Hessel y los valencianos
El acontecimiento literario del a?o en Francia ha sido la aparici¨®n de un op¨²sculo vibrante, como si estuviese escrito con el coraz¨®n. El peque?o libro, titulado Indignez-vous (Indignaos), consiste en un alegato de St¨¦phane Hessel, un viejo y sabio diplom¨¢tico franc¨¦s comprometido toda su vida con su pa¨ªs. Hessel tiene 93 a?os. La edad del autor resalta por el verbo apasionado que emplea, con el que no duda en golpear la conciencia conformista de los j¨®venes.
Hessel, en su obra, de la que en tres meses escasos ha vendido m¨¢s de mill¨®n y medio de ejemplares, reclama los valores de la Resistencia, plenos de una vitalidad que contrasta con la indiferencia o la apat¨ªa de muchos ciudadanos actuales, ante los atropellos o las injusticias. En el texto, en el que plasma su compromiso vital, afirma su anhelo de "velar todos juntos para que nuestra sociedad siga siendo una sociedad de la que estemos orgullosos".
'Indignaos' llama a la instauraci¨®n de una verdadera democracia econ¨®mica y social
Lo compr¨¦ en el bulevar Saint Michel de Par¨ªs, enfrente de los Jardines de Luxemburgo. Sent¨ª intensa emoci¨®n al hacerlo. No pude resistir la tentaci¨®n de comprar varias copias y, a modo de regalo, difundir sus ideas. A la salida de la librer¨ªa pens¨¦ en mi tierra valenciana. Pens¨¦ en las numerosas razones que tienen los valencianos para indignarse. En mi interior se juntaron sentimientos y un impacto ¨ªntimo, una llamada a la conciencia. El motivo de la resistencia, dice el autor, es la indignaci¨®n. La indignaci¨®n emana de una voluntad de compromiso. "Os deseo a todos que teng¨¢is vuestro motivo de indignaci¨®n", proclama con solemnidad.
La llamada que realiza el libro es una reivindicaci¨®n de los valores eternos. La instauraci¨®n de una verdadera democracia econ¨®mica y social. Hessel se indigna porque la distancia entre el poder adquisitivo de los ricos y los pobres jam¨¢s ha sido tan grande. "El justo reparto de las riquezas creadas por el mundo del trabajo", dice, debe primar sobre "el poder del dinero". Hessel pasa revista a la disponibilidad de los recursos energ¨¦ticos, a la garant¨ªa que deben tener los ciudadanos de suficientes medios de subsistencia, al derecho a una instrucci¨®n m¨¢s elevada, y concluye que el salario ha de ser la base de los derechos sociales.
Tras su lectura, no es dif¨ªcil sentir el esp¨ªritu imbuido de la idea de que la peor de las actitudes es la indiferencia. Que es necesaria una reivindicaci¨®n del optimismo, que quiz¨¢ esta sea la hora de la insurrecci¨®n pac¨ªfica, y quien busca motivos para indignarse los encontrar¨¢.
Soy valenciano por los 16 costados, al modo que dec¨ªa Unamuno en una carta a C¨¢ndamo en 1900 sobre su condici¨®n de vasco, y siento a mi pueblo a trav¨¦s de todos mis poros. As¨ª ha sido siempre en mi vida, y por eso me pregunto ahora: ?c¨®mo es posible el silencio resignado de un pueblo del que antes, en la adolescencia y la juventud, presum¨ªa ante mis amigos? De su historia me sent¨ªa orgulloso, y no hab¨ªa conversaci¨®n en la que no hallase motivos para destacar mi origen. Ahora, frecuentemente, me callo. ?La mansedumbre! ?La docilidad! ?Por qu¨¦ esta conformidad ante las tropel¨ªas? ?A qu¨¦ viene esta resignaci¨®n, que acepta los males como inevitables? ?Es ello propio de los "valencianos de alegr¨ªa", como nos llamaba Miguel Hern¨¢ndez en Vientos del pueblo?
La mala imagen que se percibe fuera de lo que acontece en la sociedad valenciana es constante. Noticias de corrupciones cotidianas. Esc¨¢ndalos que ocurren casi a diario. Personajes oscuros, negocios inconfesables, tramas indecentes de intereses. Ante ello, una gran parte de nuestro pueblo acepta el panorama como si fuese definitivo. Muchos miran hacia otro lado. ?Tan baja es nuestra autoestima? Parece como si estuvi¨¦semos en el para¨ªso de la ignominia.
?Por qu¨¦? ?A cambio de qu¨¦ este silencio? Los datos por los que se mide la situaci¨®n de la sociedad y el estado de la econom¨ªa no justifican ning¨²n tipo de complicidad. El paro en la sociedad valenciana es superior a la media espa?ola, y la comparaci¨®n evoluciona a peor. El nivel de formaci¨®n es inferior. En valores relativos, la renta per c¨¢pita de los valencianos empeora. Parece como si fu¨¦semos un pueblo insustancial, sin alma, al que nada le duele y todo le resbala. En pocos lugares, en pocas sociedades, podr¨ªa tener tanta validez el alegato de Hessel como en nuestra amada tierra valenciana. Es como si estuviese hecho a prop¨®sito para los valencianos.
Indignarse es el primer paso que hay que dar para creer en un pueblo como proyecto colectivo, para avanzar por el camino que nos permita llegar a sentirnos orgullosos de c¨®mo somos. Es la hora de la indignaci¨®n para los valencianos. Indignaci¨®n, s¨ª; pasividad, no. Acaso sea tambi¨¦n la hora de la insurrecci¨®n pac¨ªfica, pues no somos un pueblo derrotado. Cierto es que de tanto conmemorar derrotas nos hemos acostumbrado a tenerlas permanentemente en la retina.
El valenciano es un pueblo con muchas virtudes. Ama la vida, es innovador, el arte y la m¨²sica le definen. Le gusta viajar, es vitalista. Es festivo. Es laborioso. Es creativo. Por ello, y por otras muchas m¨¢s razones, ha de ser consciente de sus valores, ufanarse de ellos y reivindicarlos permanentemente. Fuster le dio un proyecto de futuro, su pensamiento lo vertebraba; pero, si no es ese, que sea otro, pero que sea uno. Durante siglos el valenciano fue un pueblo de resistentes. ?Qu¨¦ complejo esconde ahora para no seguir si¨¦ndolo? Debe levantar ya la voz, y decir basta.
Valencianos: indignaos.
Francesc Michavila es catedr¨¢tico de Matem¨¢tica Aplicada y director de la C¨¢tedra Unesco de Gesti¨®n y Pol¨ªtica Universitaria de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid.
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