Un pa¨ªs transformado
Rutinoscorbin es como el sexto miembro de nuestra familia!", dice con voz alegre una madre incre¨ªblemente guapa y rutilante en el televisor, en uno de los numerosos anuncios a la americana de productos para la salud. Fuera, bajo el sol de primavera, los BMW y los Mercedes se deslizan por delante de fachadas reci¨¦n pintadas y elegantes cafeter¨ªas. Los j¨®venes polacos se env¨ªan mensajes de texto en los que utilizan neologismos como trendi, seksi y kul. La mitad de los viejos amigos a los que quiero ver est¨¢n en el extranjero: en el Parlamento Europeo, en Par¨ªs o en las islas Canarias.
Estar en Varsovia, hoy, es como estar en Madrid o Roma. Es normal. Solo que, para Polonia, esta normalidad es profundamente anormal; lo ordinario es extraordinario.
Los polacos no acaban de creerse que los cambios de su pa¨ªs sean aut¨¦nticos
El a?o pasado hubo un desempleo del 11,8%, y el paro juvenil es a¨²n mayor
Hace m¨¢s de 70 a?os, las tropas de Hitler arrasaron todo el centro de la ciudad, despu¨¦s del heroico y fatal levantamiento de Varsovia de 1944. Las hermosas fachadas que se ven en la ciudad vieja est¨¢n reconstruidas. Un escritor conocido m¨ªo sol¨ªa decir, con cierta exageraci¨®n po¨¦tica, que lo m¨¢s antiguo de Varsovia son los ¨¢rboles del parque Lazienki.
Esta nueva Polonia acaba de incorporarse al "pacto por el euro". Si la divisa ¨²nica sobrevive, y las cosas siguen como hasta ahora, Polonia estar¨¢ en la eurozona mucho antes que Reino Unido. Su econom¨ªa creci¨® un 3,8% en 2010, uno de los mejores ¨ªndices de Europa. En la segunda mitad de este a?o asumir¨¢ la presidencia de turno de la UE. Es miembro de la OTAN y tiene tropas en Afganist¨¢n. A simple vista, se parece cada vez m¨¢s a cualquier otra sociedad occidental de consumo, con hipotecas, planes de seguros privados, estrellas de la televisi¨®n y una cultura del espect¨¢culo. Las nuevas figuras de culto, la salud y la forma f¨ªsica -propagadas en todos esos anuncios televisivos- sustituyen poco a poco a las antiguas, la Iglesia y la naci¨®n.
Sin embargo, ni los polacos ni los extranjeros acaban de creerse que la transformaci¨®n sea aut¨¦ntica, y a algunos no les gusta ni aunque lo sea. Hace unos a?os, la C¨¢mara de Comercio polaca pidi¨® a una asesor¨ªa brit¨¢nica que creara una nueva marca para la identidad nacional de Polonia. Todo un signo de los tiempos. En otra ¨¦poca, Polonia cre¨® su imagen organizando una insurrecci¨®n armada contra el dominio ruso y haciendo que grandes poetas rom¨¢nticos como Adam Mickiewicz inmortalizasen el martirio del "Jesucristo de las naciones". Ahora contrata a unos asesores.
Tengo delante de m¨ª el informe de 2005 de Saffron Brand Consultants. Sugiere que la base fundamental de la marca nacional polaca debe ser la "tensi¨®n creativa". En otras palabras, la disonancia cognitiva. Est¨¢ la "normalidad" de la Europa contempor¨¢nea: la sociedad de consumo que
se ve en las calles del centro de Varsovia y las pantallas de televisi¨®n. Y est¨¢ lo que ha constituido la "normalidad" durante la mayor parte de la historia polaca moderna: partici¨®n, ocupaci¨®n, ausencia de libertades, conflicto ¨¦tnico, problemas econ¨®micos, una mezcla de patriotismo, romanticismo y religi¨®n. Todav¨ªa en 1983, el principal historiador brit¨¢nico de la Polonia moderna, Norman Davies, pod¨ªa escribir que su segunda patria hab¨ªa "vuelto a su situaci¨®n habitual de derrota pol¨ªtica y caos econ¨®mico".
Aparte de la falta de familiaridad hist¨®rica, existen otras razones para que a tantos polacos les sea dif¨ªcil aceptar que esta nueva normalidad sea real. La m¨¢s importante es que, para muchos de ellos, la vida cotidiana est¨¢ a a?os luz de las im¨¢genes que transmiten los anuncios de la televisi¨®n polaca y las pr¨®speras escenas que se observan en el centro de Varsovia. Este sigue siendo un pa¨ªs pobre en relaci¨®n con otros pa¨ªses europeos. El PIB per c¨¢pita es de unos 18.800 d¨®lares, menos que los de Barbados y las Seychelles, y muy poco por encima de la media de la UE. El a?o pasado hubo un desempleo del 11,8%, y el paro juvenil es a¨²n mayor. Cuando hablo con estudiantes polacos que se han ido fuera, casi todos dicen que no piensan volver a Polonia en un futuro pr¨®ximo. Hay muchas m¨¢s y mejores oportunidades en lo que ellos siguen llamando "Occidente", como si Polonia no fuera todav¨ªa verdaderamente parte de ¨¦l.
Es verdad que mis amigos de hace a?os, miembros de lo que sol¨ªa llamarse la intelligentsia, est¨¢n en el Parlamento Europeo, Par¨ªs y las islas Canarias, pero esa no es la vida de la mayor¨ªa de los polacos. Muchos lo han pasado muy mal en los a?os de transici¨®n desde que cay¨® el comunismo, en 1989. Cuando uno habla con los antiguos trabajadores de los astilleros de Gdansk, que comenzaron la revoluci¨®n de Solidaridad, echan pestes de lo que consideran las dificultades y las injusticias de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Y tienen varios chivos expiatorios: entre otros, echan la culpa a siniestros pactos ocultos entre antiguos comunistas y los l¨ªderes izquierdistas de la oposici¨®n anticomunista, la corrupci¨®n, las conspiraciones y siniestras potencias extranjeras.
El polit¨®logo Richard Hofstadter escribi¨® un famoso texto sobre el estilo paranoico en la pol¨ªtica estadounidense. La pol¨ªtica polaca conoce bien el estilo paranoico. En los ¨²ltimos 10 a?os lo ha cultivado, sobre todo, el partido Ley y Justicia (PiS), dirigido por Jaroslaw Kaczynski y su gemelo Lech, que fue, hasta su tr¨¢gica muerte en el accidente de avi¨®n, presidente del pa¨ªs. El estilo paranoico brill¨® en todo su esplendor el domingo 10 de abril, en la conmemoraci¨®n del primer aniversario de aquel accidente en el que no solo murieron el presidente Kaczynski y su esposa sino otras 94 personas, entre ellas los jefes supremos de las fuerzas armadas del pa¨ªs y el responsable del banco central.
El hecho de que murieran cuando se dirig¨ªan a una ceremonia para recordar el 70? aniversario de la matanza de oficiales polacos en Katyn a manos de los matones de Stalin ha alimentado una anticuada martirolog¨ªa patri¨®tica. Las circunstancias del accidente, en medio de la niebla y en un aeropuerto ruso mal equipado, y la incapacidad cr¨®nica de los rusos para ofrecer un informe completo, limpio y veraz, han contribuido a alimentar las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Como es natural, la mayor¨ªa de los polacos no cae en esa locura. Un sondeo realizado el mes pasado por la radio polaca revel¨® que la gran mayor¨ªa de los entrevistados quer¨ªa que el aniversario fuera un d¨ªa de unidad nacional, de pena compartida. Al final, el domingo pasado hubo conmemoraciones rivales en Varsovia y duras recriminaciones tanto entre unos y otros dentro de Polonia como contra Rusia.
Aparte de este caso especial, existe un interrogante m¨¢s general sobre la imagen que Polonia quiere ofrecerse a s¨ª misma y al mundo. Durante gran parte de la era moderna, su relato fundamental fue una historia heroica y tr¨¢gica de lucha por la libertad. El ¨¢guila blanca, asaeteada por flechas rusas y alemanas, hab¨ªa derramado sangre roja: de ah¨ª los colores nacionales, rojo y blanco. Despu¨¦s, tras la revoluci¨®n negociada de 1989, se produjo el "regreso a Europa". Durante 15 a?os, los debates nacionales quedaron supeditados al objetivo conjunto de "volver" a Europa y Occidente. Hoy, despu¨¦s de haber conseguido llegar -se incorpor¨® a la OTAN en 1999 y a la UE en 2004-, la pregunta es: ?y ahora qu¨¦? ?Y ahora ad¨®nde?
No sabemos c¨®mo responder¨¢ Polonia, pero es muy probable que recurra a una mezcla de tozudez, esp¨ªritu emprendedor, individualismo, desconfianza de la autoridad y amor a la libertad. Polonia ya est¨¢ intentando utilizar su experiencia en la lucha por la libertad y la transici¨®n a la democracia en beneficio de otros. Es uno de los mayores defensores europeos de la libertad para Bielorrusia y el ingreso de Ucrania en la UE. Su tranquilo y pragm¨¢tico primer ministro, Donald Tusk, y su en¨¦rgico ministro de Exteriores, Radek Sikorski, quieren aprovechar la presidencia polaca de la UE, que comenzar¨¢ en julio, para aplicar las lecciones aprendidas en los pa¨ªses vecinos del este a los pa¨ªses vecinos del sur, las naciones ¨¢rabes del otro lado del Mediterr¨¢neo.
Hace 30 a?os, pocos habr¨ªan pensado que Polonia pudiera llegar a ser el pa¨ªs transformado que es hoy. No pierdas la esperanza, Egipto.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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