La m¨¢quina del tiempo trae de vuelta a su inventor
Enrique Gaspar, un diplom¨¢tico espa?ol autor de zarzuelas, se adelant¨® ocho a?os a H. G. Wells en la invenci¨®n de un artefacto capaz de viajar a trav¨¦s de los a?os. Ahora, el Reino Unido le rinde homenaje
Las discusiones chovinistas ser¨¢n irracionales, pero distraen una barbaridad. Por eso se prodigan incluso en torno a los temas m¨¢s insospechados; por ejemplo, el de la invenci¨®n de la m¨¢quina para viajar en el tiempo. Y, sorpresa, hoy d¨ªa una cosa parece irrefutable a este respecto: el pionero fue un espa?ol.
Rob¨¢ndole el t¨ªtulo por ocho a?os al mism¨ªsimo H. G. Wells, pocos expertos en la materia dudan de que Enrique Gaspar fuese el primero en darle forma literariamente al artilugio. La obra en lo que la present¨®, en 1887, no puede ser de esencia m¨¢s espa?ola: una novela sat¨ªrica, con estructura de zarzuela y te?ida de controversia pol¨ªtica.
Ya los dioses griegos o el se?or Scrumb de Un cuento de Navidad viajaron en el tiempo, pero Gaspar fue el primero que relacion¨® esta posibilidad con una m¨¢quina construida por los humanos. La llam¨® anacro-n¨®pete (en griego ana significa atr¨¢s; crono, tiempo, y pete, el que vuela: "el que vuela atr¨¢s en el tiempo") y poco tiene que ver con el simple aparato de La m¨¢quina del tiempo de Wells, similar a una motocicleta con un enorme ventilador en el respaldo. El cachivache imaginado por Gaspar era una caja enorme de hierro fundido que navegaba gracias a cuatro grandes cucharas impulsadas por electricidad. No le faltaba un detalle: ni siquiera un compuesto utilizado para contrarrestar los efectos del viaje. Lo llam¨® "fluido Garc¨ªa" e imped¨ªa que al trasladarse al futuro las personas envejecieran, y viceversa. Doce prostitutas francesas que se colaban en la m¨¢quina descubr¨ªan su importancia despu¨¦s de que, al retroceder en el tiempo, los trajes de lana que llevaban se convirtieran en ovejas que escapaban balando.
Present¨® el artilugio en 1887, en una obra que no puede ser m¨¢s espa?ola: una novela con estructura de zarzuela
La originalidad de Gaspar ha quedado encumbrada por una reciente exposici¨®n en Londres en la que la British Library reuni¨® a diversos precursores de la literatura fant¨¢stica. All¨ª el anacron¨®pete deslumbr¨® entre otros pioneros, algunos de m¨¦ritos tan dudosos como los de Edward Bulwer-Lytton, el inventor de la f¨®rmula "Era una noche oscura y tormentosa" (si usted quiere verificar que alguien escribi¨® alguna vez esa frase, hojee su novela Paul Clifford).
Dos hispanistas expertas en ciencia-ficci¨®n y afincadas en Estados Unidos son las responsables de que la ocurrencia de Gaspar haya alcanzado eco internacional. Yolanda Molina-Gavil¨¢n y Andrea Bell preparan una edici¨®n de la obra (The time ship [El barco del tiempo], Wesleyan University Press, 2012) que llam¨® la atenci¨®n del organizador de la muestra londinense. Hasta ahora la trayectoria de la novela de Gaspar hab¨ªa sido m¨¢s bien discreta: publicada originalmente en Barcelona, se reedit¨® como curiosidad en 2000 y 2005. Molina-Gavil¨¢n y Bell la rescataron gracias a un club de aficionados a la ciencia-ficci¨®n que hab¨ªa conservado una copia en un disquete de ordenador.
Adem¨¢s de la inyecci¨®n para la maltrecha moral del pa¨ªs que pueda suponer descubrir que los espa?oles somos padres de la m¨¢quina del tiempo, la reedici¨®n de El anacron¨®pete ha permitido recuperar la figura de Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902).
Gaspar fue un diplom¨¢tico sin ninguna vocaci¨®n y un apasionado escritor decidido a alejar el teatro espa?ol del amaneramiento de la ¨¦poca. "Era un hombre poco convencional, krausista carism¨¢tico, simp¨¢tico y explosivo", explica Molina-Gavil¨¢n por tel¨¦fono desde Florida. No parece necesario insistir mucho en la peculiaridad del autor de una zarzuela titulada La teor¨ªa de Darwin, humorada c¨®mico-l¨ªrica en un acto dividida en tres cuadros.
Hijo de actores, hasta que su carrera consular le llev¨® a rincones tan insospechados como Macao se le pod¨ªa ver paseando sus bigotes rubios por los caf¨¦s del Ateneo. Tampoco ten¨ªa, desde luego, fama de modesto; por eso dirig¨ªa encendidas ep¨ªstolas a los cr¨ªticos que dejaban mal sus piezas.
La mayor parte de la producci¨®n de Gaspar son piezas naturalistas, en la l¨ªnea de P¨¦rez Gald¨®s o Joaqu¨ªn Dicenta, pero a menudo de tem¨¢tica rocambolesca. Por ejemplo, en Las lenguas hace que los respectivos ¨®rganos de un grupo de mujeres tomen el control de sus due?as: una alegor¨ªa para atacar los clich¨¦s sobre la maledicencia femenina. El anticlericalismo es otro de sus temas preferidos, por eso no es de extra?ar que el anacron¨®pete intente visitar el d¨ªa de la creaci¨®n con intenciones muy poco claras.
Su vida estuvo llena de peripecias: desde el amor prohibido con una arist¨®crata a la que acab¨® desposando hasta su intento de traducir El Quijote al chino. Gaspar fue adem¨¢s un ejemplo de que las mejores carreras se hacen sin ir a clase: sus contactos pol¨ªticos liberales y la influencia de su suegro le abrieron las puertas de la diplomacia.
Pero mantener a la hija de un rico no es sencillo. El dramaturgo llev¨® un costoso tren de vida que le oblig¨® a residir siempre en el extranjero, alejado del teatro que le quitaba el sue?o, y recurriendo a abundantes colaboraciones en prensa como complemento. Visto que los a?os en China le estaban resultando especialmente onerosos, Gaspar se decidi¨® a pegar un pelotazo con una obra que siguiera el modelo de los best seller de la ¨¦poca. Animado por el ¨¦xito de Flammarion y Verne, se lanz¨® a escribir una pieza de ciencia-ficci¨®n. Y como dramaturgo, lo primero que se le ocurri¨® fue una zarzuela. Concretamente un espectacular musical basado en La vuelta al mundo en 80 d¨ªas que triunfaba en Par¨ªs con aut¨¦nticos elefantes, ballets orientales y globos aerost¨¢ticos le hizo pensar en El anacron¨®pete: sangrientas batallas de gladiadores, m¨¢quinas humeantes, visitas a China, un romance tormentoso... Con esos ingredientes, el proyecto le pareci¨® destinado al ¨¦xito. Sin embargo, no consigui¨® vend¨¦rselo a nadie, y por eso lo transform¨® en una novela que conserva muchos dejes zarzueleros. Por ejemplo, los protagonistas son dos hombres y dos mujeres (igual que los cantantes en el g¨¦nero chico), y les acompa?an un regimiento de h¨²sares (coro masculino) y otro de prostitutas (coro femenino).
Pero Gaspar no supo reprimir sus aspiraciones cr¨ªticas y reformistas. Detr¨¢s del fondo fant¨¢stico y humor¨ªstico de la obra subyacen las embestidas. Ridiculiza las ilusiones de grandeza espa?olas mediante visitas a la batalla de Tetu¨¢n (1860) o la conquista de Am¨¦rica. Tambi¨¦n se mofa de los conservadores prop¨®sitos de don Sindulfo Garc¨ªa, el cient¨ªfico protagonista, que lo que quiere es casarse con su sobrina en un tiempo en que las costumbres sean m¨¢s restrictivas con las mujeres. Ni la propia ciencia se libra de las burlas de Gaspar; el escepticismo que destila su texto hace pensar que, de haber nacido hoy d¨ªa, hubiera sido poco probable encontrarle haciendo cola delante de una tienda Apple para llevarse un iPad de estreno. "Las contradicciones son parte del encanto del autor", asiente Molina-Gavil¨¢n. "La ciencia para ¨¦l es sin¨®nimo del progreso humano, pero al mismo tiempo no puede dejar de mirarla con cierta desconfianza".
Despu¨¦s de cruzar medio mundo, la aventura de Gaspar acab¨® como acaba la mayor¨ªa: entre tinieblas. Viudo y aparcado en una silla de ruedas, vivi¨® sus a?os finales en casa de su hija y con una bombona de ox¨ªgeno. El panorama teatral espa?ol tampoco apreci¨® nunca sus esfuerzos de renovaci¨®n. Ahora su creaci¨®n m¨¢s descabellada ha vuelto a rescatar su nombre. M¨¢s all¨¢ de que todo quede en una an¨¦cdota y el autor contin¨²e en el olvido, se impone una conclusi¨®n: el final pudo no ser el mejor, pero menudo viaje. -
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