Cristo en la paleta de Rembrandt
El Louvre despliega una emocionante exposici¨®n sobre las visiones religiosas del genio holand¨¦s - La intenci¨®n del artista era huir de la imagen cl¨¢sica de Jes¨²s
En julio de 1656 Rembrandt tiene 50 a?os y est¨¢ arruinado. El pasante que hace un inventario de sus propiedades para hacer frente a sus deudas y evitar la bancarrota anota en un registro lo que aparece en un ba¨²l entre unos cascos antiguos, unos moldes de escayola, un candil y un la¨²d: "Un cuadro que representa una cabeza de Cristo tomada del natural". M¨¢s de 200 a?os despu¨¦s, un historiador holand¨¦s especialista en el pintor que buceaba en sus archivos, al reparar y transcribir la frase, a?adi¨® una interrogaci¨®n y se pregunt¨®: "?C¨®mo es posible retratar a Cristo del natural?".
Una emocionante exposici¨®n que se celebra en el Museo del Louvre en Par¨ªs y que durar¨¢ hasta el 18 de julio, trata de dar una respuesta a este y a otro enigma: ?C¨®mo era Jes¨²s? ?A qui¨¦n se parec¨ªa? Para ello, en colaboraci¨®n con el Museo de Arte de Filadelfia y el Instituto de Artes de Detroit, el Louvre ha reunido un centenar de obras dispersas en varios museos y colecciones particulares, la mayor¨ªa de Rembrandt, pero tambi¨¦n de sus disc¨ªpulos, de sus maestros y de sus contempor¨¢neos, que coinciden en abordar la imagen de Cristo, su rostro, su aspecto a lo largo de su vida.
El pintor buscaba un Mes¨ªas verdadero, acercarse lo posible a la verdad hist¨®rica
La exposici¨®n se titula Rembrandt y la figura de Cristo y se abre con una peque?a joya, Los peregrinos de Emaus, que el pintor concibi¨® a los 23 a?os y en la que, parad¨®jicamente, Jes¨²s aparece oculto tras un terminante contraluz. Escondido en la sombra, solo muestra su perfil: "Es una manera de aportar misterio. De alguna forma, prepara lo que va a venir luego, la b¨²squeda de una nueva figura de Cristo", explica Blaise Ducos, encargado de las colecciones flamenca y holandesa del Louvre y uno de los organizadores de la muestra.
Porque Rembrandt, a lo largo de toda su vida, se esforz¨® en apartarse de las im¨¢genes del Jes¨²s heredado de la antig¨¹edad y el Renacimiento para buscar, por s¨ª solo, el rostro de un Cristo personal.
Un ejemplo de ello est¨¢ en la segunda sala: ah¨ª se exponen tres cristos crucificados de 1631. El del centro es el de Rembrandt. Y el hombre que aparece ah¨ª retratado es un ser sufriente, delgado, d¨¦bil, martirizado, sin nada, un aut¨¦ntico antih¨¦roe agonizante al que el artista holand¨¦s ha arrebatado todos los atributos divinos (cierta belleza ante la muerte, una complexi¨®n atl¨¦tica que disimulaba el sufrimiento...) con que le adornaban sus predecesores, entre ellos Rubens. Los dos cuadros que lo flanquean, pintados por artistas contempor¨¢neos, se inspiran y compiten con Rembrandt. Pero no llegan a ese grado de despojamiento y reservan a los rasgos de Jes¨²s algo de armon¨ªa, como si no se atrevieran del todo...
La exposici¨®n presenta lienzos, pero tambi¨¦n grabados y dibujos. Uno de estos ¨²ltimos es un estudio r¨¢pido sobre la ?ltima cena de Leonardo da Vinci, llevado a cabo para aprender la t¨¦cnica de alguien considerado un maestro por el pintor holand¨¦s.
Entre los grabados, destaca el de La pieza de cien florines, uno de los m¨¢s conocidos de Rembrandt, perteneciente a la Biblioteca Nacional Francesa. Su t¨ªtulo es inequ¨ªvoco: alude al precio -una fortuna para un grabado de la ¨¦poca- por el que lo vendi¨® Rembrandt, que a lo largo de su vida conoci¨® varias veces la ruina y la riqueza.
Pero el coraz¨®n de la exposici¨®n son las siete cabezas de Cristo de la ¨²ltima sala: los siete retratos de Rembrandt o atribuidos a Rembrandt (los estudios recientes de laboratorio han otorgado una homogeneidad de trazo inesperada), que presentan a un Jes¨²s "humilde, dulce, compasivo, vulnerable o dubitativo", seg¨²n apuntan los organizadores. El modelo que sirvi¨® al artista fue un jud¨ªo del que se desconoce el nombre, la edad o la profesi¨®n. Solo se sabe que viv¨ªa en el barrio jud¨ªo de ?msterdam, como Rembrandt. A su manera, eran vecinos. A este hombre con barba y pelo largo se debe la explicaci¨®n de la sorprendente nota "tomada del natural" que consign¨® el pasante al sacar el cuadro del ba¨²l y que tanto desconcert¨® a los cr¨ªticos del XIX.
Blaise Ducos explica por qu¨¦ la exposici¨®n del Louvre late con m¨¢s fuerza en esta sala: "Rembrandt buscaba crear algo nuevo. Y lo consigui¨®. Estamos ante una pura innovaci¨®n art¨ªstica. Tambi¨¦n buscaba crear un sentimiento a trav¨¦s de la pintura. A trav¨¦s de ese rostro. Y lo consigui¨®. Y tambi¨¦n buscaba encontrar al Jes¨²s verdadero, acercarse todo lo posible a la verdad hist¨®rica. Y ese jud¨ªo es, para Rembrandt, el descendiente de Jes¨²s, la l¨ªnea directa de su sangre".
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