?Un rey Guillermo y una reina Catalina?
La monarqu¨ªa constitucional es dif¨ªcil de justificar en la teor¨ªa democr¨¢tica, pero ?les va mucho mejor a las rep¨²blicas con presidentes pol¨ªticos? Hace 30 a?os Juan Carlos de Espa?a sali¨® en defensa de la democracia
Si las cosas contin¨²an en Reino Unido como hasta ahora y el pr¨ªncipe Carlos sucede a su madre para reinar hasta su muerte, a edad muy avanzada, entonces, hacia 2040, la joven pareja que se casa hoy en la abad¨ªa de Westminster ser¨¢n el rey Guillermo V y la reina Catalina. Por el mero hecho de haber nacido en la familia en la que ha nacido, Guillermo ser¨¢ jefe de Estado de lo que quede de Reino Unido actual. ?Me parece bien? Mi respuesta es: en teor¨ªa, no, pero en la pr¨¢ctica, seguramente, s¨ª.
Si Guillermo y Catalina se portan bien, a diferencia de otros miembros m¨¢s revoltosos de la familia real, y contribuyen al desarrollo de una monarqu¨ªa constitucional modernizada y reconvertida, la situaci¨®n ser¨¢ tal vez mejor que las alternativas m¨¢s probables. Al echar un vistazo a Europa, no me parece que pa¨ªses como Suecia, Holanda, Dinamarca y Espa?a, que tienen reyes, est¨¦n peor que otros que cuentan con presidentes elegidos entre los pol¨ªticos de partido. ?O preferir¨ªan que el palacio de Buckingham lo ocupase, por ejemplo, el presidente Blair?
Ning¨²n monarca brit¨¢nico se ha negado a aprobar una ley del Parlamento desde 1707
Los banqueros, a los que nadie ha elegido, son m¨¢s poderosos que cualquier arist¨®crata hereditario
Salvo por un breve interludio en el siglo XVII, durante el que los revolucionarios experimentaron con la decapitaci¨®n de un monarca, existen reyes y reinas de Inglaterra desde hace m¨¢s de 1.000 a?os. Es una historia asombrosa, de la que han surgido poemas. Imaginemos a Shakespeare sin todas las referencias a la monarqu¨ªa. Antes de abandonar 1.000 a?os de poes¨ªa, hay que estar muy seguros de que nos va a ir mejor con la prosa.
Como podemos ver ahora otra vez, con la invasi¨®n de Londres por parte de los medios de comunicaci¨®n de todo el mundo para seguir la boda real, esa historia, esa leyenda y esa m¨ªstica contribuyen enormemente al poder blando (la capacidad de atracci¨®n) de Reino Unido y a sus ingresos por turismo. No creo que nadie vaya a Berl¨ªn a ver el cambio de la guardia en el palacio de Bellevue, ni a vislumbrar al presidente Wulff, su mujer y sus hijos. "?El presidente qu¨¦?", ser¨ªa la pregunta de casi todo el mundo, si se hace una referencia al jefe de Estado actual del pa¨ªs m¨¢s poderoso de Europa. No importa, cuando uno fabrica un mont¨®n de BMW, Mercedes y fresadoras y exporta todas esas cosas a China. Pero no es el caso de Reino Unido. A cambio, tiene a la reina, Guillermo y Catalina.
No obstante, estos argumentos sobre la historia, la poes¨ªa y el poder blando no servir¨ªan de nada si la existencia de una monarqu¨ªa constitucional distorsionara gravemente el proceso democr¨¢tico, hiciera imposible una sociedad abierta en la que todos tengan oportunidades y mantuviera el pa¨ªs anclado en un r¨ªgido pasado de jerarqu¨ªas y privilegios. En teor¨ªa, hace todo eso. Esas son algunas de las razones por las que el peri¨®dico The Guardian se ha declarado partidario de una rep¨²blica y por las que muchos lectores del diario -aunque no la mayor¨ªa de los brit¨¢nicos, seg¨²n revela una reciente encuesta hecha por el propio Guardian- estar¨ªan a favor de la abolici¨®n de la monarqu¨ªa.
Sin embargo, en la pr¨¢ctica, creo que ese efecto negativo que ejerce es marginal, y mucho menor que hace 30 a?os, cuando Carlos y Diana celebraron su boda de cuento de hadas. En el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico existen elementos antidemocr¨¢ticos y nocivos -el principal, la C¨¢mara de los Lores, que no se forma por elecci¨®n-, pero la monarqu¨ªa no es uno de los peores. Puestos a hablar del poder de un individuo a quien nadie ha elegido, el magnate de la comunicaci¨®n Rupert Murdoch es una amenaza mucho m¨¢s grave para la democracia brit¨¢nica que nuestro jefe de Estado hereditario.
Seg¨²n el experto constitucional Vernon Bogdanor, ning¨²n monarca brit¨¢nico se ha negado a aprobar una ley desde 1707. Todav¨ªa existe cierto oscurantismo antidemocr¨¢tico derivado de la "prerrogativa de la corona" y la doctrina constitucional de que la soberan¨ªa reside "en la corona dentro del Parlamento", pero el abogado Richard Gordon ha dejado claro que Reino Unido podr¨ªa tener una Constituci¨®n escrita, totalmente moderna y firmemente asentada en la soberan¨ªa popular, y seguir teniendo a un monarca hereditario como jefe de Estado.
La reina puede tener cierta influencia pol¨ªtica, limitada, pero no parece que haya hecho peor uso de ella que los presidentes de otros pa¨ªses. Los presidentes, a veces, son capaces de mantenerse por encima de las disputas entre partidos, como hizo Richard von Weizs?cker en Alemania, pero siempre est¨¢n relacionados, aunque sea de forma m¨ªnima, con un partido concreto. En alg¨²n momento de su pasado han tenido que hacer lo que hacen todos los pol¨ªticos para ascender hasta la cima.
Como consecuencia, algunos incluso acaban ante los tribunales, acusados de corrupci¨®n, como el expresidente franc¨¦s Jacques Chirac. Por supuesto, tambi¨¦n los reyes y sus consortes pueden meterse en l¨ªos, como demostr¨® el pr¨ªncipe Bernardo de Holanda -padre de la reina actual- cuando se vio envuelto en el esc¨¢ndalo de los sobornos de Lockheed. Sin embargo, existen menos posibilidades de problemas de este tipo con los monarcas, precisamente porque no necesitan abrirse camino para subir hasta arriba.
Seguro que los pa¨ªses que sufren conflictos de "cohabitaci¨®n" entre presidentes de un partido y primeros ministros de otro piensan con frecuencia que preferir¨ªan tener un jefe de Estado aut¨¦nticamente neutral, que estuviera por encima de las disputas y encarnara la unidad nacional. (En el caso de B¨¦lgica, tan dividida entre la poblaci¨®n franc¨®fona y la de habla neerlandesa que no consigue ni siquiera formar un nuevo Gobierno, el ingenio popular dice que Alberto II, cuyo t¨ªtulo es rey de los belgas, es el ¨²nico belga de verdad).
Desde luego, eso significa que nunca tendremos a un Nelson Mandela o un V¨¢clav Havel como jefe de Estado. Pero figuras as¨ª solo aparecen en momentos excepcionales. Parafraseando a Bertolt Brecht: "?Desgraciada la tierra que no tiene un Mandela? Desgraciada la tierra que necesita un Mandela". Y tenemos por lo menos un gran ejemplo de monarca europeo que sali¨® en defensa de la democracia. Hace 30 a?os exactos, el rey Juan Carlos de Espa?a contribuy¨® de manera decisiva a desbaratar un intento de golpe del Ej¨¦rcito contra la democracia, a¨²n joven y fr¨¢gil, de su pa¨ªs.
En cuanto a la afirmaci¨®n de que la monarqu¨ªa brit¨¢nica consolida el v¨¦rtice de una pir¨¢mide opresiva de clases y privilegios, creo que eso es mucho menos cierto ahora que hace 30 a?os. En Reino Unido, hoy, los banqueros -a los que nadie ha elegido- son m¨¢s poderosos que cualquier arist¨®crata hereditario, y las estrellas de f¨²tbol, tan famosas como cualquier miembro de la familia real. En esta cultura popular de la celebridad, existen jerarqu¨ªas m¨²ltiples y confusas; no hay m¨¢s que pensar en las efusiones de Hollie White, una chica de 12 a?os, despu¨¦s de conocer al pr¨ªncipe Enrique: "Me emocion¨® much¨ªsimo verlo. Ahora quiero conocer a la reina y a Simon Cowell". (Cowell es un empresario musical y showman que aparece en programas de televisi¨®n tremendamente populares, como Pop Idol y The X Factor).
El mismo hecho de que Kate Middleton se convierta en princesa muestra que las barreras entre la clase media alta -ese 7% de brit¨¢nicos, m¨¢s o menos, que estudia en escuelas privadas, como fue su caso- y la clase alta pr¨¢cticamente han desaparecido. El problema serio, y cada vez m¨¢s, no est¨¢ ah¨ª, en la franja superior, sino en las p¨¦simas perspectivas de movilidad social para la mayor¨ªa que estudia en malos colegios p¨²blicos. Eso es lo que establece una diferencia m¨¢s dolorosa entre Gran Breta?a, sobre todo Inglaterra, y otras monarqu¨ªas europeas actuales, como Suecia, que coexisten sin problemas con unas sociedades abiertas e igualitarias. Ese es el verdadero mal ingl¨¦s.
Pero esos otros ejemplos europeos -Suecia, Dinamarca, Espa?a, Pa¨ªses Bajos- demuestran que estas no son caracter¨ªsticas necesarias de una monarqu¨ªa constitucional. Si Guillermo y Catalina reciben buenos consejos, se esforzar¨¢n por convertirse en el modelo de una monarqu¨ªa europea moderna. Si no, o si Carlos y Camilla no les dejan, es posible que en 2040 no tengan ya -ni siquiera en la conservadora Inglaterra- ning¨²n puesto que heredar.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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