Una vida entre dos hogueras
En 1932, tras perder su empleo en la prensa alemana al divulgarse su afiliaci¨®n al comunismo, Arthur Koestler, que entonces ten¨ªa 26 a?os, se preparaba para emigrar desde Berl¨ªn hacia la URSS en busca de la tierra prometida. Gracias al Partido hab¨ªa firmado un contrato con una editorial sovi¨¦tica para escribir un libro titulado Rusia vista por un burgu¨¦s, en el que un periodista liberal, al conocer los formidables resultados del Plan Quinquenal, se convert¨ªa sinceramente al comunismo y se hac¨ªa un ac¨¦rrimo defensor de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Como luego fue notorio, el resultado termin¨® siendo, a la larga, exactamente el contrario. Koestler comenz¨® su viaje pertrechado con una inflexible coraza ideol¨®gica y emocional de fidelidad a la utop¨ªa marxista, y fue acumulando una formidable cantidad de experiencia, en un viaje a lo largo y ancho del territorio estalinista, sobre la realidad del pa¨ªs, del Estado, del Partido, de la sociedad y de la organizaci¨®n pol¨ªtica que hab¨ªa ido a conocer, una experiencia que contradec¨ªa frontalmente sus convicciones y sus prop¨®sitos y que, tras m¨²ltiples avatares (su militancia antifascista le llevar¨ªa primero a prisi¨®n franquista en Sevilla y luego a un campo de concentraci¨®n nazi en Francia), har¨ªa de ¨¦l un testigo inc¨®modo en un medio intelectual que, en su inmensa mayor¨ªa y con honrosas excepciones como Orwell o V¨ªctor Serge, se hab¨ªa impuesto un pacto de silencio c¨®mplice con las atrocidades del Komintern. Adem¨¢s de su obra literaria propiamente dicha, las Memorias de Koestler son una verdadera mina a prop¨®sito de las causas y los mecanismos psicol¨®gicos del fanatismo, porque nos muestran que los resortes que mantienen viva la ceguera a prop¨®sito de todo aquello que contraviene nuestros deseos y expectativas no son patrimonio de mentalidades excepcionalmente planas o violentas, sino que pueden perfectamente florecer en el esp¨ªritu cient¨ªfico y ser compatibles con la sofisticaci¨®n intelectual, que pone al servicio de esa ceguera los recursos m¨¢s insospechados. Al principio de su inmersi¨®n en el aparato del Partido Comunista berlin¨¦s, Koestler capta perfectamente el dispositivo de simplificaci¨®n que dicta los principios de la lucha pol¨ªtica: los dirigentes de las c¨¦lulas "no sab¨ªan ni cre¨ªan que el canciller democristiano Br¨¹ning fuera un verdadero opositor a Hitler, o que existiera alguna diferencia entre un tory ingl¨¦s y un nazi alem¨¢n. Para ellos, la democracia era una forma camuflada de la dictadura de la clase dirigente capitalista, y el fascismo su forma abiertamente declarada (...) En el amplio panorama de la historia, los matices no importaban, y s¨®lo el telescopio dial¨¦ctico revelaba la verdad esencial".
Como Hannah Arendt distingui¨® tempranamente, lo pol¨ªticamente decisivo de la ceguera intelectual es negarse a admitir el t¨¦rmino "totalitarismo"
Como Hannah Arendt distingui¨® tempranamente, lo pol¨ªticamente decisivo de esta ceguera intelectual es negarse a admitir el t¨¦rmino "totalitarismo". Pues mientras por "totalitarismo" se entienda ¨²nicamente una artima?a propagand¨ªstica con la que el capitalismo etiqueta todo lo que se resiste a su expansi¨®n ilimitada (una posici¨®n que a¨²n hoy defienden neocomunistas de sal¨®n como Alain Badiou o Slavoj Zizek), la contraposici¨®n dominante seguir¨¢ siendo "capitalismo/comunismo", y cualquier infamia del segundo quedar¨¢ justificada con tal de mantener la pugna contra el primero. Por el contrario, si la contraposici¨®n real es la que se da entre democracia y totalitarismo, no solamente se esclarece que el Estado mismo se vuelve imposible all¨ª donde la ciudadan¨ªa se ha convertido en funcionariado, sino que adem¨¢s se manifiestan los isomorfismos entre los reg¨ªmenes fascistas y los comunistas, como nos ense?a Koestler cuando capta inmediatamente el parentesco entre el desprecio nazi por la "inteligencia" de los jud¨ªos, comparada con el "instinto" de la raza aria, y el desprecio comunista hacia los intelectuales peque?o-burgueses frente a la "correcci¨®n natural" de la conciencia de la clase obrera. Como quiz¨¢s ocurra con toda fe inquebrantable, la confianza en el "sistema" en mitad de las arbitrariedades y las injusticias no depende ¨²nicamente de que sus fieles dispongan de una explicaci¨®n lo suficientemente el¨¢stica como para legitimar cualquier cosa, sino ante todo de la complementaci¨®n de esa fe con una "filosof¨ªa privada y secreta cuyo fin no es explicar los hechos, sino dejar de explic¨¢rselos".
Aunque Koestler se presenta como "el caso hist¨®rico t¨ªpico de un miembro de la clase media instruida centroeuropea nacido a principios del siglo XX", el ep¨ªlogo a?ade un matiz importante a ese tipismo: se trata de un panfleto de la SPD con dos vi?etas; en la primera, fechada en 1933, Goebbels lanza a la hoguera un libro de Koestler bajo la mirada aprobatoria de Hitler; en la segunda, referida a 1952, el presidente de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana arroja a otra hoguera un libro de Koestler en presencia de un satisfecho Stalin. Y ¨¦l, que escrib¨ªa contra los nazis en la Rusia de Stalin y contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica en el Par¨ªs ocupado por Hitler, reconoce su singularidad: "Que le quemen a uno dos veces en su vida es, despu¨¦s de todo, una rara distinci¨®n".
Memorias. Arthur Koestler . Traducci¨®n de J. R. Wilcock y A. L. Bixio. Lumen. Barcelona 2011. 937 p¨¢ginas. 34,90 euros (electr¨®nico: 22 euros).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.