De la necesidad, virtud
"Que todas las naciones sepan, nos quieran bien o no, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquiera carga, enfrentaremos cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier amigo, nos opondremos a todo enemigo, para asegurar la supervivencia y el ¨¦xito de la libertad." Hace medio siglo John F. Kennedy pronunciaba estas palabras en el Capitolio en el discurso inaugural de su ef¨ªmera presidencia. Hoy, Obama levanta acta del nacimiento de un mundo multipolar que EE UU, debilitado econ¨®micamente y con sus ventajas tecnol¨®gicas, demogr¨¢ficas y sociales erosionadas por el ascenso de otras potencias emergentes, ya no puede gobernar solo. Ya no es "la naci¨®n indispensable", como se pens¨® a s¨ª misma, pero s¨ª todav¨ªa necesaria. La intervenci¨®n b¨¦lica sobre Libia refleja el recalibrado del poder de EE UU realizado por Obama, obligado a hacer de la necesidad virtud. Tambi¨¦n va a la guerra, su tercera, pero esta es humanitaria lite, aunque ya aparecen los llamados c¨ªnicamente efectos colaterales con v¨ªctimas civiles, denunciadas por el Vaticano, frente a la "est¨²pida" guerra de Irak o a la "necesaria", elegida, de Afganist¨¢n. Washington ya no puede pagar cualquier precio y soportar cualquier carga en defensa de la libertad como hac¨ªan las presidencias imperiales. La carga y los costes, decenas de millones de euros diarios -un misil Tomahawk cuesta un mill¨®n de euros-, los van a soportar tambi¨¦n los aliados europeos y un par de petrocracias de la Pen¨ªnsula Ar¨¢biga. A fin de cuentas Libia est¨¢ en el patio trasero de Europa y su petr¨®leo no interesa a EE UU.
Sin EE UU, Europa no hubiera dado el paso en Libia. Par¨ªs y Londres son liliputienses en el mundo
Obama, el guerrero reacio, el pol¨ªtico pr¨¢ctico, piensa ya en su reelecci¨®n. No la lograr¨¢ con tres guerras en suelo extranjero. Sabe que para repetir en la Casa Blanca necesita triunfar en la guerra interna. La verdaderamente necesaria, contra el paro, el d¨¦ficit fiscal, la deuda, la adicci¨®n imparable de los norteamericanos al petr¨®leo, la renovaci¨®n de un pa¨ªs que en muchos aspectos, educaci¨®n, sanidad, infraestructuras, se ha quedado atr¨¢s. Obama duda en Libia, el Pent¨¢gono se lo desaconseja, pero act¨²a por razones humanitarias, por decencia, "no podemos traicionar los valores de Estados Unidos". En cumplimiento del derecho de proteger a la poblaci¨®n civil, con mandato de la ONU, esta vez justamente reivindicadas. Enseguida deja de liderar los ataques y advierte que no lo har¨¢ siempre. Asoma el doble rasero. Ya no habla de Bahr¨¦in, sede de la V Flota de EE UU, donde la mayor¨ªa chi¨ª est¨¢ siendo acosada. Ni de Siria, el aliado de Ir¨¢n, pieza mayor que Libia en el equilibrio de la regi¨®n, donde la monarqu¨ªa hereditaria de los Asad masacra a los opositores para abortar la primavera ¨¢rabe. No parece que Obama se vaya a caer del caballo en el camino de Damasco. Ni de Arabia Saud¨ª. Intervenciones de humanitarismo selectivo. La batalla de Libia es, sin embargo, algo m¨¢s que una intervenci¨®n moral que sirve para acallar la mala conciencia occidental ante impotencias anteriores: Ruanda, Bosnia o Darfur. Se desarrolla a favor de una de las partes, que no practica la no violencia ghandiana que aplaudimos en T¨²nez y Egipto como motor ¨¦tico de las revueltas. De la que Occidente sospecha y duda de si armarla o no: no todo el enemigo de mi enemigo es necesariamente mi amigo. ?La lucha por Libia es el choque de un dictador brutal contra el pueblo ansioso de libertad y democracia, o es fundamentalmente una guerra civil tribal? Es evidente que la Protecci¨®n Unificada, ya bajo el paraguas OTAN, s¨ª trata de cambiar el r¨¦gimen y acabar con Gadafi. Y, por ¨²ltimo, pero no menos importante, el petr¨®leo libio y los negocios, sobre todo para los europeos, est¨¢n tambi¨¦n tras la intervenci¨®n.
Europa, como un todo, no est¨¢ en Libia ni en el plano mayor del Gran Oriente Medio. Las soberan¨ªas nacionales nos matan. "La pol¨ªtica com¨²n europea de seguridad y defensa est¨¢ muerta", declara el ministro franc¨¦s de Exteriores, Alain Jupp¨¦. Pero para eso est¨¢ Sarkozy, una mezcla de Napole¨®n y De Gaulle, que con sus cazas sobre Bengasi quiere redimir su ca¨ªda en picado entre los franceses, recobrando la perdida grandeur. Y tambi¨¦n est¨¢ en la guerra Reino Unido, rememorando la malhadada intervenci¨®n conjunta con Francia en el Canal de Suez (1956) para evitar su nacionalizaci¨®n. Sin contar con los misiles, las comunicaciones y la informaci¨®n de EE UU, los europeos tampoco hubieran dado el paso adelante en Libia. Londres y Par¨ªs son liliputienses en el mundo global. Alemania tiene miedo esc¨¦nico y opta por un espl¨¦ndido aislamiento. Cada vez parece querer ser m¨¢s una gran Suiza, abandonando el atlantismo cuando toca mojarse. The Economist resume esta pena de Europa: "Si Sarkozy fuera menos mercurial, Merkel menos propensa al p¨¢nico, Zapatero m¨¢s convincente y Berlusconi menos buf¨®n, Europa estar¨ªa menos disminuida".
fgbasterra@gmail.com
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