El orden de los factores
En unas recientes declaraciones el se?or Ibarretxe, exlehendakari de Euskadi, plantea una tesis respecto de la paz, sus causas, requisitos y consecuencias que merece ser discutida por el enorme da?o que, a mi entender, acarrea esa forma de pensar en la opini¨®n p¨²blica.
En esencia, viene a decirse que el cese de la violencia terrorista no implica la paz sino, en palabras del propio Sr. Ibarretxe, una "simple tregua". Siguiendo su argumento hemos de suponer que tras esa tregua ha de venir la "reconciliaci¨®n" y solo entonces llegar¨¢ la paz. Ese es, seg¨²n ¨¦l, el orden de los factores.
El lenguaje, como es bien sabido, tiene una gran capacidad performativa y cuando de t¨¦rminos tan polis¨¦micos como estos (paz, reconciliaci¨®n, tregua) se trata, el lenguaje se convierte en una tramposa ci¨¦naga conceptual en la que vocablos inequ¨ªvocamente bellos, adecuadamente articulados, nos conducen a silogismos de consecuencias inaceptables. ?Qui¨¦n puede ser tan desalmado y estar en contra de la reconciliaci¨®n o de una id¨ªlica "paz verdadera"?
Seg¨²n el Sr. Ibarretxe tras esa tregua ha de venir la "reconciliaci¨®n" y solo entonces la paz
Desde este punto de vista, el terrorismo no es sino una consecuencia, la peor ciertamente, de un conflicto pol¨ªtico irresuelto. Esto en el mejor de los casos pues, en no pocas ocasiones, se ha banalizado hasta el extremo de contraponerse con otras hipot¨¦ticas violencias como la ilegalizaci¨®n de partidos o la prohibici¨®n de determinadas manifestaciones, por ejemplo.
Hoy en d¨ªa nadie defiende positivamente el terrorismo, nadie, ni siquiera los terroristas cuyo c¨ªnico discurso, (v¨¦ase la obra de Fernando Reinares Patriotas de la muerte), plantea que los miembros de ETA se ven obligados, muy a su pesar y debido a la cerraz¨®n del Estado, a practicar una modalidad de lucha que en el fondo les repugna. Sacrificio moral supremo que asumen con weberiana responsabilidad para la liberaci¨®n del Pueblo Vasco.
Siguiendo pues el hilo argumental del Sr. Ibarretxe, a la actual situaci¨®n de tregua (acci¨®n) debe corresponder con inmediatez una reacci¨®n de tipo conciliatorio que, eliminando democr¨¢ticamente el conflicto que da origen a esta manifestaci¨®n pol¨ªtica violenta, despeje para siempre el horizonte y facilite una "verdadera paz".
Lo que el Sr. Ibarretxe no dice es que, de entre los diversos conflictos pol¨ªticos que surgen de forma natural all¨¢ donde exista la convivencia humana, el llamado paradigm¨¢ticamente "conflicto vasco", el referido a si Euskadi debe o no formar parte de Espa?a, es uno de los pocos, afortunadamente, donde ha prendido el terrorismo sectario, antidemocr¨¢tico y guste o no, nacionalista. Evidentemente, no todo el nacionalismo vasco puede reputarse terrorista pero, desgraciadamente, todo el terrorismo presente en Euskadi es nacionalista. El terrorismo no es, por tanto, una consecuencia, ni mucho menos una consecuencia inevitable, del conflicto pol¨ªtico. El terrorismo es consecuencia de una cultura pol¨ªtica fan¨¢tica y totalitaria, a¨²n m¨¢s, nada nos hace suponer que una hipot¨¦tica conquista del poder por parte de los actuales terroristas y con ello la satisfacci¨®n inmediata de sus postulados, implicara la desaparici¨®n de sus pr¨¢cticas violentas, sino todo lo contrario.
Fij¨¦monos tambi¨¦n en que, para el Sr. Ibarretxe, el Estado de Derecho dise?ado en la Constituci¨®n de 1978 y el Estatuto de Autonom¨ªa de 1979 no es leg¨ªtimo puesto que, seg¨²n su criterio, la soluci¨®n democr¨¢tica -verdaderamente democr¨¢tica, podr¨ªamos interpretar- es algo que est¨¢ pendiente de ser materializado en un futuro a trav¨¦s de ese indefinido proceso de reconciliaci¨®n. Y en la medida en que la democracia que tenemos no sea totalmente leg¨ªtima, la acci¨®n insurreccional tampoco ser¨¢ ileg¨ªtima del todo.
Puestas as¨ª las cosas, es l¨®gico plantear que rebeldes nacionalistas y representantes de esta defectiva democracia espa?ola negocien, extramuros de un derecho vigente que se considera inservible, un armisticio cuyos t¨¦rminos habr¨¢n de ser ratificados por una ciudadan¨ªa moralmente obligada a reconciliarse con los asesinos para poder vivir en paz.
Sin embargo, lo que el Sr. Ibarretxe tacha de "simple tregua" es lo que los dem¨¢s llamamos paz. En efecto, la paz no es ni much¨ªsimo menos la ausencia de conflictos sino, simplemente, la gesti¨®n democr¨¢tica de los mismos, su reconducci¨®n por cauces ajenos a la violencia entre discrepantes. No podemos exigir otra cosa a la pol¨ªtica: que las ¨²nicas armas del debate sean el voto y la palabra, nada m¨¢s. La paz sin conflictos, como tantas veces se ha dicho, solo es posible en los cementerios.
Lo de la reconciliaci¨®n puede ser un hermoso desider¨¢tum moral entre personas y a¨²n as¨ª requerir¨ªa ciertas condiciones previas tales como la verdad, la memoria, la reparaci¨®n y el arrepentimiento expreso, pero no una pretensi¨®n pol¨ªtica.
La Rep¨²blica, el Estado, la Polis, ni olvida ni perdona. No tiene sentimientos, tiene leyes. No odia ni ama, aplica el derecho y arbitra los conflictos con el grado de benevolencia que resulte compatible con su propia supervivencia, Suprema Lex.
Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez Garc¨ªa es soci¨®loga.
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