Los albores de Emil Cioran
Estimado amigo:
As¨ª pues, henos aqu¨ª a los dos en una encrucijada de la vida. Hasta ahora s¨®lo ha habido proyectos y planes: ahora se imponen los logros pues, de lo contrario, todo seguir¨ªa siendo una simple ilusi¨®n. Naturalmente, ya no se puede hablar de esperanzas o de apa?os pueriles, tal y como hac¨ªamos en tiempos. El problema de la vida se me empieza a plantear tambi¨¦n a m¨ª con meridiana seriedad; siempre he lamentado que a ti se te planteara demasiado temprano. Es muy dif¨ªcil mantenerte en el marco de unas aspiraciones filos¨®ficas, cuando te ves obligado a ejercer el periodismo. He escrito una serie de art¨ªculos en un peri¨®dico, he renunciado a seguir haci¨¦ndolo, y eso que me lo pidieron, porque sent¨ªa una imposibilidad a la hora de acometer teor¨ªas que desaparec¨ªan por completo al cabo de veinticuatro horas. Todos los j¨®venes cultos que ingresan en el periodismo empiezan abordando, con impresionante apasionamiento, cuestiones alejadas de la realidad para acabar realizando ef¨ªmeros reportajes. Cuanta m¨¢s cultura tiene uno, m¨¢s peligroso resulta el periodismo, puesto que tiene que ir renunciando paulatinamente, cosa que no sucede en el caso de los que no tienen oficio ni beneficio, para quienes la cultura constituye un marco de estimulaci¨®n de aspiraciones imprecisas y embrionarias. En tu caso, la escapatoria reside en que para ti el periodismo es una soluci¨®n provisional: cuando empieces a sentirte a gusto y a interpretarla como una escapatoria normal, entonces ser¨¢ el momento de temerla.
En lo que respecta a mi persona, es preciso que sepas que pod¨ªa estar lejos, si no hubieran surgido una serie de circunstancias. No es que no haya le¨ªdo demasiado, sino que el haber estado enfermo durante tres a?os, afectado por enfermedades que suelen ser propias de la vejez, me ha separado completamente de los dem¨¢s y me ha impedido establecer relaciones. Conozco los medios para hacer de estafador intelectual, para epatar con libros que no he le¨ªdo o impresionar esgrimiendo paradojas, pero a nada de esto he recurrido. Desde un punto de vista psicol¨®gico, soy una persona introvertida y por ello la gente ya no me alegra lo m¨¢s m¨ªnimo. En Bucarest hay gente que me aprecia, pero cr¨¦eme si te digo que su simpat¨ªa no causa ninguna alegr¨ªa. Si, a pesar de todo ello, establezco relaciones e intento situarme en alg¨²n lugar, lo har¨¦ guiado por una determinaci¨®n puramente racional; estoy convencido de tener algo que decir y quiero seguir en esta l¨ªnea. El d¨ªa que me sienta ajeno a m¨ª mismo, en cierto modo exterior, y note que un centro de vida subjetivo se ha desvanecido, entonces, se habr¨¢ terminado. El sentimiento m¨¢s penoso de la existencia es el de sentirse in¨²til. Jam¨¢s olvidar¨¦ el extra?o estado de ¨¢nimo que se adue?¨® de m¨ª al recorrer yo solo las calles de Viena mientras me dec¨ªa: "Soy una existencia rid¨ªcula". Me figuro que adivinar¨¢s la desesperaci¨®n que tal pasatiempo manifestaba. Es t¨ªpico de mi vida an¨ªmica normal que me entre la risa ante las cosas ininteligibles. Cuando miras una mujer, pongo por caso, no como objeto de deseo, sino como hecho, te entra la risa. Es algo sabido que, desde el punto de vista fison¨®mico, la suprema expresi¨®n del dolor no dista de su contrario.
Y, estando as¨ª las cosas, entiendes, pues, por qu¨¦ me apasiona el tema del demonismo, del cinismo, etc... y por qu¨¦ desde hace tres a?os la problem¨¢tica de la psicolog¨ªa del hombre ruso es para m¨ª casi una obsesi¨®n. S¨®lo los estados anormales resultan fecundos. Por eso conviene amar la destrucci¨®n, la muerte, el derrumbamiento o la enfermedad. En un ensayo in¨¦dito enviado a una revista, trataba de demostrar que el destino individual, como realidad interior, irracional e inmanente, s¨®lo se nos revela a trav¨¦s del dolor, ya que ¨¦sta es la ¨²nica v¨ªa positiva de comprensi¨®n interior de los problemas personales. En ese art¨ªculo demostraba que el pecado, en las interpretaciones religiosas -donde equivaldr¨ªa al dolor en el caso de los religiosos- no cumple esta funci¨®n, dado que est¨¢ estrechamente ligado a la objetividad del mundo hist¨®rico y, en consecuencia, no plantea el problema de la existencia humana de un modo astringente. Por ello el dolor debe ser amado.
Mi derruida juventud me condujo a este tipo de estados de ¨¢nimo que s¨®lo la literatura dostoiesvkiana me ha podido recordar.
La distancia que media entre mi persona y la gente de mi edad me parece enorme. Es penoso conversar con individuos que no tienen ninguna actitud, ninguna consistencia espiritual, personas para las cuales la vida es un pl¨¢cido contoneo, individuos "amigos" de muchachas, etc. No he encontrado m¨¢s que dos o tres chicos distinguidos. No me queda m¨¢s que el contacto con los miserables. En ellos he encontrado mucha m¨¢s comprensi¨®n: me gusta su rechazo a la constricci¨®n, al orden, a la jerarqu¨ªa o a otras formas. Un chico distinguido, en el caso de que sea capaz de mantenerse a s¨ª mismo, no puede acabar siendo m¨¢s que un vagabundo, uno de los miserables que se sit¨²an en las ant¨ªpodas de su condici¨®n. Estoy convencido de que nadie es "responsable" de su situaci¨®n. Por ello, ni siquiera los mediocres deben ser despreciados sino, m¨¢s bien, evitados.
Ya te cont¨¦ en otra ocasi¨®n que para m¨ª existen ciertos problemas centrales, que me apasionan y que me siento obligado a dilucidar. Los problemas relacionados con la filosof¨ªa de la cultura, de la historia, de la caracterolog¨ªa y de la antropolog¨ªa filos¨®fica me entusiasman tanto, que me resulta inconcebible pensar que alg¨²n d¨ªa podr¨ªa abandonarlos. Dado que estas son cuestiones espec¨ªficamente germ¨¢nicas, experimentarlas in situ ser¨ªa sumamente necesario. S¨®lo que, en este punto, la situaci¨®n se complica. Nosotros hemos tenido la desgracia de acabar cuando la situaci¨®n econ¨®mica y social es m¨¢s tr¨¢gica, as¨ª que irnos al extranjero es algo m¨¢s que problem¨¢tico. No soy de los que viven lament¨¢ndose sino que entiendo mejor que nadie las imposibilidades.
Al escribir estos renglones me viene a la memoria una soluci¨®n para tu caso. Como, sin lugar a dudas, has establecido relaciones, podr¨ªas trabajar en alg¨²n peri¨®dico de Bucarest. Ser¨ªa otra remuneraci¨®n y otra situaci¨®n.
Una cuesti¨®n resulta tr¨¢gica: hacemos apa?os demasiado serios para nuestra edad. Hemos envejecido demasiado pronto.
Con cari?o, Emil Cioran
Sibiu, 23 de septiembre [de 1932]
P. D.: Cont¨¦stame a la antigua direcci¨®n de Bucarest.
(Extra¨ªdo de Cioran: Doce cartas desde las cimas de la desesperaci¨®n, acompa?adas de doce cartas de senectud y otros textos. Biblioteca Apostrof, Cluj, 1995). Traducci¨®n del rumano de Rafael Pisot y Cristina Sava. Cortes¨ªa del Instituto Cultural Rumano y editorial Apostrof, con el apoyo de Florin Turcanu y Marta Petreu.
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