"La audacia me viene del orgullo de mi cultura gitana"
El cineasta Tony Gatlif espera en una esquina del local, con su chupa vaquera, su camiseta y su pantal¨®n negro, su melena, su nariz deforme de boxeador, su simpat¨ªa y su absoluta falta de petulancia. Es demasiado tarde para comer y demasiado pronto para cenar, as¨ª que pide un vaso de agua por pedir algo y el periodista un caf¨¦ por lo mismo. Gatlif naci¨® en Argel, en 1948, en una familia gitana miserable y emigr¨® a Par¨ªs a los 15 a?os. Vivi¨® y durmi¨® en la calle, rob¨®, fue un adolescente violento y macarra que pas¨® una temporada en un reformatorio que le cambi¨® para siempre. Se hizo actor, m¨²sico -tiene dos premios C¨¦sar por sus composiciones musicales en las pel¨ªculas Vengo y Gadjo- y director para defender a los gitanos a trav¨¦s de su cultura. A¨²n sigue. Entre medias ha dirigido m¨¢s de 15 pel¨ªculas y por una de ellas, Exils, le dieron la Palma de Oro al mejor director en el Festival de Cannes de 2004. Esta misma semana, el Instituto Franc¨¦s de Madrid le rinde un homenaje.
El cineasta defendi¨® a su etnia frente a los ataques de Sarkozy a los rumanos
Al¨¦rgico a lo abstracto, para explicar cualquier cosa Tony Gatlif cuenta una historia: "Soy lo que soy gracias a la audacia y a la suerte. Es imposible que un chico de la calle sin estudios acabe convertido en un abogado. Pero no que acabe siendo un actor, un pintor o un escritor. La audacia me viene del orgullo y de la herencia de mi cultura gitana, esa que no permite mirar a nadie a los ojos desde abajo. Por eso una tarde acud¨ª al camerino del actor Michel Simon, y le ped¨ª una oportunidad".
?Y la suerte?
"Cuando yo ya estaba en un taller de interpretaci¨®n, la profesora nos invit¨® a todos los estudiantes a su casa a una fiesta. Alguien rob¨® un anillo. Y ella le dijo a su marido que no llamar¨ªa a la polic¨ªa porque sab¨ªa que ir¨ªan a por m¨ª. Eso es suerte: porque yo no lo rob¨¦, aunque en aquella ¨¦poca podr¨ªa haberlo hecho, je je. Y si la polic¨ªa me hubiera detenido siendo inocente, pues igual habr¨ªa acabado de atracador de bancos".
Jam¨¢s sale de la ¨®rbita del Mediterr¨¢neo -"me encanta viajar, pero cuando digo viajar, me refiero a llegar a Ankara, o Atenas, o C¨®rdoba, y sentarme en una terraza"-. Salt¨® a la primera l¨ªnea pol¨ªtica para defender a los gitanos rumanos del acoso de Sarkozy en agosto -"tienen los mismos derechos que cualquier europeo"-, y reconoce de lejos el alma del flamenco -"tiene un ritmo de ruta, de camino, de gente que avanza"-.
El cineasta se r¨ªe a menudo, gesticula, saluda a un amigo que acaba de encontrarse en el bar, adelanta tres o cuatro proyectos musicales presentes y luego se lo piensa antes de responder sobre su origen argelino, sobre lo que le queda de aquel pa¨ªs.
Como otras veces, Gatlif cuenta una historia: "?ramos muy peque?os, mis hermanos y yo, y mi padre, gitano y libre, no respetaba el toque de queda de la Guerra de Argelia y se iba por ah¨ª, a beber, con la moto. De noche, sal¨ªamos todos a la puerta de la chabola a ver si volv¨ªa. Mir¨¢bamos con ansiedad a lo lejos, hacia el final de la larga carretera. Pod¨ªan matarle en un control. Al final, cada noche, ve¨ªamos, a lo lejos, una luz diminuta que se mov¨ªa: era el faro de la moto de mi padre, algo borracho, haciendo eses. No le hab¨ªan matado. Volv¨ªa a casa".
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