Alguien paga por el acceso gratuito
Los diarios tienen m¨¢s lectores que nunca, pero menos ingresos. Lectores y estudiantes se preguntan c¨®mo afectar¨¢ a la informaci¨®n la crisis del modelo industrial
"Apreciada Defensora, muchas gracias por su respuesta. Despu¨¦s de releer mi mensaje, me doy cuenta de que no agradec¨ª en absoluto el acto generoso de EL PA?S con los lectores al permitirnos acceder de manera gratuita a sus contenidos, especialmente ahora que se erigen las murallas de pago en diversos medios digitales. Llega tarde esta observaci¨®n para su columna pero igual quiero dejar constancia de mi gratitud con el diario". Quien esto afirma es Daniel Ramos. Este lector me hab¨ªa escrito por un anuncio que consideraba excesivamente intrusivo y su queja hab¨ªa sido recogida, junto a las de otros lectores, en mi art¨ªculo del pasado domingo. Aprecio y agradezco esta segunda carta porque me permite compartir con ustedes algunas de las incertidumbres que pesan sobre el futuro del periodismo. Por ejemplo: ?Podr¨¢ sostenerse el actual modelo de acceso gratuito a la informaci¨®n en las ediciones digitales? ?C¨®mo se financiar¨¢ la informaci¨®n de calidad?
Son cuestiones que preocupan a quienes trabajan en los diarios, pero tambi¨¦n a los lectores y a los futuros periodistas, seg¨²n he podido comprobar esta semana en dos encuentros, uno con lectores y ciudadanos en el Ateneo de Santiago de Compostela, y otro con alumnos de la Facultad de Periodismo de la Universidad del Pa¨ªs Vasco en Bilbao. Lamentablemente, estamos lejos de tener respuestas concluyentes.
El actual modelo se financia, como ustedes saben, mediante dos grandes fuentes de ingresos, la publicidad y la venta en quiosco. La crisis ha provocado una ca¨ªda de la publicidad que ha reducido dr¨¢sticamente los ingresos y la venta en quiosco presenta tambi¨¦n, en t¨¦rminos globales, una l¨ªnea descendente tanto en Europa como en Estados Unidos. La crisis y la posibilidad de acceder a la informaci¨®n de forma gratuita a trav¨¦s de Internet se apuntan como las principales causas. Casi nadie se atreve a pronosticar c¨®mo evolucionar¨¢n estas dos variables, pero todos los medios, entre ellos EL PA?S, tratan de adaptarse a los nuevos e imprevisibles requerimientos.
Internet ofrece a los diarios inmensas posibilidades de expansi¨®n. De entrada, elimina las barreras del tiempo y el espacio que tan onerosas resultan en su distribuci¨®n. Una amable carta de Israel Hernando Gamborino ilustra bien lo que les quiero exponer. Este lector reside en Viena y me escribe para quejarse de lo siguiente: "Uno de los "placeres" dominicales es hacer una peque?a excursi¨®n hasta la tienda de prensa m¨¢s cercana en la que cuentan con EL PA?S del mismo domingo (un lujo a solo 4 kil¨®metros de mi casa) y comprar el diario para "degustarlo" con el desayuno. La sorpresa de hoy consisti¨® en que ?en mi ejemplar faltaban p¨¢ginas!". Hab¨ªa pagado 3.50 euros por ese ejemplar mutilado por un fallo impresi¨®n. Este lector pod¨ªa encontrar f¨¢cilmente los art¨ªculos que le faltaban en la edici¨®n digital. "En el fondo asumo que no es tan grave, pero comprenda que estando en el extranjero, es para m¨ª siempre algo muy especial el disfrutar de las p¨¢ginas impresas".
Llevar el diario hasta Viena supone para EL PA?S un gran esfuerzo. Y para el lector, adem¨¢s de un esfuerzo, un gasto considerable que sin embargo no cubre el precio del papel ni lo que cuesta llevar hasta all¨ª el diario. Con Internet, las posibilidades de expansi¨®n son ilimitadas y las ¨²nicas barreras son tecnol¨®gicas y lingu¨ªsticas.
Pero aqu¨ª comienzan las paradojas.
El futuro est¨¢ sin duda en Internet, pero no est¨¢ claro qu¨¦ modelo industrial lo va a sustentar. En estos momentos los lectores que acceden desde cualquier parte del mundo a la edici¨®n digital pueden hacerlo de forma gratuita porque otros lectores compran la edici¨®n impresa. Y la edici¨®n gratuita es m¨¢s accesible, m¨¢s extensa y completa que la de pago.
Pese a las grandes expectativas, a d¨ªa de hoy las ediciones digitales de los grandes diarios se financian en su mayor parte gracias a los ingresos procedentes de la edici¨®n impresa, es decir, de la venta en quiosco y de la publicidad. Aunque crecientes, los ingresos por publicidad en las ediciones digitales est¨¢n lejos de poder sostener un modelo que garantice el nivel de calidad alcanzado. El ¨²ltimo informe de la Newspaper Association of Am¨¦rica, que agrupa a los editores de prensa escrita de Estados Unidos, indica que en cuatro a?os el sector ha perdido la mitad de los ingresos por publicidad. En 2010 se ingresaron 22.795 millones de d¨®lares, menos de la mitad de lo que hab¨ªan percibido en 2006. Y los ingresos por publicidad digital, pese a experimentar un crecimiento del 10,9% respecto a 2009, apenas supon¨ªan el 15% del total.
En este contexto, los diarios se debaten entre mantener sus ediciones digitales totalmente abiertas o cobrar por acceder a determinados contenidos. De momento, muy pocos se han atrevido a seguir el ejemplo de los brit¨¢nicos The Times y The Sunday Times, del grupo Murdoch, que establecieron barreras de pago en julio pasado. Hace unos d¨ªas se sum¨® el m¨¢s emblem¨¢tico de los medios, The New York Times.
A finales de febrero, The Times hab¨ªa conseguido 79.000 suscriptores digitales, una cifra muy alejada de los 3,09 millones de usuarios ¨²nicos mensuales que ten¨ªa su edici¨®n digital solo en Reino Unido. La direcci¨®n lo considera un ¨¦xito, pero una lectura m¨¢s detallada de los datos indica que los resultados econ¨®micos no invitan al optimismo. En ese tiempo, la venta de la edici¨®n impresa ha ca¨ªdo en 58.000 ejemplares. Teniendo en cuenta que cada suscripci¨®n digital aporta bastante menos ingresos que la venta en quiosco, aunque el diario haya aumentado la difusi¨®n de pago, el balance econ¨®mico es negativo.
En mi art¨ªculo del domingo recog¨ª quejas de lectores que, con raz¨®n, protestaban por algunos anuncios digitales que consideraban excesivamente intrusivos. Pero no inclu¨ª otras quejas que no dejan de sorprenderme: la de lectores que acceden gratuitamente a la edici¨®n digital y que se dirigen a la Defensora para protestar porque hay demasiada publicidad. La mayor¨ªa de los lectores con los que hablo de esta cuesti¨®n se muestran al final comprensivos. Saben lo importante que es la publicidad. Y algunos van incluso m¨¢s all¨¢, como el propio Israel Hernando, quien en una posdata a su carta se muestra partidario de ser "un poco m¨¢s estrictos en cuanto a la separaci¨®n entre publicidad y noticias y contemplar la posibilidad de acceder a los contenidos de Internet previo pago o suscripci¨®n. Yo estar¨ªa dispuesto a pagar por obtener la informaci¨®n de su peri¨®dico v¨ªa Internet", dice.
El problema es que establecer barreras de pago en la edici¨®n digital comporta la p¨¦rdida autom¨¢tica de audiencia a trav¨¦s de Internet. Y en el mundo que viene, no estar en Internet puede significar simplemente dejar de ser. O al menos, dejar de ser relevante. Esta es la disyuntiva en la que se encuentran los grandes diarios. Nunca hab¨ªan tenido tantos lectores como ahora, pero las espectaculares cifras de lectores conseguidos en Internet, que se cuentan por millones, no garantizan su viabilidad. La cultura de la gratuidad, en la que se basa esa enorme expansi¨®n, no solo no aporta ingresos suficientes, sino que va minando poco a poco los pilares financieros en los que se sustenta el actual modelo.
Teniendo en cuenta estas paradojas, algunos de los lectores reunidos en el Ateneo de Santiago me preguntaron si EL PA?S est¨¢ en condiciones de superar la crisis y encarar la transici¨®n hacia el nuevo modelo sin perder calidad. El ¨²ltimo OJD me permiti¨® tranquilizarles. En febrero, la difusi¨®n del diario era de 424.748 ejemplares y la venta en quiosco hab¨ªa pasado en un a?o de 256.070 ejemplares a 308.745. La mejor garant¨ªa para encarara el futuro es tener una cifra suficiente de lectores dispuestos a pagar por una informaci¨®n de calidad. Porque es cierto que hoy es muy facil emitir y recibir noticias, pero los lectores se han de preguntar qui¨¦n paga la informaci¨®n que reciben de forma gratuita.
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