Guerras: la compulsi¨®n repetitiva
Una de las ideas m¨¢s oscuras de Freud, adem¨¢s de la de su descripci¨®n de la inextinguible agresividad humana, fue la de la compulsi¨®n repetitiva en la psique. Nadie est¨¢ libre de ella, pero, en los casos notoriamente patol¨®gicos, los humanos son incapaces de zafarse de las obsesiones y las acciones que invariablemente les causan dolor. De hecho, elaboran inconscientemente las condiciones externas que luego les impondr¨¢n el fracaso y el desastre. La historia no puede quedar reducida a su sustrato psicol¨®gico, pero el fen¨®meno tiene su valor metaf¨®rico.
Estados Unidos ha vuelto a ir a la guerra. Quiz¨¢, para evitar una tediosa repetici¨®n, deber¨ªa haber preparado un texto anticipatorio. Con un poco de trabajo de edici¨®n, podr¨ªa servir para un n¨²mero ilimitado de guerras: inician el proceso unos intensos debates en el aparato de pol¨ªtica exterior de Estados Unidos, debidamente amplificados por los representantes acad¨¦micos y period¨ªsticos de quienes est¨¢n en el poder. Los acontecimientos del exterior son reinterpretados para ajustarlos a las ideas err¨®neas nacionales, y as¨ª se ignoran las pruebas contradictorias. Las sinceras confesiones de un c¨¢lculo de intereses no pueden ni mencionarse. Son atribuidos a Estados Unidos los ideales m¨¢s sublimes ("no podemos permanecer impasibles cuando un tirano le dice a su pueblo que no tendr¨¢ piedad"). Se toma una decisi¨®n precipitada, inducida unas veces por una crisis (la inminente derrota de los rebeldes en Libia) y otras veces cuando no hay ninguna crisis (las armas de destrucci¨®n masiva de Irak). En muy pocos casos prevalece, ni siquiera provisionalmente, la contenci¨®n. Se juzga a otras naciones por su buena disposici¨®n a aceptar su reivindicaci¨®n del liderazgo mundial, material y moral. Al poco tiempo, las ambig¨¹edades y limitaciones de la situaci¨®n ya no pueden ser desmentidas. Otro debate, sobre c¨®mo escapar a su propia trampa, da comienzo. A otras naciones incluso se les reconoce tener existencias separadas. Quienes no est¨¢n en los despachos declaran que ellos siempre supieron lo equivocados que estaban aquellos a los que quieren desplazar. El ciclo vuelve a repetirse.
El asombro de EE UU ante las revoluciones ¨¢rabes ha tenido efectos educativos y tambi¨¦n traum¨¢ticos
Alemania se opone a que Turqu¨ªa entre en la UE y es incapaz de criticar a Israel
Esta vez hay una diferencia. Todo el proceso se ha acelerado. El asombro nacional ante las revoluciones en los Estados ¨¢rabes ha tenido efectos educativos a la vez que traum¨¢ticos. Al referirse compulsivamente al "lado equivocado de la historia", el presidente de Estados Unidos y la secretaria de Estado parecen no estar seguros de c¨®mo llegar, o incluso identificar, al "lado acertado". Obviamente, su apoyo inicial a Mubarak les duele. El secretario de Defensa est¨¢ resuelto a dejar sudespacho en los pr¨®ximos meses conservando intacta su reputaci¨®n de honradez: su escepticismo es manifiesto. El almirante Mullen, nuestro militar de mayor rango, manifest¨® impasible en la televisi¨®n la absurda ficci¨®n de que Estados Unidos no pretend¨ªa derrocar a Gadafi, pero su expresi¨®n facial traicionaba su bochorno. Las cadenas no tardaron en emitir la declaraci¨®n del presidente sobre que Gadafi ten¨ªa que irse.
El presidente est¨¢ casi tan asediado como su antagonista. Rusia objeta que la resoluci¨®n de Naciones Unidas no permite el actual ataque a Libia. Turqu¨ªa (hasta ahora) bloquea la asunci¨®n por parte de la OTAN de la coordinaci¨®n militar. La Liga ?rabe, elogiada en los t¨¦rminos m¨¢s condescendientes por invitar de nuevo a los viejos imperialistas, se lo est¨¢ pensando y repensando mejor. Est¨¢ claro que Mussa, su locuaz secretario general, supone que tener esas deferencias con Estados Unidos, Francia y Reino Unido no le ayudar¨¢ a ser elegido presidente de Egipto.
En el plano de la pol¨ªtica interior, al presidente le est¨¢ yendo a¨²n peor. Tanto dem¨®cratas como republicanos se han quejado en el Congreso de haber sido insuficientemente consultados. Algunos incluso invocaron la Constituci¨®n, que no permite al presidente iniciar guerras. Llegan demasiado tarde, con m¨¢s de un siglo de retraso, pero mejor tarde que nunca. Varios almirantes y generales retirados han dicho que las tropas estadounidenses, no obstante las garant¨ªas del presidente, podr¨ªan tener que ser enviadas a Libia. El presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, Richard Haass, habitualmente circunspecto, ha declarado que Libia es una distracci¨®n innecesaria. Diversos comentaristas insisten en el contraste de la intervenci¨®n contra Gadafi y la tolerancia, por embarazosa que sea, con la incursi¨®n saud¨ª para reprimir las protestas en Bahr¨¦in. Nadie en Estados Unidos, dentro y fuera del Gobierno, est¨¢ preparado para la posibilidad de que los palestinos pudieran rebelarse en alg¨²n momento, provocando una brutal respuesta israel¨ª. Se ha venido abajo una pol¨ªtica para Oriente Pr¨®ximo consistente en un apoyo incondicional a Israel y a Arabia Saud¨ª. La presente alternativa es una improvisaci¨®n desesperada.
Es dif¨ªcil calificar a Europa occidental de aliados de Estados Unidos: act¨²an m¨¢s bien como lo que en su d¨ªa se calific¨® de Estados sat¨¦lites. Se comprende su deseo de borrar el recuerdo de su pasada complicidad con Libia. Es notable que brille principalmente por su ausencia un enfoque independiente de Europa respecto a la civilizaci¨®n musulmana existente junto a (y dentro de) sus fronteras. Quiz¨¢ Alemania, pesadamente vacilante respecto a su compromiso militar, en cierto modo ha dejado esa posibilidad abierta, pero es esa Alemania la que es tan opuesta a la integraci¨®n de Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea y la que es tan reacia, por razones obvias, a distanciarse de Israel. Estados Unidos tendr¨¢ que asumir, por cuenta propia, las evasivas, las falsas ideas y las m¨²ltiples contradicciones morales de nuestra pol¨ªtica en Oriente Pr¨®ximo.
Ello requerir¨¢ el tipo de reflexi¨®n sobre nuestra pol¨ªtica exterior en su conjunto que solo una minor¨ªa de funcionarios, acad¨¦micos y pol¨ªticos est¨¢n preparados para emprender. Es la clase de proyecto que el difunto senador Fulbright consider¨® inseparable de su oposici¨®n a la guerra de Vietnam. Una generaci¨®n despu¨¦s de la cat¨¢strofe en Vietnam, sus lecciones necesitan ser aprendidas de nuevo. ?Est¨¢ Estados Unidos condenado a un interminable ciclo de imperial arrogancia, con menguantes capacidades imperiales y crecientes consecuencias desastrosas? La repetici¨®n compulsiva puede ser vencida, pero la terapia requerida ser¨¢ muy dolorosa.
Obama no ha conseguido enfrentarse directamente a la insistente presi¨®n, incluso al chantaje, de los unilateralistas: mantener la hegemon¨ªa estadounidense o sufrir condena por irresoluto y d¨¦bil. Su miedo a la desaprobaci¨®n puede haber forzado su decisi¨®n con Libia. Ha sido insuficientemente combativo en su trato con la arrogancia de la industria financiera y con los diversos mitos del mercado, en la ofensiva contra el Estado de bienestar. En contraste con ello, ha sido pedag¨®gicamente franco respecto a la necesidad de un nuevo multilateralismo, pero solo prudentemente innovador en su pol¨ªtica. Tal vez en Estados Unidos tenemos el presidente que nos merecemos, limitado por la incapacidad de las ¨¦lites y de la opini¨®n p¨²blica (si es que la hay) para reconocer la nueva situaci¨®n hist¨®rica. Los pr¨®ximos a?os, entonces, probablemente quedar¨¢n marcados por crisis que ahora ni nos imaginamos.
Norman Birnbaum es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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