Las traiciones del Bundesbank a Europa
El banco central alem¨¢n labr¨® la estabilidad monetaria, pero boicote¨® las tres iniciativas decisivas: el SME, la unidad alemana y el euro. ?Heredar¨¢ ese legado el pr¨®ximo presidente del Banco Central Europeo?
Ser¨¢ el pr¨®ximo presidente del Banco Central Europeo (BCE) un clon de la gente del Bundesbank? El BCE se configur¨® a imagen del banco emisor alem¨¢n: por su misi¨®n, la estabilidad de precios; por su relaci¨®n con los Gobiernos, de total independencia; por su organizaci¨®n, con un amplio consejo representativo y un restringido directorio.
Et pour cause! Hab¨ªa una gran raz¨®n para copiarlo: fue muy exitoso. El Bundesbank (1957) o Buba gener¨® la estabilidad monetaria externa y de precios internos que enraiz¨® el milagro alem¨¢n de los a?os cincuenta-sesenta, la (re)construcci¨®n de una gran naci¨®n y la forja de una rutilante potencia. En un pa¨ªs donde el patriotismo suele resultar sospechoso, el ¨²nico s¨ªmbolo nacional digno era su divisa: unidad nacional y moneda se entrelazan. Y se embolsaba el dividendo del prestigio quien la administraba, pues lo hizo bien, el Bundesbank. No como su predecesor, que multiplic¨® en 1923 la inflaci¨®n por 2.000 millones, abonando el campo al hitlerismo: fundi¨® el empleo y los ahorros alemanes.
Los dos Helmut ganaron a la banda de Fr¨¢ncfort, que no quer¨ªa la moneda ¨²nica antes de "100 a?os"
Pero esa historia de luces exhibe sombras. Pol¨ªticas. El Buba, que ya afrent¨® a Adenauer, poco contribuy¨® a la desnazificaci¨®n. Dos de sus gobernadores han sido miembros del partido nazi: Otto Emminger (1977-1979) y el mutante Karl Blessing (1958-1969), quien en 1938 organiz¨® la absorci¨®n del banco central austriaco por el Reichsbank. En 1958, entre los 34 altos directivos del Buba hab¨ªa 13 exmiembros del partido nazi; en 1968 hab¨ªan aumentado a 18. (David Marsh, en sus luminosos El Bundesbank, el banco que gobierna Europa; Celeste, 1994; y The euro, the politicis of the new global currency; Yale, 2009).
La entidad defendi¨® con u?as y dientes su independencia. Hasta el exceso. Era "un tipo de Estado dentro del Estado", se enorgullecer¨ªa uno de sus m¨¢s carism¨¢ticos gobernadores, Karl Otto P?hl. Y eso que aquella era hija del azar, pues su antecedente inmediato, el Bank Deutscher L?nder (1948), naci¨® cuando la dividida Alemania a¨²n carec¨ªa de Gobierno federal. El Buba desafi¨® a todos los cancilleres. Y tumb¨® o apuntill¨® a tres, al subir los tipos de inter¨¦s y generar deflaciones: Ludwig Erhard en 1966, Karl Georg Kiesinger en 1969 y Helmut Schmidt en 1982.
Por demasiada ortodoxia, independencia o nacionalismo carca, el banco, como san Pedro a Cristo, traicion¨® tres veces a la integraci¨®n europea. Milit¨®, mediante recelo y/o saboteo, contra los tres grandes avances monetarios del siglo XX: el SME, la unificaci¨®n alemana y la creaci¨®n del euro.
El final del d¨®lar como ancla monetaria mundial en 1971-1973 origin¨® un sistema de cambios semifijos en Europa: la serpiente monetaria, en la que las divisas variaban dentro de sendas bandas del 2,25% sobre la central. Pero el franco no resisti¨® esa flexibilidad. En 1976 hab¨ªa muerto.
El presidente Val¨¦ry Giscard y el canciller Helmut Schmidt -los refundadores de Europa- inventaron una alternativa, el Sistema Monetario Europeo (SME), porque la experiencia de la serpiente "era concluyente: no conseguir¨ªamos hacer funcionar un sistema monetario europeo mientras las monedas m¨¢s d¨¦biles deb¨ªan soportar solas el peso del mantenimiento de la desviaci¨®n, mientras que las monedas m¨¢s fuertes continuar¨ªan cacareando en cabeza, sin preocuparse si el resto del cortejo les segu¨ªa" (Giscard, El poder y la vida; El Pa¨ªs Aguilar, 1988). El SME era una nueva serpiente con bandas m¨¢s anchas, una moneda de cuenta (el ECU, European Currency Unit) y un Fondo Monetario Europeo a la FMI. Y los dos bancos centrales de las monedas extremas intervendr¨ªan juntos.
Pero "el gobernador del Bundesbank, Otto Emminger, no est¨¢ de acuerdo con el proyecto. No quiere encontrarse ante la obligaci¨®n de actuar para sostener monedas d¨¦biles vendiendo marcos alemanes, ya que se correr¨ªa el riesgo de alimentar la inflaci¨®n en Alemania", protest¨® Giscard:
Schmidt: Usted y yo somos los ¨²nicos comprometidos.
Giscard: Lo esencial es convencer a la comunidad financiera alemana; usted est¨¢ mejor situado que yo para hacerlo.
El canciller dobleg¨® al Buba con un discurso legendario en su sede el 30 noviembre de 1978. Una arenga sobre la necesidad de ligar Alemania con Europa, de no desencadenar con imposiciones "miedos viscerales" de los vecinos (...) porque "somos vulnerables, primero por Berl¨ªn (...) y por Auschwitz. Cuanto m¨¢s ¨¦xito tengamos (...), m¨¢s tiempo tardar¨¢ en desvanecerse Auschwitz de las conciencias colectivas". E insinu¨® que el Parlamento podr¨ªa retirar la independencia al banco. Gan¨® Schmidt, se cre¨® el SME. Aunque, concesi¨®n al Buba, el FME decay¨®. Y el marco sustituy¨® al d¨®lar como moneda de referencia en Europa.
La segunda traici¨®n de Fr¨¢ncfort a Europa vino con la unificaci¨®n alemana. Y es que esta y la uni¨®n monetaria europea eran dos caras de la misma moneda. Lo ilustra el exministro de Exteriores franc¨¦s Hubert V¨¦drine (Les Mondes de Fran?ois Mitterrand; Fayard, 1996) con este di¨¢logo del 26 de junio de 1989, en Madrid, cuando Francia y otros quer¨ªan arrancar a Bonn una fecha concreta para el euro:
Helmut Kohl: Abandonar el marco es un gran sacrificio para los alemanes. ?La opini¨®n p¨²blica no est¨¢ preparada!
Mitterrand: Usted est¨¢ preparando la reunificaci¨®n alemana. Usted debe continuar demostrando que cree en Europa.
Cay¨® el Muro el 9 de noviembre de 1989. Pero Karl Otto P?hl cre¨ªa que la Alemania oriental no renunciar¨ªa a su soberan¨ªa monetaria: es una "fantas¨ªa", declaraba en enero. Es "prematuro" incluso considerar "un paso de tan largo alcance", a?ad¨ªa ?el 6 de febrero de 1990, el d¨ªa en que Kohl propon¨ªa iniciar negociaciones para unificar las monedas alemanas! El 7 de mayo dimit¨ªa de gobernador: "Me he hartado de hablar durante 18 meses. Todo lo que he dicho ha sido ignorado...", lament¨®.
Si hubiera sido por el Buba, la unificaci¨®n no habr¨ªa llegado, concluy¨® Kohl. Quien se equivoc¨® fue el banco, ciego ante la evidencia de que la Alemania oriental se desmoronaba y que su inmediata absorci¨®n era imparable. Y tras el boicot, sus buenos consejos sobre una paridad m¨¢s sensata (no la de un marco occidental por otro oriental) fueron ninguneados, al precio de una crisis de caballo en la RDA... y de altos tipos de inter¨¦s para toda Europa.
P?hl se veng¨® ante la Euroc¨¢mara en 1991 calificando de "desastre" la operaci¨®n... y advirtiendo de que la uni¨®n monetaria europea en gestaci¨®n -el tercer envite- iba demasiado deprisa. Era similar denuesto al de su antecesor Blessing contra el primer proyecto de uni¨®n monetaria (de 1962) formulado por el comisario Robert Marjolin como una "obligaci¨®n inevitable": las nuevas reglas no eran "ni deseables ni pr¨¢cticamente realizables". En 1970, el proyecto Werner tambi¨¦n capot¨® por culpa del nacionalismo gaullista y de la defensa de la independencia del Bundesbank.
A la tercera ser¨ªa la vencida. En la cumbre de Hannover, 1988, se formar¨ªa el Comit¨¦ Delors para dise?ar la moneda ¨²nica. Los banqueros centrales hac¨ªan muecas. "Una vez m¨¢s se confirmaba (...) que ninguna burocracia acepta su propia p¨¦rdida de poder. Especialmente el Banco Federal alem¨¢n opuso una dura resistencia", rememora Schmidt (en Fuera de servicio, balance de una vida; Icaria, 2009). P?hl enredaba, quer¨ªa interrumpir al canciller: "Multiplicaba las objeciones de todo tipo", relata Jacques Delors (M¨¦moires; Plon, 2004).
Fracas¨®. Pero persisti¨®. En septiembre de 1990, Fr¨¢ncfort raj¨® contra la fijaci¨®n de tipos de cambio irrevocables "demasiado temprana", que acarrear¨ªa "riesgos considerables para la estabilidad monetaria". En enero de 1991, el vicepresidente, Hans Tietmeyer, alarmaba: la Alemania unida "tiene mucho que perder en la futura reordenaci¨®n de las divisas, nada menos que una de las instituciones monetarias mejores y con m¨¢s ¨¦xito del mundo".
No lograron convencer a Kohl. Y este se avino en diciembre, en Maastricht, a fijar la fecha para la uni¨®n monetaria: 1 de enero de 1999, lo que "m¨¢s marc¨® la cumbre", conclu¨ªa Delors. Qu¨¦ torpe estrategia. Primero "dijimos que no saldr¨ªa nada de la uni¨®n monetaria", confes¨® a Marsh, contrito, Otmar Issing, el ide¨®logo del Buba y luego economista jefe del BCE. Luego se batieron en retirada, pero obstaculizando el proceso al formular condiciones que parec¨ªan inasumibles para otros pa¨ªses. Jam¨¢s creyeron que Francia e Italia aceptar¨ªan un BCE independiente. Erraron tambi¨¦n. Pero siguieron rezongando. Ya tarde, en 1997, Tietmeyer anhelaba: "El cielo no se caer¨ªa si la uni¨®n monetaria fuese pospuesta". Quiz¨¢ le ocurr¨ªa lo que a P?hl: "Nunca pens¨¦ que la uni¨®n monetaria con un BCE llegar¨ªa en un futuro previsible; pensaba que quiz¨¢ s¨ª en cien a?os".
Por suerte, para todos, la cuadrilla del Buba fue derrotada por los dos Helmut. Grandiosos. En el primer decenio del euro, Alemania triplic¨® su super¨¢vit comercial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.