Tal como ¨¦ramos
- "?He perdido mi reputaci¨®n, la parte inmortal de mi ser!".
De Otelo, de William Shakespeare
La nostalgia es un mecanismo traicionero para vencer la dura realidad. De manera enga?osamente selectiva, nos olvidamos de lo malo del pasado -la historia de un amor o de un equipo de f¨²tbol- y ponemos todos los focos sobre los antiguos momentos de felicidad.
Caer en esta tentaci¨®n es comprensible para las personas a nivel individual y para los aficionados a nivel colectivo. Tu equipo va fatal, as¨ª que te refugias en los recuerdos de aquella m¨ªtica ¨¦poca en la que ascendi¨® a Primera o gan¨® la Liga y Fulanito, el extremo izquierdo, era, no lo dudes, el mejor regateador de todos los tiempos y el delantero centro..., bueno, bueno, no te hablo...
El Chelsea se dej¨® llevar por la antigua reputaci¨®n de Fernando Torres y no por su presente decadencia
Lo curioso es la frecuencia con que los cuerpos t¨¦cnicos de los clubes sucumben a esta misma debilidad. La gran diferencia, en teor¨ªa, entre el aficionado y el profesional es que el aficionado se deja llevar por sus pasiones y el profesional estudia los hechos con frialdad. Pero no siempre es as¨ª.
Hablamos, en este caso, de los fichajes y lo sorprendente que es ver c¨®mo, temporada tras temporada, gente de gran experiencia en el f¨²tbol, a la que se le paga mucho dinero para acumular informaci¨®n detallada sobre los jugadores en el mercado, se equivoca una y otra vez. Y por el mismo motivo que el viejo enamorado sigue creyendo que una relaci¨®n fallida puede volver a florecer. Se fijan en el feliz pasado y creen que ah¨ª radica la verdad cuando la realidad en el presente es otra.
Pensamos concretamente en el Chelsea y en el caso espec¨ªfico de Fernando Torres, cuya historia se va convirtiendo en una tragedia a c¨¢mara lenta. Las cosas cambian en la vida, afortunadamente, pero, hoy por hoy, todo indica que estamos asistiendo a la muerte deportiva de un ¨ªdolo.
Es terrible lo que le est¨¢ pasando al chico. Antes del Mundial del a?o pasado, Fernando Torres era el ¨²nico nombre espa?ol en boca de los sudafricanos, y de los surcoreanos, y de los chinos tambi¨¦n. Gracias a la enorme pegada global de la Liga inglesa, el jugador m¨¢s conocido y admirado de la selecci¨®n espa?ola era el entonces delantero centro del Liverpool, hoy del Chelsea. Xavi e Iniesta eran para los exquisitos.
Sin embargo, si se volviese a jugar un Mundial este verano, no ser¨ªa exagerado pronosticar que Torres se convertir¨ªa en objeto universal de pena o de burla. Desde que se lesion¨®, hace 12 meses, y se tuvo que someter a una intervenci¨®n quir¨²rgica en una rodilla, su nivel de juego ha ido decayendo a tal extremo que no se explica c¨®mo el Chelsea bati¨® el r¨¦cord ingl¨¦s de fichajes en enero pagando 60 millones de euros por ¨¦l. Claramente, hab¨ªa perdido su chispa, su velocidad y su capacidad de gol, pero la idea, alucinante, era que con la incorporaci¨®n de Torres el Chelsea lograr¨ªa por fin su sue?o de ganar la Copa de Europa. Bueno, como es bien sabido, Torres no solo no ha marcado un gol en m¨¢s de dos meses para los blues, sino que en el encuentro clave de la temporada, la vuelta de los cuartos de la Champions contra el Manchester United, esta semana, fue sustituido en el descanso. No por lesi¨®n, sino por inutilidad.
El error incomprensible de los t¨¦cnicos del club, animados, eso s¨ª, por su multimillonario due?o ruso, fue su insistencia en recordarle tal como era y no como es; en haberse centrado en la antigua reputaci¨®n de Torres y no en su presente decadencia. Ya se est¨¢ hablando de que el Chelsea lo vender¨¢ en el verano. Se supone que por una peque?a fracci¨®n de lo que le cost¨®. O quiz¨¢ no. Quiz¨¢ el Manchester City pague el doble por ¨¦l.
Nadie es inmune a las tentaciones de la nostalgia y menos en el mundo del f¨²tbol.
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