El este de Libia estrena pobreza
El fin de los subsidios del r¨¦gimen y la huida de los trabajadores inmigrantes dejan a la regi¨®n controlada por los rebeldes en una situaci¨®n muy precaria
Libia vive para la guerra. Miles de hombres porque combaten contra los soldados de Muamar el Gadafi. Un par de millones de personas porque sufren, alegres, el desmantelamiento del r¨¦gimen en Cirenaica. Expulsaron a gorrazos a los militares, funcionarios y esbirros afectos al dictador, pero padecen los efectos del desplazamiento masivo de civiles que huyen del frente de batalla y la fuga de mill¨®n y medio de inmigrantes, sobre todo egipcios, la mano de obra de un pa¨ªs con tasas de desempleo mareantes: m¨¢s del 30%. Las escuelas cerraron a partir del 15 de febrero, fecha del estallido de la revuelta; las remesas de dinares procedentes de Tr¨ªpoli son escu¨¢lidas; la extracci¨®n de petr¨®leo ha ca¨ªdo el 75%. Todo son carencias y par¨¢lisis. Porque en Bengasi tampoco bulle el t¨ªpico zoco ¨¢rabe. El tirano lo destruy¨® en los a?os ochenta. Son novedad, eso s¨ª, las colas. Para comprar pan, para repostar gasolina, para retirar dinero de los bancos...
En los hospitales faltan anestesia, antibi¨®ticos y leche para beb¨¦s
La extracci¨®n de petr¨®leo ha ca¨ªdo un 75% desde que empez¨® el conflicto
El desheredado Ezedine tiene 37 a?os. Nunca ha trabajado, y no es un caso excepcional. Recib¨ªa su cheque de 400 dinares (250 euros) cada mes. Abdu se define como un privilegiado. "Mi salario es muy bueno", dice este ingeniero del sector petrolero. "Me pagaban tambi¨¦n el colegio de los ni?os, las facturas del hospital, la vivienda...". Uno y otro estaban encadenados a este r¨¦gimen que subsidiaba para lograr la sumisi¨®n. Gadafi proclama que todos le adoran. Lo logr¨® durante cuatro d¨¦cadas, 41 a?os en los que los libios ten¨ªan que elegir entre el silencio y la humillaci¨®n -con o sin tal¨®n bancario- o la tortura y el exterminio. Pocos optaron por la segunda alternativa.
"El r¨¦gimen coloc¨® al pueblo en una situaci¨®n de dependencia, much¨ªsima gente cobra un sueldo del Gobierno. A partir del golpe de Estado de 1969, los hoteles de Bengasi se transformaron en edificios oficiales, se cercen¨® la iniciativa privada y la fuerza laboral empez¨® a ser empleada en el sector p¨²blico", explica a primera hora de la ma?ana Fahim el Farjani, de 63 a?os, incrustado en una larga fila en una sucursal del banco Gumhouria. "Cuando cumples 65", a?ade, "recibes una pensi¨®n, pero desde que brot¨® el alzamiento han dejado de pagarlas. Llevo viniendo muchos d¨ªas y no consigo cobrarla", apunta este excontable jubilado anticipadamente. Tr¨ªpoli controla los billetes, y a Bengasi no llegan. No ser¨¢ la ¨²ltima espera de Farjani. "Soy el cabeza de familia y necesito tres o cuatro horas para conseguir pan", lamenta. Pura supervivencia.
El mercado de oro y joyas, emblema de Bengasi, no opera. Los comerciantes egipcios manejaban este negocio. No queda ni uno. M¨¢s de un mill¨®n de compatriotas han abandonado su pa¨ªs de acogida y miles aguardan en el puerto de Misrata, al oeste del pa¨ªs, la llegada de un barco para escapar del infierno. Otros llegan de vez en cuando desde El Cairo al coraz¨®n de Bengasi, en el este, haciendo sonar el claxon de los camiones que conducen repletos de alimentos. La mayor parte va a parar a almacenes, donde se reparte a la poblaci¨®n. Porque la inmensa mayor¨ªa de las tiendas tienen echado el cierre. Puertas met¨¢licas a¨²n verdes, el color de la revoluci¨®n del tirano. No son suficientes esos cargamentos. En los hospitales, afirman enfermeras y m¨¦dicos, falta anestesia, antibi¨®ticos y leche para ni?os.
Es una experiencia nueva, como lo es el torrente de sensaciones desconocidas. No es novedad la experiencia b¨¦lica, puesto que no es dif¨ªcil toparse con veteranos de la guerra de Chad. Pero s¨ª la oleada de solidaridad. Miles de particulares ofrecen sus casas a los desplazados y a los extranjeros. "En las tiendas nos dan productos a cr¨¦dito, quienes consiguen dinares en el banco reparten algo a sus allegados", dice Farjani, que recuerda los tiempos en que la gente iba a las mezquitas dejando los comercios abiertos. Desde hace 41 a?os comenzaron a poner rejas.
Es ese pasado el que Gadafi arruin¨® para construir una sociedad sin Parlamento, sin organizaciones c¨ªvicas, sin partidos pol¨ªticos. Libia era ¨¦l. Con una econom¨ªa f¨¦rreamente controlada, el pa¨ªs magreb¨ª importa el 75% de sus alimentos; el petr¨®leo aporta el 90% de los ingresos de un Estado cuyo producto interior bruto creci¨® el 10% en 2010 y que goza de una renta per c¨¢pita que ronda los nada despreciables 13.800 d¨®lares. Pero eso significa poco en Libia. La redistribuci¨®n brilla por su ausencia. "Desgraciadamente, el precio del petr¨®leo subi¨® y Gadafi se hizo con much¨ªsimo dinero para su proyecto", dice el ingeniero Abdu.
Su plan es, ahora, reprimir a los rebeldes. Sus tropas bombardearon ayer, otra vez, Misrata e hicieron retroceder a los insurrectos m¨¢s de 200 kil¨®metros desde las cercan¨ªas de Sirte -ciudad natal de Gadafi- hasta m¨¢s all¨¢ de Ras Lanuf, importante enclave por sus instalaciones petroleras. Es la primera retirada que llevan a cabo los sublevados desde que la aviaci¨®n francesa comenz¨® a bombardear 10 d¨ªas atr¨¢s.
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