Las tropas de Gadafi lanzan 100 misiles sobre Misrata
El r¨¦gimen libio redobla el ataque sobre el basti¨®n rebelde e intenta impedir la salida de refugiados por el puerto
Se ignora desde cu¨¢ndo los soldados y matones a las ¨®rdenes de Muamar el Gadafi lanzan bombas de racimo contra Misrata, pero el maestro Ahmed Ramad¨¢n, evacuado el 3 de abril rumbo a Bengasi con una pierna hecha trizas, y nada ducho en asuntos militares, ya hablaba de "unas bombas que provocaban sucesivas explosiones". Es parte de la panoplia de fuego que llueve desde el 6 de marzo sobre la ¨²nica ciudad que resiste la embestida del dictador en Libia occidental.
En Tr¨ªpoli, a 200 kil¨®metros, poco se escucha de esta calamidad. La televisi¨®n oficial asegura que reina la paz. Los refugiados que desembarcaron la madrugada de ayer en Bengasi relatan otra historia. La que se repiti¨® ayer: al menos un centenar de cohetes Grad -los rebeldes aseguran que las tropas leales al tirano empezaron a disparar el lunes estos proyectiles- impactaron en los barrios de una poblaci¨®n con sus calles desiertas, en la que miles de personas esperan escondidas en casa el atraque de un buque al que abordar.
"Han destruido las f¨¢bricas de l¨¢cteos y las panader¨ªas", dice la insurgencia
Los militares libios intentan, sin ¨¦xito hasta la fecha, conquistar el coraz¨®n de Misrata. Al principio, hace ya seis semanas, con potencia de fuego relativamente comedida. Pero no pudieron vencer la determinaci¨®n de los sublevados y de los ciudadanos, que hablan desde el lunes de la nueva munici¨®n que golpea la ciudad y del ensa?amiento de los soldados que enca?onan a los hombres para que las mujeres entreguen las joyas, de violaciones de chicas, y dem¨¢s fechor¨ªas. Imposible confirmarlo, aunque horrores similares se escuchan en boca de vecinos de Ajdabiya, otra ciudad -ya liberada, a 160 kil¨®metros de Bengasi- que fue sometida a similar tratamiento durante 10 d¨ªas. A estas alturas, el coronel Gadafi no va a andarse con remilgos a la hora de emplear las bombas de racimo, prohibidas por una convenci¨®n internacional que el r¨¦gimen libio no suscribi¨®.
Desde mediados de esta semana, ya no se trata solo de una lucha armada entre milicianos y soldados. Yasam Taha al Tamimi, un iraqu¨ª evacuado el viernes de Misrata, comentaba ayer, en la casa prefabricada donde se cobija en Bengasi, que cientos de cohetes han arruinado varios hangares del puerto. Y Gamal Salem, un portavoz rebelde, aseguraba a Reuters: "Parece que quieren matar de hambre a la poblaci¨®n. Han bombardeado la f¨¢brica de productos l¨¢cteos, la que produce gas para cocinar y tres panader¨ªas".
La calle Tr¨ªpoli de Misrata, la arteria principal, ya se asemeja a la l¨ªnea verde de Beirut en los a?os ochenta, cuando las milicias libanesas se mataban en cada esquina. Las pocas im¨¢genes de televisi¨®n que se difunden muestran boquetes en los edificios vac¨ªos, impactos de bala en cada pared, veh¨ªculos convertidos en chatarra calcinada.
Son cientos los milicianos y civiles fallecidos en el atroz asedio de Misrata. Mueren en la cola de la panader¨ªa, por salir a la calle o por tratar de alcanzar el hospital. La profesora Haura Saleh al Kafaji afirma haber visto "cad¨¢veres abandonados sin cabeza o sin extremidades". "La gente", a?ade, "est¨¢ aterrorizada. Muchas mujeres no paran de llorar porque dicen que han secuestrado a sus hijos, y que los militares matan al ganado. Solo nos alegraba o¨ªr el sobrevuelo de los aviones de la OTAN".
"El 7 de abril, despu¨¦s de 21 d¨ªas sin abrir las ventanas, se nos acababa el agua y la comida. Tuvimos que salir mi esposa y yo, y a los pocos minutos los militares llegaron a casa y nos dijeron que no volvi¨¦ramos a salir porque nos matar¨ªan", cuenta Fadel Amar, un profesor de ingenier¨ªa bagdad¨ª que lleg¨® a Misrata en 1997. "Me obligaron", contin¨²a, "a poner la bandera verde del r¨¦gimen en el tejado, registraron todo, les dije que era iraqu¨ª y un soldado me acompa?¨® a una tienda para coger comida". Los comercios hab¨ªan sido destrozados y saqueados, Fadel hizo acopio de algunos alimentos y retorn¨® al hogar. No lo soport¨® m¨¢s.
"Ese d¨ªa hubo un combate muy duro. Los francotiradores estaban apostados en la azotea de mi vivienda y los rebeldes disparaban contra ellos. A las diez de la ma?ana nos fuimos", recuerda el profesor. Se refugi¨® en casa de unos amigos hasta que anteayer zarp¨® hacia Bengasi. En su casa de la calle Tr¨ªpoli abandon¨® sus enseres, su coche, y en el banco esperan sus ahorros. "Si es que sigue en pie", dice antes de rematar: "Los egipcios y sudaneses vuelven a su pa¨ªs. Nosotros no vamos a volver a Irak. Yo y mi familia nos ir¨ªamos a cualquier pa¨ªs que nos acoja".
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