El declive japon¨¦s
El terremoto, tsunami y posterior crisis nuclear de Jap¨®n representan, a los ojos de muchos, el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d de un pa¨ªs sumido en un profundo declive. Detr¨¢s de la solidaridad que se expresa estos d¨ªas con Tokio y de la admiraci¨®n que despierta la abnegada aceptaci¨®n del desastre geol¨®gico y nuclear por parte de su ciudadan¨ªa bulle un sentimiento de conmiseraci¨®n. Pol¨ªticamente, el sistema parece anquilosado; econ¨®micamente son dos las d¨¦cadas sin crecimiento, con una deuda p¨²blica que no remite y un consumo que no despega; y socialmente, la aparente persistencia de valores como la jerarqu¨ªa y la disciplina parecen ahogar el individualismo y la creatividad y taponar las v¨ªas para la movilidad social (especialmente entre las mujeres).
Tras la crisis nuclear incluso es posible que nos ense?en a usar la energ¨ªa de forma racional
Todo ello resulta extra?o cuando recordamos c¨®mo, en los a?os ochenta, mucho antes de gritar "?que viene China!", estuvimos un buen rato gritando "?que viene Jap¨®n!". En aquellos a?os, parec¨ªa que el siglo XXI ser¨ªa japon¨¦s. En 1945, el PIB japon¨¦s representaba s¨®lo un quinto del estadounidense. Pero en 1990, tras haber crecido durante varias d¨¦cadas a ritmos que parec¨ªan incre¨ªbles desde una Europa escler¨®tica que sal¨ªa lentamente de la crisis del petr¨®leo, la econom¨ªa japonesa era la segunda del mundo en tama?o, por detr¨¢s de Estados Unidos, representando el 90% de la estadounidense, incluso con una renta per c¨¢pita superior a la americana. La frase de moda en el Washington de 1990, una vez derribado el muro de Berl¨ªn y reunificada Alemania, reflejaba bien el estado de ¨¢nimo con el que se pretend¨ªa echar la persiana al siglo XX: "La Segunda Guerra Mundial ha terminado", se dec¨ªa: "Jap¨®n y Alemania han ganado".
En Europa, la percepci¨®n no era muy distinta, pues el influjo del auge japon¨¦s fue tan fuerte que contribuy¨® a despertar a los europeos del letargo. Las empresas europeas, desbordadas por la competitividad japonesa, se aliaron con la Comisi¨®n Europea y presionaron a los Gobiernos para que superaran sus miedos a la competencia. Del miedo a Jap¨®n naci¨® el Acta ?nica Europea, que completar¨ªa el mercado ¨²nico con la extensi¨®n de las cuatro libertades de circulaci¨®n (de bienes, capitales, servicios y personas) el 1 de enero de 1993.
Ahora, el Jap¨®n que entonces era un modelo y un revulsivo tambi¨¦n nos anticipa algo que se parece mucho a lo que apunta que nos espera a los europeos: envejecimiento, estancamiento, endeudamiento y, para colmo, desbordamiento en t¨¦rminos de competitividad por parte de China y otros. El PIB de Jap¨®n se encuentra hoy en el mismo nivel nominal que en 1991 y su participaci¨®n en la econom¨ªa mundial se ha reducido a la mitad (de 17,8% al 8,7%). Si el declive tiene un nombre, este parece el de Jap¨®n, especialmente si se compara con el auge de China, que le ha desbancado como segunda econom¨ªa del mundo y se dispone a dar alcance a Estados Unidos.
No obstante, antes de compadecernos de los japoneses, deber¨ªamos pens¨¢rnoslo dos veces: la esperanza de vida en Jap¨®n es de 82 a?os, una de las m¨¢s altas del mundo, su desempleo est¨¢ en el 5%, su poblaci¨®n carcelaria (una buena medida de la desigualdad social) es veinte veces inferior a la de EE UU y su productividad per c¨¢pita sigue siendo bastante elevada. Si el objetivo de un pa¨ªs es crecer, sin duda que Jap¨®n no es un modelo. Pero, ?es crecer a toda costa lo m¨¢s importante? Despu¨¦s de una d¨¦cada de excesos financieros y de burbujas burs¨¢tiles e inmobiliarias, los japoneses parece que se est¨¢n acostumbrando a vivir en un mundo distinto: se habla de la primera generaci¨®n de no-consumidores, gente que ha renunciado a tener un autom¨®vil, le dan igual los restaurantes de moda, pasa de largo ante las tiendas caras y prefiere la comida org¨¢nica.
Despu¨¦s de la crisis nuclear incluso es posible que nos ense?en el camino de un mundo en el que usemos la energ¨ªa de forma racional. Igual es un fracaso de sociedad, pero al menos no detienen arbitrariamente y encierran a los artistas que se atreven a ironizar sobre la bondad del r¨¦gimen, como le ha ocurrido a Ai Weiwei en China. Quiz¨¢ sean los chinos los que deban aprender de Jap¨®n pero, bien mirado, dej¨¦mosles en paz; tienen todo el derecho a hacer las mismas tonter¨ªas que hemos hecho los dem¨¢s: a especular con el suelo, agotar los recursos, fomentar un consumismo absurdo y corromper sus sistemas pol¨ªticos con dinero f¨¢cil. Cuando se les pase, nos encontrar¨¢n all¨ª, junto con los japoneses.
jitorreblanca@ecfr.eu
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