¦spotas y ladrones de turno dejen paso a reg¨ªmenes nuevos compatibles con la dignidad.
En Siria, pa¨ªs regionalmente decisivo, manda con mano de hierro y leyes de emergencia un partido ¨²nico desde hace 50 a?os, el Baaz. Damasco es el m¨¢s estrecho aliado de Ir¨¢n y apoya sin fisuras a milicias integristas como Ham¨¢s, en Gaza, y Hezbol¨¢, en L¨ªbano. Tambi¨¦n en Siria, un pa¨ªs donde nada se mueve sin el benepl¨¢cito del poder, la extensi¨®n de las protestas, pese a las cosm¨¦ticas medidas econ¨®micas recientes, indica que el rechazo al r¨¦gimen del presidente Bachar el Asad (continuador de la dictadura de su padre) proviene no de una oposici¨®n pol¨ªtica pr¨¢cticamente virtual, sino, como en el resto del contagiado mundo ¨¢rabe, de la insoportable amargura de una ciudadan¨ªa inmemorialmente oprimida.
Yemen, donde el tinglado feudal de 32 a?os se viene abajo por momentos, plantea un problema a?adido a las potencias occidentales, y a EE UU en particular. Saleh, aliado privilegiado en la zona de la Casa Blanca, ha sido una pieza clave en la lucha contra Al Qaeda, que tiene en ese pa¨ªs de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga una de sus ramas m¨¢s activas. Washington ha armado y entrenado durante a?os a unidades especiales del Ej¨¦rcito yemen¨ª bajo control directo del presidente o sus hijos.
La falta de una clara alternativa pol¨ªtica en San¨¢ pone en un brete a Barack Obama, que, como en el caso de T¨²nez o Egipto, ha sido cogido a contrapi¨¦ por los acontecimientos y debe recalcular su estrategia regional a corto plazo. Con variables, adem¨¢s, tan desestabilizadoras como una nueva guerra civil o una pugna de facciones militares dentro del r¨¦gimen yemen¨ª.
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