La industria nuclear contra s¨ª misma
La cat¨¢strofe de Fukushima desmiente el mito de la invulnerabilidad de las centrales nucleares occidentales. Nada ni nadie pueden asegurarnos contra los peligros de algo como lo que est¨¢ ocurriendo en Jap¨®n
Por sociedad del riesgo mundial entendemos una ¨¦poca en la que los aspectos sombr¨ªos del progreso determinan cada vez m¨¢s las confrontaciones sociales. Se convierte en motor de la pol¨ªtica aquello que al principio no era evidente para nadie y se negaba: que nos est¨¢bamos poniendo en peligro a nosotros mismos. Los peligros nucleares, el cambio clim¨¢tico, la crisis financiera, los ataques del 11 de septiembre, etc¨¦tera, siguen en buena medida el gui¨®n de la "sociedad del riesgo". A diferencia de anteriores riesgos industriales, este tipo de riesgos (1) no est¨¢ delimitado local, temporal, ni socialmente; (2) no es imputable conforme a las actuales normas de causalidad, culpa y responsabilidad; y (3) no es compensable ni asegurable. Cuando las compa?¨ªas de seguros niegan su cobertura -como ocurre con la energ¨ªa nuclear y los nuevos desarrollos de la ingenier¨ªa gen¨¦tica- se traspasa la frontera entre los riesgos calculables y los peligros incalculables. Estos potenciales de peligro son generados industrialmente, externalizados econ¨®micamente, jur¨ªdicamente individualizados, t¨¦cnicamente legitimados y pol¨ªticamente minimizados. Dicho de otro modo: entre el sistema normativo de control "racional" y los potenciales de autodestrucci¨®n desencadenados existe la misma relaci¨®n que entre los frenos de una bicicleta y un avi¨®n intercontinental.
El terremoto y el tsunami fueron naturales, pero no la construcci¨®n de la central y el que estuviera all¨ª
La actitud nuclear es intentar achicar el agua de un barco perforando un agujero en su casco
?Pero Fukushima no se diferencia de Chern¨®bil en que los horrendos acontecimientos de Jap¨®n dan comienzo con una cat¨¢strofe natural? La destrucci¨®n no ha sido desatada por una decisi¨®n humana, sino por el terremoto y el tsunami. La categor¨ªa "cat¨¢strofe natural"se refiere a algo que no ha causado el hombre y de lo que el hombre no tiene que responsabilizarse. Sin embargo, esta perspectiva es la propia de un siglo que ha quedado atr¨¢s. El concepto es err¨®neo desde el momento en que la naturaleza no sabe de cat¨¢strofes, sino, en todo caso, de dram¨¢ticos procesos de transformaci¨®n. Transformaciones tales como un tsunami o un terremoto solo se convierten en cat¨¢strofes en el horizonte de referencia de la civilizaci¨®n humana. La decisi¨®n de construir centrales nucleares en zonas s¨ªsmicas no es un fen¨®meno natural, sino una decisi¨®n pol¨ªtica de la que tambi¨¦n debe darse raz¨®n en el ¨¢mbito pol¨ªtico. No solo en el caso de la construcci¨®n de centrales nucleares, sino tambi¨¦n en el de la construcci¨®n de rascacielos, o en el de la planificaci¨®n de una metr¨®poli como Tokio tales "cat¨¢strofes naturales" se transforman en riesgos dependientes de decisiones de las que, al menos en principio, puede responsabilizarse a quienes las toman. El caso actual de Jap¨®n pone de manifiesto c¨®mo se entreteje aquello que atribuimos a la naturaleza y aquello que atribuimos al poder humano.
De forma muy general, hablamos de "cat¨¢strofe natural" y de "peligro ambiental" en un momento hist¨®rico en el que ya no existe algo como una "naturaleza pura" que pueda contraponerse a la t¨¦cnica y a la sociedad. Lo que unos, digamos la industria qu¨ªmica, contaminan como "medio ambiente", es lo que otros, pongamos por caso la agricultura, el turismo o la industria pesquera, ofrecen al mercado.
Para la industria nuclear ya ni siquiera es necesario negar el riesgo: denigrar la alternativa es un movimiento t¨¢ctico de valor equivalente. En este sentido, parad¨®jicamente, fue el cambio clim¨¢tico lo que abri¨® nuevos mercados a las nucleares.
Desde el siglo XVIII, lo que se hab¨ªa logrado era alcanzar un consenso sobre los riesgos tempranos de la era industrial en la medida en que tales riesgos se basaban en un sistema de compensaci¨®n anticipada de sus consecuencias: cuerpos de bomberos, compa?¨ªas de seguros, atenci¨®n psicol¨®gica y sanitaria, etc¨¦tera. La conmoci¨®n que embarga a la humanidad, vistas las im¨¢genes del horror que nos llegan de Jap¨®n, se debe a otra idea que se va abriendo paso: no hay instituci¨®n alguna, ni real ni concebible, que est¨¦ preparada para la cat¨¢strofe nuclear m¨¢xima y que sea capaz de garantizar el orden social, cultural y pol¨ªtico incluso en ese momento decisivo.
S¨ª que hay, por el contrario, numerosos agentes que se especializan en la negaci¨®n de los peligros. En vez de seguridad mediante compensaci¨®n anticipada tenemos el tab¨² de la infalibilidad: todos los pa¨ªses -muy en especial, faltar¨ªa m¨¢s, Francia, como bien sabe Sarkozy, el experto en energ¨ªa nuclear- tienen las centrales nucleares m¨¢s seguras del mundo. Los garantes del tab¨² son la ciencia de la energ¨ªa nuclear y la econom¨ªa de la energ¨ªa nuclear, precisamente aquellos que, vistos los catastr¨®ficos acontecimientos, han sido sorprendidos in flagranti error por la opini¨®n p¨²blica mundial.
Solo los reactores nucleares "comunistas" pod¨ªan explotar; as¨ª intent¨® Franz-Josef Strauss (1986) delimitar los sucesos de Chern¨®bil, dando a entender que el Occidente desarrollado capitalista dispon¨ªa de centrales nucleares seguras. Pero ahora este desastre se ha producido en Jap¨®n, el pa¨ªs del mundo que pasa por ser el que tiene la m¨¢s avanzada tecnolog¨ªa, el mejor equipamiento y el que tiene m¨¢s en cuenta la seguridad. Se ha acabado la ficci¨®n de que en Occidente podemos mecernos en nuestra seguridad. Los dram¨¢ticos acontecimientos de Fukushima echan por tierra ese mito de la seguridad de la racionalidad t¨¦cnica. Lo que tambi¨¦n nos lleva a plantear la pregunta por el valor de un sistema jur¨ªdico que regula hasta el ¨ªnfimo detalle de los peque?os riesgos t¨¦cnicamente manejables, pero que, en virtud de su autoridad, legaliza, y nos hace asumir a todos, en tanto que "riesgos residuales" aceptables, los grandes peligros que amenazan la vida de todos, en la medida en que no sean susceptibles de una minimizaci¨®n t¨¦cnica.
El "oportunista nuclear" -figura de la que la canciller alemana, Angela Merkel, ofrece un ejemplo actual- nos brinda la ocasi¨®n de observar los dilemas de la pol¨ªtica pronuclear: ?c¨®mo puede mantenerse la autoridad pol¨ªtica oponiendo en¨¦rgicas protestas de seguridad a la conciencia de peligro del electorado, cuando por ese mismo hecho uno se hace objeto permanente de ataque y con cualquier cat¨¢strofe, o insinuaci¨®n de la misma, pone en juego toda su credibilidad?
El hecho de que la ¨²ltima esperanza de Jap¨®n estribe en el recurso a las "fuerzas de autodefensa", que han de suplir, descargando agua desde los helic¨®pteros, los averiados sistemas de refrigeraci¨®n, es algo m¨¢s que una iron¨ªa. Hiroshima fue el horror por antonomasia. Pero aqu¨ª fue el enemigo el que golpe¨®. ?Qu¨¦ pasa cuando el horror surge del meollo productivo de la sociedad, no del Ej¨¦rcito? En este caso, quienes ponen en peligro a la naci¨®n son los propios garantes del derecho, del orden, de la racionalidad, de la democracia.
Muchos lamentan que las aterradoras im¨¢genes de Jap¨®n infundan "miedos injustificados". Pero esto supone ignorar la din¨¢mica pol¨ªtica que se aloja en el minusvalorado potencial autoaniquilatorio del triunfante capitalismo industrial. Pues muchos peligros -ejemplo paradigm¨¢tico: la radiaci¨®n nuclear- son invisibles, se sustraen a la percepci¨®n cotidiana. Eso quiere decir que la destrucci¨®n y la protesta est¨¢n sujetas a una mediaci¨®n simb¨®lica.
La pregunta por un sujeto revolucionario que subvierta las relaciones de poder definitorias de la pol¨ªtica del riesgo cae en el vac¨ªo. No son los movimientos antinucleares, ni la opini¨®n p¨²blica cr¨ªtica, o no solo ellos, quienes est¨¢n en situaci¨®n de invertir el rumbo de la pol¨ªtica nuclear. El contrapoder de la energ¨ªa nuclear no son los manifestantes que bloquean el transporte de los residuos radiactivos. El m¨¢s ferviente enemigo de la energ¨ªa nuclear es... ?la propia industria nuclear!
El mito de la seguridad reverbera en las im¨¢genes de esas cat¨¢strofes que hay que excluir categ¨®ricamente, seg¨²n los gestores de la energ¨ªa nuclear. Cuando esto se percibe, cuando se demuestra que los garantes de la racionalidad y el orden legalizan y normalizan peligros mortales, se crea el caos en el ¨¢mbito mismo de aquella seguridad que promete la burocracia.
Ser¨ªa un completo error concluir que de esta manera despunta una nueva fase de la Ilustraci¨®n. Antes al contrario, habr¨¢ a quien el panorama aqu¨ª expuesto le haga pensar m¨¢s bien en aquellos que tratan de achicar el agua que inunda el barco perforando un agujero en su casco.
Ulrich Beck es soci¨®logo, profesor em¨¦rito de la Universidad de M¨²nich y profesor de la London School of Economics. Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s Rey.
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