Una historia de amor
En Kenia la frase m¨¢s repetida es "hakuna matata" (no hay problema), te la dir¨¢n a todas horas y en todas partes. La dicen para no a?adir m¨¢s hierro a la vida y los contratiempos. Los kenianos son gente con bastante sentido del humor, grandes conversadores y que saben lo que quieren. Quieren prosperar.
En el Daily Nation viene precisamente hoy un art¨ªculo animando a los j¨®venes a estudiar y trabajar al mismo tiempo. Les dicen que no es imposible. Tambi¨¦n aparecen abundantes anuncios de universidades, de m¨¢steres sobre cine... Hay un ?frica que merece que se le d¨¦ la oportunidad de ser conocida. Porque el ?frica del talento y el trabajo bien hecho ser¨¢ la que acabe con el ?frica de la pobreza y de la caridad ajena, la que mejor queda en las fotos. Evidentemente hay pobreza, en gran parte favorecida por una corrupci¨®n end¨¦mica, que obliga a este continente a emigrar a un mundo aparentemente mejor y a que el problema del agua no se solucione. Pero tampoco hay que confundir con pobreza o atraso lo que simplemente es otra forma de vida, como la de los giriama de la costa, que he tenido la suerte de conocer. Para nosotros est¨¢n en la miseria porque van descalzos y viven en chozas con tejados de hoja de palma y no tienen televisi¨®n; por lo dem¨¢s es una vida maravillosa, tranquila, ecol¨®gica hasta no ver ni un m¨ªnimo rastro de basura. El pl¨¢stico no ha entrado en sus vidas, que es uno de los grandes problemas que rompen el ciclo ecol¨®gico, todo lo dem¨¢s se recicla. De la palmera aprovechan todo, incluso se quema la corteza para ahuyentar a los mosquitos y hacen un licor que se toman en el bar del poblado, situado... debajo de una palmera. No tienen lo que tenemos nosotros, pero tienen otras cosas, que hemos perdido. Seguramente no podr¨ªa adaptarme a su vida, no podr¨ªa olvidar mis inc¨®modas comodidades, pero es horrible pensar que una de estas personas tenga que sobrevivir un d¨ªa en una gran ciudad.
?C¨®mo no comprarles todo tipo de collares a esos mas¨¢is?
As¨ª que desde aqu¨ª me acuerdo de los africanos que llegan a Europa enga?ados por el espejismo de los turistas. Cu¨¢ntos africanos hay deambulando por Madrid que creyeron que aqu¨ª los blancos viven como los viajeros de los buenos hoteles, de las visas oro, de las propinas en euros o d¨®lares. Quiz¨¢ desde ?frica es dif¨ªcil imaginar que un blanco puede ser pobre, m¨¢s pobre que ellos.
El dinero. Todo turista huele a dinero. A Kenia lo ideal es llegar con un buen fajo de billetes para ir repartiendo y no quedarte con mal sabor de boca. ?C¨®mo no darle algo a la chica encantadora que te coloca los cubiertos en la mesa con un esmero nunca visto? ?O al chico que, en la isla de Lamu, transporta descalzo dos maletones sobre la cabeza hasta la avioneta? Es una visi¨®n casi insoportable la de este muchacho, que se remonta a la ¨¦poca de la pel¨ªcula Mogambo o de la novela Memorias de ?frica, cuya autora, Karen Blixen, tuvo su famosa y rom¨¢ntica granja aqu¨ª en Kenia.
?C¨®mo no entregarle la mitad del fajo, como m¨ªnimo, a Madam Selina, que conduce una escuela de preescolar en la ya mencionada aldea de los giriama? Le faltan tiza, cuadernos, l¨¢pices, cartulinas de colores y suspira por un encerado normal porque ahora utiliza dos grandes lajas de pizarra que parecen arrancadas de alguna cantera cercana. ?C¨®mo no repartir en Kibera, el barrio m¨¢s pobre de Nairobi, la otra cara del poblado de palmeras de los giriama? En Kibera s¨ª que hay pl¨¢sticos, basura y hacinamiento. Como me ha dicho un sabio de estas tierras: "En cuanto se tiene lo b¨¢sico se empieza a desear lo absurdo". Y en cuanto empezamos a consumir y tirar se amontonan los desperdicios y el mal olor.
?C¨®mo no comprarles todo tipo de collares y pulseras a esos mas¨¢is que te reciben gustosos con la mejor de sus sonrisas? En uno de estos poblados me cuentan la historia de una madrile?a que tambi¨¦n lo visit¨®, como yo ahora. Por lo visto este tiempo fue suficiente para quedarse prendada de un mas¨¢i y el mas¨¢i de ella. Mantuvieron una estrecha correspondencia por correo electr¨®nico durante creo que un a?o y al final ella volvi¨® y se casaron. Ahora viven en Madrid y visitan el poblado cada dos a?os para ver a sus parientes y traerse artesan¨ªa para Espa?a. Una historia de amor que confirma una vez m¨¢s que lo ¨²nico que importa de verdad es que tengamos ganas de ser felices y no darle tanta importancia a lo accesorio. Lo que importa es la vida, por eso en el Daily Nation leo esquelas que dicen: "Celebraci¨®n de una vida bien vivida".
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