La globalizaci¨®n del fanatismo
La quema del Cor¨¢n en Florida, ignorada en Occidente, tard¨® dos d¨ªas en llegar al Parlamento de Pakist¨¢n y 12 en causar una matanza en Afganist¨¢n
El ruso Pavel Ershov, jefe de la misi¨®n de Naciones Unidas en Mazar i Sharif (Afganist¨¢n), evit¨® que le mataran hace ocho d¨ªas porque jur¨® en dari, la lengua local, que era musulm¨¢n. Siete trabajadores de la ONU y una veintena de afganos han muerto en disturbios despu¨¦s de que un pastor fundamentalista cristiano quemara un Cor¨¢n en EE UU, a 12.500 kil¨®metros, 12 d¨ªas antes. El ruso intentaba llamar la atenci¨®n del grupo de enfurecidos que acababa de echar abajo la puerta del b¨²nker antibombas donde ¨¦l y otros tres colegas occidentales se hab¨ªan refugiado, a oscuras, de la turba. "Intent¨® que se fijaran en ¨¦l y pensaran que estaba solo", explic¨® al d¨ªa siguiente Staffan de Mistura, jefe de la ONU en Afganist¨¢n. No se lo tragaron. Los exaltados, con faroles, descubrieron a los otros tres, una mujer y dos hombres de Ruman¨ªa, Suecia y Noruega. Los mataron. "Uno de mis tres colegas qued¨® herido de disparos y uno de los infiltrados lo mat¨® con un cuchillo, pero no le decapit¨®", dijo Mistura.
Como era viernes, festivo en el mundo musulm¨¢n, las oficinas de la ONU estaban casi vac¨ªas. Los asaltantes hab¨ªan superado dos cordones de seguridad: el externo, de la polic¨ªa afgana, a la que "pillaron poco preparada y por sorpresa", seg¨²n critic¨® Mistura, y el interno, de gurkas nepal¨ªes empleados de la ONU, cuatro de los cuales murieron. Mistura precis¨® que los gurkas tienen prohibido disparar contra civiles.
Aquella masa de 3.000 hombres iracundos se ech¨® a la calle arengada por tres mul¨¢s que, aquel viernes, en la pr¨¦dica de la mezquita Azul, exigieron la detenci¨®n del pastor Terry Jones, seg¨²n The New York Times. Autoridades locales y el jefe de la ONU en Afganist¨¢n sospechan que un peque?o grupo de insurgentes de fuera de la ciudad se infiltr¨® en una marcha inicialmente pac¨ªfica contra la quema del libro sagrado. Los empleados afganos de la ONU, que por cierto salvaron todos el pellejo al mezclarse con los manifestantes, reconocieron acentos de cinco ¨¢reas. Las marchas de ese viernes en Kabul, Herat y Tahar acabaron sin incidentes. Las marchas afganas colearon varios d¨ªas m¨¢s.
Fue tras la matanza de la ONU cuando la prensa occidental descubri¨® que el tercer domingo de marzo el pastor Jones -aquel que ya el 11-S de 2010 hab¨ªa amenazado con quemar un Cor¨¢n- hab¨ªa perpetrado la profanaci¨®n tras un juicio farsa celebrado ante 50 fieles en una iglesia de Gainesville (Florida) en el que el libro sagrado del islam fue declarado culpable y condenado a la hoguera. El asunto pas¨® desapercibido en Occidente, pero no al otro lado del mundo. El presidente paquistan¨ª, Asif Ali Zardari, conden¨® con dureza la quema dos d¨ªas despu¨¦s en un escenario solemne, la apertura del Parlamento.
La repercusi¨®n aumentaba tanto en la regi¨®n -de antiamericanismo arraigado- que, el d¨ªa 26, un portavoz del Departamento de Estado de EE UU empez¨® su rutinaria comparecencia con una condena del "intolerante acto" y se declar¨® preocupado por "los intentos deliberados de ofender a miembros de cualquier otra religi¨®n", y a?adi¨®: "Creemos firmemente en la libertad de culto y en la libertad de expresi¨®n". Sus palabras fueron noticia en los informativos paquistan¨ªes pero no amainaron la tormenta.
El d¨ªa 31, el presidente afgano, Hamid Karzai, reclam¨® a Estados Unidos que sentara en el banquillo al responsable de quemar el Cor¨¢n. Un importante cl¨¦rigo exigi¨® que Jones fuera juzgado y se le impusiera el m¨¢ximo castigo. Algunos se tomaron la justicia por su mano al d¨ªa siguiente. A falta de estadounidenses a mano, mataron a los empleados extranjeros de la ONU.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.