Guantanamera tr¨¢gica
Es una vieja m¨²sica, conocida por todos. Pero la letra que ahora llega no puede ser m¨¢s triste y tr¨¢gica. Aqu¨ª se nos dan detalles de c¨®mo es el infierno y c¨®mo son las vidas de los condenados. Este es el cuadro donde desfilan las figuras de la culpa y la inocencia, las variaciones del horror y la locura, como en una tela del Bosco o en el infierno de Dante. Cre¨ªamos que lo sab¨ªamos todo de Guant¨¢namo, el campo de internamiento sin juicio por donde han pasado 779 presos sospechosos de terrorismo. Pero esta vieja canci¨®n de nuevo entonada siempre nos descubre un nuevo detalle del horror dentro de la acumulaci¨®n de horrores.
Los arquitectos del infierno jur¨ªdico construido despu¨¦s del 11 de septiembre de 2001 nos vendieron en su d¨ªa que no hab¨ªa forma divina ni humana de combatir el nuevo terrorismo de estos combatientes ilegales sin Estado si no era a trav¨¦s de un sistema que superara las limitaciones del garantismo judicial estadounidense y del derecho internacional, fundamentalmente de las Convenciones de Ginebra sobre prisioneros de guerra. Se trataba de crear, fuera de todo control, unos limbos territoriales donde el derecho quedara en suspensi¨®n y se pudiera interrogar y detener indefinidamente a los sospechosos, clasificados como "combatientes enemigos ilegales".
Dos historias se entrelazan, la de Bush y su legado radiactivo, y la de Obama y sus promesas traicionadas
Ahora se ha visto que la realidad es m¨¢s sencilla y a la vez perversa, fruto de una mezcla diab¨®lica de estupidez y maldad en sus proporciones adecuadas, y que todo este montaje era una mentira m¨¢s de la sarta de mentiras inventadas por la Administraci¨®n de Bush, al igual que las inexistentes armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein, porque lo ¨²nico que interesaba era explotar informativamente a los reclusos, aunque fueran inocentes, convertirles en delatores aunque no supieran nada, para extraer datos sobre Al Qaeda y su m¨¢ximo dirigente, cosa que no se conseguir¨ªa meramente deteniendo a los sospechosos de terrorismo, sino a cualquiera que pudiera poseer informaciones te¨®ricamente valiosas sobre la red terrorista y sobre Bin Laden.
Hay que leer una a una las fichas. No hay que quedarse ¨²nicamente en lo que dicen estos textos redactados bajo la presidencia de George W. Bush, sino recordar que debe tener raz¨®n la actual Administraci¨®n de Barack Obama cuando dice que no est¨¢n actualizadas. Como debe tenerla el director de Reprieve (una organizaci¨®n que milita contra la pena de muerte), el abogado Clive Stafford Smith, cuando dice que la realidad es cien veces peor.
Hay que meditar sobre cada una de las 700 vidas quebradas, la del peque?o ladr¨®n y traficante de droga y la del jefe terrorista acreditado; la del anciano de 89 a?os con demencia senil y la del ni?o alba?il de 14 a?os reclutado a la fuerza por los talibanes. Y as¨ª hasta 700 vidas rotas; los 83 presos que no representaban riesgo alguno para la seguridad de Estados Unidos, y los 77 que muy improbablemente pudieran representarla; los culpables domesticados por la reclusi¨®n y los inocentes enloquecidos y ahora peligrosos.
La tragedia de Guant¨¢namo versa sobre dos historias entrelazadas. La del legado radiactivo de un presidente que arrastr¨® a su pa¨ªs hasta la construcci¨®n de este infierno en la tierra. Y la del presidente que no pudo ni supo estar a la altura de las esperanzas que en ¨¦l se depositaban ni del desaf¨ªo que le planteaba el surgimiento de un mundo distinto. El primero, Bush, ahora se lava las manos y se permite incluso manifestarse a favor de su cierre. El segundo, Obama, arrastra un castigo mayor al de la culpa correspondiente: ha roto su promesa electoral y ha visto incumplida su orden ejecutiva en la que se daba el plazo de un a?o para cerrar el campo; ya debiera estar cerrado a estas horas.
Guant¨¢namo es tambi¨¦n una f¨¢brica de trampas para Obama. La oposici¨®n republicana e incluso los congresistas dem¨®cratas la han utilizado para castigar al presidente. Se han negado a aprobar los presupuestos para desmontarlo y no quieren presos en sus distritos. Mitt Romney, el pol¨ªtico mejor situado para disputarle la presidencia como candidato republicano, es partidario de ampliar el campo, no de reducirlo y menos cerrarlo.
Esta guantanamera tr¨¢gica es tambi¨¦n un nuevo boquete en el blindaje informativo de la Administraci¨®n dem¨®crata de Barack Obama, un nuevo siete en el traje flamante del presidente que mayores esperanzas levant¨® desde John Kennedy y una dificultad suplementaria en la recuperaci¨®n de la imagen de Estados Unidos en el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. Julian Assange, el jefe de Wikileaks, ha conseguido actuar de nuevo como un actor global y desafiante frente a la mayor superpotencia, subrayando as¨ª la debilidad y la falta de liderazgo tanto del presidente como de EE UU.
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